Sobre Ortega
El artículo de Benito Arruñada y Víctor Lapuente (Viejos y nuevos intelectuales, EL PAÍS, 29-12-2014) delata un grado alarmante de confusión mental. Recomendar la lectura de Ortega y Gasset, como hace a menudo un servidor, no significa en absoluto compartir todos sus cambiantes y variadísimos puntos de vista. Afirmar que en determinado momento Ortega ambicionaba “cambiar a España de raíz”, como hace Mario Vargas Llosa, significa describir una ambición, no necesariamente admirarla o compartirla. Recordar que el designio de Ortega, igual que el de cualquier pensador serio, consiste en ir a la raíz de los problemas (políticos, morales, estéticos), como he hecho yo en alguna ocasión, no significa en absoluto decir que Ortega propusiese siempre solucionar esos problemas de manera drástica (ni, dicho sea entre paréntesis, que lo proponga yo). Más allá de estas confusiones, cabría a primera vista felicitarse porque el pensamiento de Ortega suscite todavía controversia, pero lo cierto es que nuestros dos respetables académicos no parecen haber leído, a juzgar por su artículo, más que al Ortega aparatoso, circunstancial y a fin de cuentas no demasiado interesante de Nueva y vieja política; esa sí que es una crasa equivocación. Lean en serio a Ortega, por favor. Descubrirán que es mucho más rico, estimulante y complejo que la roñosa caricatura a la que la ignorancia (o la pereza) pretenden reducirlo. También descubrirán que, al menos en español, hay pocos antídotos más eficaces contra la confusión mental.— Javier Cercas.
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