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Columna
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Sombra de duda

Pablo Iglesias critica que Pedro Sánchez dude cuando la duda es un tesoro

Juan Cruz

Francamente me sorprendió que entre los defectos que Pablo Iglesias, líder de Podemos, encuentra en su principal oponente, el socialista Pedro Sánchez, esté la duda. Es un hombre que duda Pedro Sánchez, dice. Caramba, qué hubieran hecho con esa afirmación Albert Camus, o Kant, o Heidegger, o Emilio Lledó. O Platón.

Emilio Lledó nos enseñó a sus alumnos que la duda era la luz del pensamiento. Ahora que este periódico alienta el conocimiento de la Filosofía (desde este domingo, empezando por Platón, se pone a la venta una colección dirigida por Manuel Cruz, discípulo de don Emilio, precisamente) conviene poner la duda en su sitio, pues es el arranque mismo de la Filosofía.

La duda es el arranque de la Filosofía y del Periodismo, por cierto, porque ¿de qué íbamos a preguntar nosotros sobre un hecho o sobre un problema si sólo tuviéramos certezas acerca de lo que ocurre? Iríamos con la certeza como el hacha de Richard Dadd (tan estudiado por el filósofo Fernando Savater), y lamentablemente eso es lo que hacemos muchas veces los periodistas: estamos tan seguros de que la duda nos ofende. Todos los elementos del Periodismo (lean ese libro, Elementos del Periodismo, editorial Aguilar, de Bill Kovach y Tim Rosenstiel) son básicamente preguntas que le sirven al oficio para aclarar los sucesos o las ideas: Qué, por qué, cómo, cuándo, dónde, quién...

España es un país áspero, y esa aspereza está alojada desde hace siglos en la facundia pública

Pues la Filosofía duda, y por tanto se pregunta, como el Periodismo, por el origen real de todas las cosas. Antonio Machado alertó contra las verdades individuales, e invitó a ir a buscar La Verdad. Una utopia, porque como hay duda no hay Verdad. Sorprende que gente ilustrada, como el citado Iglesias, estime pertinente añadir la duda al cesto de la basura cósmica en la que instalamos aquello que no nos parece adecuado. La duda es un tesoro. Don Emilio nos dijo siempre que dentro de todo sí hay un pequeño no, y que dentro de todo no se aloja un pequeño sí. Es decir: la duda convive con nosotros, y es la raíz del respeto al prójimo.

Muchas veces, ante la pequeña pantalla, sobre todo los sábados y muchos mediodías, me quedo estupefacto ante los colegas periodistas, que van con su mochila de certezas a expresar sin duda de ninguna clase las convicciones que utilizan para burlar la vigilancia de la duda. La duda es una buena sombra; no sólo nos hace respetar al prójimo sino que esa mano implacable que Onetti le aconsejaba a los periodistas y a los escritores, pues el ejercicio de la duda es un implacable antídoto a la demagogia.

España es un país áspero, y esa aspereza está alojada desde hace siglos en la facundia pública. Puede observarse cómo los políticos arrojan a la cara del oponente todo tipo de insultos, o de certezas, en nombre de sus convicciones, que al rato pueden ser ya otras convicciones, en función de la estrategia o de la táctica en la que establezcan sus propósitos. En este caso, ¿a qué le sirve al líder de Podemos, en conversación con Eva Saiz y con Francesco Manetto, de este periódico, proponer la duda como defecto de un adversario? Sirve, desde mi punto de vista, a su modo de interpelar al público poniendo en evidencia algo que él no padece y que sin embargo el otro muestra: él no duda, el otro sí.

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