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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Las libertades de todos

Europa tiene que aprovechar la convulsión para mejorar la seguridad sin sacrificar sus valores

La emoción y el simbolismo del histórico fin de semana que ha vivido Francia, y con ella toda Europa, no van a resolver de un plumazo los graves problemas que tienen ante sí los Gobiernos europeos respecto al peligro real y alarmante que representa el yihadismo islamista. Problemas para nuestra seguridad y, lo que es todavía más importante, para nuestro sistema de vida y nuestros valores, con las ideas de libertad de expresión, pluralismo y tolerancia en cabeza. Pero lo ocurrido puede ser un revulsivo que haga reaccionar a líderes y opiniones públicas.

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La primera obligación de los responsables gubernamentales es garantizar la seguridad de las personas: la de quienes ejercen la libertad de expresión desde los medios y la de quienes pertenecen a la comunidad judía, en estos momentos los dos colectivos más directamente amenazados por la fría estrategia yihadista. Sería una derrota francesa y europea que los dibujantes y periodistas dejaran de ejercer su crítica, por irreverente o blasfema que pueda parecerles a algunos, o que los europeos de identidad judía se vieran obligados a emigrar a Israel o a otros países por miedo a los atentados.

Para aumentar los umbrales de seguridad no hace falta suspender derechos fundamentales ni redactar ninguna ley especial como hizo EE UU tras los atentados del 11-S; tampoco sirven legislaciones especiales que limiten la libertad de expresión con la excusa de proteger a las minorías religiosas de las manifestaciones de odio.

La seguridad interior requiere poner fuera de circulación a los numerosos yihadistas con pasaporte europeo implicados en las guerras ahora en curso. Eso significa reforzar las fronteras exteriores y controlar mejor a los delincuentes efectivos o potenciales interiores y, sobre todo, mejorar la información y la coordinación. Recordemos que los terroristas de París estaban fichados, eran nacionales franceses y en nada jugaron en la falta de prevención los controles exteriores, sino los fallos policiales y de inteligencia interiores. No tiene sentido alguno limitar Schengen; en todo caso, reforzarlo.

Europa tiene además que plantear su seguridad exterior con mayor eficacia y claridad estratégicas, lo que significa más medios y mejor dirección común, a la vista del cinturón de violencia yihadista que la rodea, desde Libia y el África subsahariana hasta Siria e Irak, asaltados por el Estado Islámico. La actividad yihadista se nutre también de la ausente política exterior y de seguridad de la UE, así como de las ambiguas relaciones que mantenemos con las dictaduras vigentes en Oriente Próximo.

Francia y el presidente Hollande han sabido gestionar, de acuerdo con los valores republicanos, la grave crisis de seguridad planteada por la matanza de París. Corresponde a todos los europeos seguir el mismo camino para enfrentar el peligro yihadista, garantizar la seguridad y defender la República de los valores europeos: es decir, las libertades de todos.

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