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3.500 Millones
Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

En Mozambique llueve sobre mojado

Esta entrada ha sido escrita porIsabel Kreisler.

Foto: UNDP ©

Una tormenta tropical (Chedza), precedida por semanas de lluvias torrenciales. Un ciclón de categoría cuatro (Bansi), seguido de un casi inevitable brote de cólera; seguido de una segunda tormenta tropical severa (Haliba). El año no ha comenzado con clemencia en Mozambique.

Desde el mes de Enero, cientos de personas han perdido la vida en esta región de África. Decenas de miles han perdido sus casas y acampan en las márgenes de las carreteras; ese será su refugio sine die. Cientos de miles de afectados y un número indeterminado (posiblemente indeterminable) de desaparecidos. Setenta mil hectáreas de cultivos anegadas. Alerta por inseguridad alimentaria en las provincias de Nampula y Zambezia. El Ministerio de Salud se prepara ya para el previsible repunte de casos de diarrea y malaria.

El colapso de puentes ha interrumpido el tránsito por carreteras que comunicaban centros neurálgicos del país. Zonas enteras quedan inaccesibles comprometiendo las tareas de emergencia del Gobierno y las agencias humanitarias. Los pilares de las líneas de alta tensión que suministran electricidad al norte del país desde la presa de Cahora Bassa, caídos. Los fondos de contingencia del país para afrontar la temporada de lluvias de 2015, agotados en el primer trimestre del año y la capacidad de respuesta del Gobierno sobrepasada.

Este año, las cifras del desastre han tenido el suficiente número de ceros para atraer (cierta) atención y ayuda internacionales. Pero este panorama no es nada nuevo para un país que, en las últimas décadas, ha sufrido de manera cada vez más intensa y recurrente los embates del clima. Mozambique ha conocido crisis climáticas en los años 2012/2013, 2007/2008 y, la más devastadora, en el 2000. Ese año, la combinación de tormentas y ciclones tropicales se llevó cientos de vidas, destruyó gran parte de las infraestructuras del país, desplazó al 25% de la población, hizo caer el PIB en cuestión de semanas de una previsión del 7% al 1,5% y supuso para Mozambique un retroceso económico equivalente a quince años de desarrollo.

El Instituto Nacional del Gestão das Calamidades (INGC) es la -muy respetada- agencia gubernamental encargada de prevenir y gestionar los desastres naturales en Mozambique. A pesar del fatalismo de su nombre (“calamidad”, del latín calamitas: azote; en sentido figurado: desgracia), en el INGC saben bien que las crisis humanitarias derivadas de fenómenos hidrometeorológicos extremos no son fruto de una maldición bíblica. Según datos de su “Estudio sobre el impacto del cambio climático sobre el riesgo de desastres en Mozambique“, las sequías, inundaciones y ciclones tropicales han aumentado significativamente en las últimas décadas.

Coincidentemente, investigadores de la Universidad de Ciudad del Cabo que han modelado y analizado las alteraciones climáticas en el país indican que “los incrementos de temperatura en Mozambique ya son aparentes, y comenzaron a darse a partir de 1990”.

El cambio climático es un problema que sabemos paliar (promoviendo la evolución hacia un sistema económico que favorezca la mitigación de las emisiones de gases de efecto invernadero) y cuyo impacto remanente se puede aminorar (asegurando la financiación necesaria para aplicar medidas de adaptación y de compensación en los países más vulnerables).

En lo inmediato, Naciones Unidas y las ONG sobre el terreno, han lanzado un llamamiento a la comunidad internacional para recaudar los 30 millones de dólares necesarios para paliar la situación sólo en el norte de Mozambique. Zambia y Madagascar también están seriamente afectados.

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