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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La voz de Francisco

El Papa ha dado a la Iglesia una influencia global como no ha tenido en décadas

El choque diplomático entre el Vaticano y Turquía ante las palabras expresadas por el Papa el pasado domingo —en las que considera la matanza de 1,5 millones de armenios a manos turcas en 1915 como el primer genocidio del siglo XX— ha vuelto a colocar a Francisco en el escenario de la política internacional. Es un frente en el que el Vaticano está desarrollando una más que activa política desde que Jorge Bergoglio accedió al papado en marzo de 2013 y que, aunque implica riesgos, ha convertido a Francisco una voz destacada en las relaciones internacionales.

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Tal vez el éxito conocido más importante que se ha apuntado el Papa argentino hasta ahora sea la mediación entre Cuba y Estados Unidos para su histórico restablecimiento de relaciones, por lo que fue alabado repetidamente en público por Barack Obama. También destacan los esfuerzos para que Occidente no lanzara un ataque sobre Siria, lo que le ganó a Francisco la simpatía del presidente ruso Vladímir Putin. Además, logró que en junio de 2014 el entonces presidente de Israel, Simon Peres, y el palestino Mahmud Abbas, compartieran una tarde en el Vaticano. Y recientemente ha ofrecido los servicios de su diplomacia para mediar en el conflicto colombiano.

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Francisco, que se enfrenta a grandes desafíos dentro de la Iglesia, ha convertido en cuestión de pocos meses a la institución que dirige en un influyente actor internacional como tal vez no lo había sido desde el inicio del pontificado de Juan Pablo II, hace casi cuatro décadas. Por primera vez en años el papado dispone de una voz que se tiene en cuenta en aquellos centros en los que se toman las decisiones globales.

Como buen entendedor de la política, Bergoglio sabe que un líder tiene que ganar la simpatía y la credibilidad del público en primer lugar para, en un segundo paso, emplearlas —aunque sufra desgaste— en lograr sus objetivos. El Papa es uno de los dirigentes mundiales más valorados y está empleando ese activo en cuestiones de relevancia internacional.

El genocidio armenio es un buen ejemplo. De no ser por su alegato del domingo, el centenario de uno de los episodios más oscuros del siglo XX no hubiera tenido tanta relevancia. En un mundo en el que abunda el ruido se hacen necesarias voces influyentes que, como en este caso, merecen ser escuchadas.

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