_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Rota

Porque la gente no salva a la gente: la gente se salva sola. Y no supe si vos lo sabías

Leila Guerriero

Y entonces, porque yo estaba triste, el sábado pasado me llevaste a ese parque, tan cerca de casa, tan lejos del mundo, y caminamos por el sendero de tierra, entre las cañas de bambú, respirando el aire fino y caliente en el día desierto, y me contaste que habías estado allí un tiempo atrás, tomando unas fotos, y que te habías topado con un tipo rarísimo que tocaba la guitarra detrás de un arbusto —como un desconsolado, como un perro frenético—, y lo imitaste a gritos y yo me reí (recordando aquella vez, hace años, cuando éramos casi unos desconocidos y, en un bar de una isla colombiana, mientras sonaba Bob Marley, vos, hasta entonces silente y discreto, empezaste a cruzar la pista de una punta a la otra, con unos ridículos pasitos a la Fred Astaire, simulando que te ponías y te sacabas un sombrero, y yo te miraba con asombro y felicidad, como quien descubre un tesoro recién hecho), y cuando llegamos a un recodo del camino me señalaste una hiedra y me dijiste “Ponete ahí”, y bajo ese sol de ámbar empezaste a tomarme algunas fotos. Todo olía a eucaliptus y a tierra, y sonó la campana que anunciaba el paso de un tren, y la tarde, dentro de mí, se hizo trizas en miles de fragmentos de sangre y hueso y hielo, y vos te acercaste, me quitaste un mechón de la cara, me dijiste “Tan linda”, y yo te miré desconcertada, como un animal encandilado y alerta —¿qué habías visto, qué habías visto?—, y me preguntaste “¿Mejor?”, y yo te dije “Sí”. Y me sentí un monstruo, un animal, un ser lleno de secretos y pájaros oscuros. Porque no era verdad. Porque, a pesar del paseo y las fotos —y el mechón de pelo y tu intento de salvarme de todas las cosas— no era verdad. Porque la gente no salva a la gente: la gente se salva sola. Y no supe si vos lo sabías.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Leila Guerriero
Periodista argentina, su trabajo se publica en diversos medios de América Latina y Europa. Es autora de los libros: 'Los suicidas del fin del mundo', 'Frutos extraños', 'Una historia sencilla', 'Opus Gelber', 'Teoría de la gravedad' y 'La otra guerra', entre otros. Colabora en la Cadena SER. En EL PAÍS escribe columnas, crónicas y perfiles.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_