Grecia: y ahora, ¿qué?
Tsipras tiene una propuesta que va a presentar. Conviene a todos esperar y ver su contenido. ¿Será tan diferente del paquete rechazado como para justificar todo el sufrimiento, todo lo que ha pasado?
Ya pasó el día del referéndum.
Ahora viene lo difícil: ¿qué hace el Gobierno griego con ese contundente voto del pueblo? ¿Qué diferencia habrá entre el momento, hace diez días, en el que abandonó la mesa de negociación y hoy martes, o mañana miércoles?
¿Qué pueden hacer los interlocutores de la zona euro, de la Unión Europea, del Banco Central Europeo, del Fondo Monetario Internacional?
El Gobierno de Atenas ha afirmado que quiere un acuerdo en 48 horas. Se supone que este acuerdo sería diferente —sustancialmente— de lo que se ha rechazado en referéndum, pero, ¿en qué medida los socios europeos se sentirán obligados, incluso concernidos, por el pronunciamiento del demos griego? ¡Menudo lío de legitimidades, intereses, soberanías, etc!
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Todos convendrán en que los países del euro y de la Unión tienen que respetar la voluntad del pueblo griego; y sería bueno que los que esgrimieron dentro y fuera el discurso del miedo se disculparan por estimular el rechazo de manera tan torpe. Lo mismo en sentido contrario deberían aceptar los responsables del Gobierno griego, obligados a respetar un resultado que responde al extraño dilema en que han colocado a su propia ciudadanía: dignidad nacional o sometimiento, por decirlo en términos más suaves que los empleados estos días.
Hace una semana me interpelaron, como a tantos, sobre qué respondería yo en ese referéndum, si me correspondiera hacerlo. Por fortuna no era así, porque, como expliqué, mi respuesta sería más inaplicable aún que la que tiene que gestionar el Gobierno griego. Afirmé que me gustaría votar no a las políticas europeas y votar no a las del Gobierno de Atenas.
En el referéndum yo hubiera dicho ‘no’ a las políticas de la UE contra la crisis y ‘no’ a Tsipras
No a las políticas europeas de lucha contra la crisis, incluida la respuesta que se ha ido dando a los griegos, pero no solo a ellos. Esta posición de rechazo o crítica no ha cambiado. La expresé en la cena del Consejo Europeo de marzo de 2010, justamente el día en que G. Papandreu afloró la realidad de las cuentas de su país, en un ataque extemporáneo de honradez. Obviamente el mensajero fue convenientemente castigado. Estaba invitado a este encuentro, para anticipar verbalmente el Informe sobre el Futuro de Europa que me habían encargado. Esto me brindó la ocasión de oponerme a las políticas de austeridad extrema que han conducido a un fracaso que no quiere reconocerse.
No a la política del Gobierno griego de coalición entre la mayoría de izquierda radical y la minoría de derecha más radical aún, unidas por el pegamento del nacionalismo más o menos antieuropeo. Desde que entraron, el país ha retrocedido en todas los parámetros previstos. Nada se ha explicado a los griegos que haya podido servirles para votar racionalmente en un tema tan difícil como el paquete de negociación con los socios y demás acreedores. La petición de voto ha sido una apelación al patriotismo, al rechazo de la humillación, al orgullo de la soberanía herida. La culpa es integra del otro. Como dice Le Pen, el pueblo griego ha votado contra la oligarquía. ¿O no ha sido Le Pen?
Los socios están obligados a respetar la decisión de los griegos, lo reitero, pero nadie puede obligarles a hacerlo contra los deseos o intereses de los ciudadanos que representan. Si repitieran la experiencia griega consultando en referéndum a sus ciudadanos, todos sabemos que no habría ningún tipo de acuerdo.
Por tanto, lo deseable sería que esperaran la propuesta del Gobierno de Atenas, que al parecer tienen preparada para llegar a un acuerdo (dicen) en 48 horas. Presentada la propuesta, deben analizarla con cuidado, sin apresuramiento y sin caer en la tentación de producir ningún castigo adicional al pueblo griego.
Deberían apoyar al Banco Central Europeo en el mantenimiento de la línea actual. Sin cortar la liquidez en los términos en que están, pero sin llegar a nuevas inyecciones hasta que se produzca el acuerdo. El BCE está corriendo el riesgo de salirse de su capacidad estatutaria y necesita la comprensión de los actores políticos en momentos tan difíciles.
Temo que lo peor esté por venir; habría que activar un fondo de ayuda para los que lo necesiten
Antes decía que los ciudadanos, votantes del sí o del no, deben ser respetados y ayudados. Por eso creo que más allá de las torpezas producidas por los actores políticos, lo sensato sería activar un fondo para ayudar inmediatamente a los sectores de la población que pueden estar requiriendo ayuda humanitaria.
Parecería, vistos los acontecimientos, que los momentos más difíciles son los que se han vivido hasta ahora; pero temo que no es así, y que lo peor está por venir. No se puede excluir ninguna hipótesis en esta dinámica de confrontación. Y es una pena, porque algunas políticas europeas habían empezado a cambiar en una mejor dirección y Grecia —tras tanto sufrimiento— arrancaba el año 2015 con una expectativa de crecimiento del 2,5% del PIB. Pero en estos meses todo ha vuelto a empeorar, sin que la culpa sea de los socios de la Unión. ¡A cada uno lo suyo!
Tsipras sacrificó a su ministro más mediático o polémico, pero no el que tuviera menos conocimiento de la cosa. Tiene una propuesta preparada que está dispuesto a presentar ya. Conviene a todos esperar y ver su contenido. ¿Será tan diferente del paquete rechazado como para justificar todo lo que ha pasado, en esta semana de corralito y en estos meses de mayor sufrimiento?
Tenemos que esperar que sea así, aun asumiendo que si es muy diferente también será más difícil de asumir por los demás socios. Pero si es una variante de la misma cosa que ya hemos visto, habrá que pedir responsabilidades a los que hagan demagogía para engañar a la gente.
En pocas horas lo veremos. Me refiero a la propuesta… La respuesta se hará esperar.
Felipe González fue presidente del Gobierno español.
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