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Columna
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Quisquillosos

Menos susceptibilidad indignada y más respeto a los derechos de los compatriotas

Fernando Savater

Uno de los mejores chistes del Gila dibujante mostraba a un tipo malencarado apuñalando concienzudamente a un pobre diablo que chillaba. Un viandante le dice al agresor: “¡Hombre, no le apuñale más!”. Y el otro contesta: “¡Pues que deje de llamarme asesino!”. Gila acertaba de pleno en aquellos tiempos en que ETA cometía un asesinato por semana, mientras Batasuna acusaba a la Guardia Civil de “criminalizar” a la juventud vasca. Suele pasar también que el hombre público que defrauda utilice todos los eufemismos para distinguirse de los estafadores y se indigne con quienes le gritan “¡chorizo!”, faltándole al sacrosanto respeto. Por favor, más educación, no insultar…

Por el mismo camino, los nacionalistas catalanes se encabronan mucho cuando se les recuerda que la inmersión lingüística que practican y que algunos insisten en afirmar que ha tenido gran éxito (en realidad, sólo el de privar a muchos ciudadanos del derecho a estudiar en la lengua común del país) es de corte neofranquista. Lo cual no quiere decir que Mas sea Franco y la Generalitat una dictadura (no podría ni queriendo, porque forma parte de un Estado de derecho) sino que esa disposición educativa responde a la mentalidad franquista de que el país se divide si todos no estudian en la lengua imperial. Y los ciudadanos que se concentraron frente a la escuela de Mataró para protestar contra la aplicación legal del 25% de castellano (en sí mismo una limitación injusta, porque el castellano debía ser tan lengua vehicular de la enseñanza como el catalán) tampoco pueden extrañarse de que se les compare con otras turbas autoritarias, no con liberales ni pluralistas.

Menos susceptibilidad indignada y más respeto a los derechos de los compatriotas. No se puede ser madame de burdel y llamarse doña Virtudes…

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