Primeras Damas

¿Máxima o Sam Cam? ¿Cristina Kirchner o Michelle O? Esposas, reinas, presidentas. Admiradas, escrutadas siempre. ¿Cuál es su función y porqué? En nuestro país no hay duda. Basta con darse una vuelta por cualquier kiosco: aquí no hay más primera dama que la Reina, cada día más cómoda en su papel.

En el viaje a París de nuestros Reyes, junto a un François Hollande bromista y relajado, ejercía de primera dama su ex, la ministra de Ecología, Ségolène Royal. Su nuevo amor, la actriz Julie Gayet, se reserva para los apartamentos privados. Ella ya era una primera (o segunda) dama del cine antes de él. Y ahí está la doctrina Trierweiler para escarmentar.

Carla Bruni, nacida para ser first lady, lo tuvo claro. Matrimonio, Sarko, mon amour. Y primera dama. Lo que tú quieras, pero primero, pasamos por el altar (o la Mairie, que ya sé que tú eres républicain).

¿Es requisito indispensable para ser primera dama un anillo con una fecha por dentro? ¿O vale con contar con el afecto del Primer Caballero? ¿Hay que saber de protocolo? ¿Dormir con él? Anne Pingeot, la viuda oficiosa de Miterrand, no llegó a primera dama y publica ahora sus memorias. ¿Por qué vivió su relación en la sombra durante treinta y dos años? Eso, me lo pregunto yo.

Admiradas, escrutadas siempre. A veces cuestionadas, como la esposa del presidente de Perú, Nadine Heredia, y su afición al lujo internacional. Por cierto, ¿qué fue de la otrora estrella Asma al-Asad?

No se les piden títulos para ejercer, pero su poder es inmenso. Y nadie sabe el cómo ni el porqué.