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CLAVES
Columna
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Una gran ocasión

El nuevo reparto de poder, tras las elecciones, propicia nuevos modos de gobernar en democracia

Xavier Vidal-Folch

Con los primeros datos del 24-M, se perfila un novedoso reparto del poder. Muy, muy novedoso. Tanto entre los partidos convencionales —que en ciertos casos resisten más de lo previsto—, como entre estos y los emergentes, que irrumpen con rotundidad, en ocasiones sin dar la campanada profetizada.

Todo nuevo reparto de poder, y sobre todo el que vendrá ahora, propicia nuevos modos de gobernar: nuevos pactos y alianzas, nuevos formatos y actitudes. Constituye una gran ocasión para reenderezar las instituciones y vivificar el Estado compuesto que nos regalamos en 1978.

Apliquemos criterios económicos (la posición dominante), siempre más fríos y compartibles que los políticos (el bipartidismo). La extinción de las mayorías absolutas pespuntea el declive del monopolio sucesivo o del duopolio alternante en el nivel autonómico. La consecuencia será impactante. Frente a la casi absoluta absorción centralista de la dinámica de las comunidades por un solo partido, las autonomías vuelven a existir, serán más plurales (la competencia). Reverdece el Consejo de Política Fiscal y Financiera. Y resucita el Estado autonómico que quería la Constitución y que han deshilachado con denuedo. A este proceso autonomista y federalizante podrá ayudarle el cambio de roles y el desconcierto en el procés soberanista catalán, algunos de cuyos actores pagan caro el menosprecio a toda convocatoria electoral no manipulable en favor de la Causa unidimensional.

Vuelven también los municipios. Quienes acaben siendo alcaldes, sobre todo en las metrópolis, podrán proponerse ejercer un liderazgo fuerte (aunque será compartido). Si eso se confirma, los municipios conformarán el rescate de sus roles de gestión cercana y de escuela de ciudadanía, estrenados en 1979. Pero deberán sajar la corrupción y sacar pecho por ser la única Administración saneada, que ya lleva dos ejercicios cumpliendo la ortodoxia presupuestaria: en déficit cero.

Estos horizontes deberían pesar (en bien) para los ciudadanos quizá más que los nuevos nombres, siglas y porcentajes. Porque “no hay casi ningún problema que pueda solucionarse únicamente desde un solo nivel de gobierno”, como escribía hace mucho tiempo Pasqual Maragall (Federalismo y Estado de las autonomías, Planeta, 1988). Que nadie dilapide esta oportunidad.

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