Una cepa resistente al tratamiento de la malaria amenaza a India
Un equipo médico descubre parásitos resistentes a la artesimina, componente principal para el tratamiento de la enfermedad La propagación de las cepas en Asia supondría un riesgo epidémico
Una investigación científica ha encontrado parásitos resistentes al tratamiento contra la malaria en la frontera entre Myanmar e India. Los expertos alertan que el hallazgo puede suponer una amenaza global si la inmunidad al fármaco se propagase al súper poblado país hindú.
El estudio, publicado la semana pasada por la revista médica The Lancet, fue dirigido por el doctor Kyaw Myo Tun, del Centro de Investigación Médica de los Servicios de Defensa, en Napyitaw, Myanmar, y coordinado por la Unidad de Mahidol-Oxford de Investigación en Medicina Tropical (MORU, por sus siglas en inglés) en Bangkok, Tailandia. Este confirma la existencia de cepas resistentes a los efectos de la artesimina, principal componente de la Terapia de Combinados a base de Artemisinina (ACT). Este compuesto farmacológico ha servido para frenar el avance de la epidemia, salvando millones de vidas en las últimas décadas.
Realizado entre enero de 2013 y septiembre de 2014, el estudio analizó muestras sanguíneas de 940 infectados de malaria en 55 localizaciones de Myanmar, mostrando que el principio de inmunidad a la artesimina se está extendiendo por todo el país: un 39% de los pacientes son portadores de una mutación, para un total de 26 mutaciones diferentes, con nueve no descritas previamente en la región. La investigación subraya la existencia de parásitos resistentes en la región de Sagaing, a sólo 25 kilómetros de la frontera este de India.
Con una población de más de 1.200 millones de habitantes, la propagación de estos parásitos al subcontinente indio supondría una emergencia regional, pudiendo extender la resistencia al fármaco a países colindantes. Según la Oficina Regional de la Organización Mundial de la Salud (OMS), los casos de malaria en India suponen un 77% de los 1,5 millones de casos totales que se dieron en la región en 2013.
El Dr. Charles Woodrow, experto de la Unidad de Investigación de Medicina Tropical del Programa de la Universidad Mahidol-Oxford (MORU) y miembro del equipo científico responsable de la investigación, aclara los resultados a EL PAÍS: “Los parásitos [de malaria] analizados no son 100% resistentes a la artemisinina, sino sólo a algunas fases de ésta. Además, esta forma de malaria se trata con un compuesto de artemisinina y otros fármacos asociados, como la mefloquina. Por lo que la combinación de éstos aún puede curar la mayoría de los casos. Por el momento no hay indicaciones de un aumento de muertes en la región”.
Sin embargo, la resistencia al compuesto medicinal tiene importantes implicaciones a medio y largo plazo. “El descubrimiento demuestra que el tratamiento es sustancialmente más débil en la región del sudeste asiático. Por lo que cualquier intervención en este sentido, tiene que tener en cuenta esta resistencia”, subraya el Dr. Woodrow.
La lucha contra la enfermedad también conocida como paludismo ha avanzado en las últimas décadas y el número de muertes se ha reducido casi a la mitad desde comienzos de siglo. Pese a ello, se estima que en 2012 se produjeron más de 207 millones de casos y alrededor de 627.000 muertes a consecuencia de malaria; la mayoría, niños.
Por el momento no hay indicaciones de un aumento de muertes en la región
Dr. Charles Woodrow
La incidencia de la enfermedad sigue siendo muy alta en países como Myanmar, donde se dieron 1,4 millones de casos y 2.900 muertes el año pasado. Asimismo, la resistencia al tratamiento se ha extendido desde que ésta surgiese por primera vez en el sudeste asiático, especialmente en la frontera entre Camboya y Tailandia. Aunque también se han encontrado parásitos resistentes al oeste de Tailandia, al sur de Camboya, así como en Vietnam y Laos.
Para combatir la expansión de la resistencia al fármaco en Asia, la Organización Mundial de la Salud (OMS) creó el programa de Respuesta de Emergencia ante la Resistencia a la Artemisinina (ERAR), que ha estado actuando en la región del Gran Mekong —Asia Sudoriental— desde 2013, tras conocerse los casos de resistencia al fármaco en el sudeste asiático. “La acción preventiva ha tenido una efectividad casi total en la región. El año pasado, Camboya sólo registró 24.876 casos y 12 muertes. Mientras que en el año 2000, hubo unos 120.000 casos y 608 defunciones”, explica a este periódico el Dr. Walter M. Kazadi, coordinador del programa de emergencia con sede en Phnom Penh, capital de Camboya.
Pero el Dr. Kazadi advierte de la amenaza que supone el aumento de la inmunidad al tratamiento de la malaria: “Hemos encontrado que el parásito se ha vuelto resistente no sólo a la artemisinina sino también a los otros componentes. Este fenómeno se ha dado especialmente en la frontera entre Camboya y Tailandia, lo que nos lleva a pensar que la malaria podría ser intratable en un futuro cercano”. Según el especialista, la OMS también coordina una estrategia más agresiva para la eliminación de las cepas resistentes al paludismo en la región, incluyendo la zona fronteriza entre Myanmar e India, y evitar así la propagación de una epidemia.
Lecciones del pasado para una amenaza global presente
“El siguiente paso es el control de los componentes asociados a la artemisinina. Si la resistencia a éstos aumenta, como hemos observado en Camboya, los pacientes tratados con ACT no podrían ser curados. Eso aumentaría la morbidez y reduciría nuestras esperanzas de eliminar la malaria”, explica el Dr. Didier Menard, jefe de la Unidad de Epidemiología de Malaria Molecular del Instituto Pasteur, desde su despacho en Phnom Penh, capital de Camboya.
El especialista del reputado instituto para la prevención y tratamiento de enfermedades infecciosas subraya que la principal amenaza está en la expansión de la resistencia al fármaco en India. Su propagación a otros países y mayores poblaciones daría lugar a consecuencias catastróficas, como ya ocurrió hace varias décadas. En los años 70, también en la frontera entre Camboya y Tailandia, se encontraron cepas de malaria resistentes a la cloroquina, el anterior compuesto usado en el tratamiento de la enfermedad. El fármaco salvaba millones de vidas hasta que la resistencia a éste se propagó a Myanmar, y de allí a India; desde donde consiguió llegar a África 17 años más tarde con consecuencias devastadoras. Se estima que la inmunidad a la cloroquina contribuyó a la muerte adicional de cientos de miles de personas, haciendo que el tratamiento quedase en desuso.
Por el contrario, los especialistas no han descubierto resistencia alguna a la artemisinina en el continente africano. Como tampoco se ha establecido correlación entre la cepa resistente descubierta recientemente en Myanmar, y la que apareció hace años en Camboya. El Dr. Menard alude a la ventaja que supone el estudio de las experiencias pasadas: “Este nuevo descubrimiento [resistencia a la artemisinina en Myanmar] se produce casi 10 años después de que se encontrasen los primeros casos clínicos de resistencia en Camboya, y seguramente antes de que la resistencia se haya extendido a otras zonas endémicas. Lo que supone un contexto único y favorable para el control de los parásitos resistentes y su propagación, que es el mayor problema de salud pública”.
Los expertos no saben explicar por qué la mayor parte de los parásitos inmunes al tratamiento emergen en el sudeste asiático, pero atribuyen diferentes factores a este fenómeno. Uno de ellos es la intensidad de transmisión, más baja que en el África Subsahariana, lo que permite el desarrollo de resistencia a los fármacos. Otro es la baja inmunidad de la población asiática, para la que sólo el fármaco elimina el parásito del organismo, obligando a un mayor uso de los tratamientos.
Mientras se trabaja para conseguir una vacuna contra la malaria (la de fase más avanzada es la RTS,S en la que trabaja el equipo español de Pedro Alonso en Mozambique), descubrimiento que se espera como el grial de la ciencia médica, los expertos se encomiendan al fármaco actual y a las lecciones del pasado. El Dr. Menard insiste: “Es esencial que aprovechemos esta situación para trazar la expansión de la resistencia a la artemisinina. Esto permitirá mitigar su impacto en el tratamiento de la malaria y reforzará los programas de control, especialmente en el África Subsahariana”.
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