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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un cambio de rumbo para la salud mundial

Las necesidades sanitarias de los países de ingresos bajos y medios están cambiando. Grandes transformaciones en materia de urbanización, comercio internacional y consumo, que en los países ricos llevaron décadas, se están produciendo más rápido

Un hombre vestido de Papa Noel sorprende a los pacientes del Cancer Institute de São Paulo (Brasil).
Un hombre vestido de Papa Noel sorprende a los pacientes del Cancer Institute de São Paulo (Brasil).Paulo Whitaker/REUTERS

Aunque el estado actual de la cooperación internacional es desalentador, lo referido a la salud global es un área en la que el mundo logra ponerse aún de acuerdo. En los últimos años, la acción internacional acercó el tratamiento contra el VIH/sida a millones de personas, extendió la vacunación infantil y alentó el aumento del apoyo mundial a iniciativas relacionadas con otros desafíos sanitarios, de la malaria a la salud materna.

El apoyo internacional a la salud mundial es una inversión en la prosperidad futura de los países en desarrollo y en el bienestar de su gente, y los países más ricos del mundo bien pueden permitírsela. Por ejemplo, Estados Unidos es el principal emisor de ayuda sanitaria internacional; en 2013, su aporte equivalió a sólo el 0,23% del gasto del país. Esa inversión obtuvo un rendimiento notable: la mortalidad infantil se encuentra en caída libre; millones de personas que hubieran muerto de VIH/sida siguen vivas; y los países receptores de las ayudas son cada vez más autosuficientes y, gracias a ello, se han vuelto mejores socios comerciales y estratégicos.

Pero las necesidades sanitarias de los países de ingresos bajos y medios están cambiando. Grandes transformaciones en materia de urbanización, comercio internacional y consumo, que en los países ricos llevaron décadas, se están produciendo más rápido y en escala mucho mayor en países que aún son pobres. Estas tendencias trajeron consigo importantes beneficios sanitarios, por ejemplo, la mejora de los sistemas de saneamiento y el aumento de la producción de alimentos, pero también importantes desafíos.

Un ejemplo muy visible es el ébola. Desde que se lo identificó por primera vez en 1976 y hasta antes de este año, el ébola había matado a menos de dos mil personas, todas en África central. En 2014, el virus mató a más del triple de seres humanos, y la extensión internacional de los casos fue suficiente para que el tema dominara los noticieros de la noche y provocara el temor de los votantes en las recientes elecciones de nivel estatal y local en Estados Unidos.

Una de las razones principales es el crecimiento de las ciudades pequeñas y medianas. La urbanización en África occidental avanza a un ritmo del 3% anual (mientras que en Norteamérica y Europa lo hace al 0,2% y al 0,3%, respectivamente). Esto da lugar a una proliferación de asentamientos de hasta un millón de personas que viven con una infraestructura de salud pública limitada. Estas ciudades atestadas son el caldo de cultivo perfecto para brotes de nuevas enfermedades infecciosas como el ébola. Con el aumento del comercio y de los viajes a la región, los brotes pueden extenderse antes de que sea posible coordinar medidas internacionales de contención.

Otro ejemplo de cambio de las necesidades sanitarias globales es el aumento increíblemente rápido de las cardiopatías, el cáncer y otras enfermedades no transmisibles (ENT) en países de ingresos bajos y medios. Dolencias que antes se pensaban exclusivas de países ricos se han convertido en poco tiempo en la principal causa de muerte y discapacidad en regiones en desarrollo, y en 2013 mataron a casi ocho millones de personas de menos de sesenta años de edad.

En un informe reciente patrocinado por el Consejo de Relaciones Exteriores, destacamos el contraste entre el aumento de las cardiopatías, el cáncer, la diabetes y otras ENT en los países en desarrollo y el éxito de las iniciativas internacionales contra el VIH/sida y otras enfermedades infecciosas. Entre 1990 y 2010, el aumento de casos de muerte y discapacidad por ENT en países de bajos ingresos fue un 300% más veloz que la disminución de enfermedades infecciosas.

En las altas tasas de ENT influyen algunos de los mismos factores del reciente brote de ébola. Los habitantes de áreas urbanas densamente pobladas en economías emergentes suelen padecer contaminación dentro y fuera de sus casas, y es menos probable que tengan acceso a una nutrición adecuada. En su mayor parte, los sistemas sanitarios de estos países no están preparados para dar atención crónica o preventiva y carecen de medidas básicas de protección de los consumidores. De 1970 a 2000, el consumo de cigarrillos se triplicó en los países en desarrollo. Enfermedades que en los países de altos ingresos son evitables, como el cáncer de cuello de útero, o tratables, como la diabetes, en los países en desarrollo suelen ser una condena a muerte.

La inversión internacional todavía no se ajustó al cambio de las necesidades sanitarias globales, especialmente en relación con las ENT. En 2010, el mundo dedicó 69,38 dólares de ayuda internacional por cada año potencial de vida perdido (APVP) por muerte o discapacidad debidas al VIH/sida, 16,27 dólares por cada APVP debido a malaria y 5,42 dólares por cada APVP debido a problemas de salud materna, neonatal e infantil. Pero sólo se invirtieron 0,09 dólares por cada APVP debido a cardiopatías, cáncer y otras ENT.

Entretanto, la naciente epidemia de ENT se está agravando. De hecho, el Foro Económico Mundial prevé que de aquí a 2030 estas enfermedades provocarán pérdidas de 21,3 billones de dólares en los países en desarrollo. Sin embargo, las ENT son abordables. Los países de altos ingresos tienen tasas de obesidad mucho mayores, pero los casos de muerte prematura y discapacidad por cardiopatías, cáncer y otras ENT disminuyeron considerablemente. Esto se logró en gran medida con herramientas y políticas poco costosas, pero que en los países en desarrollo no están difundidas, por ejemplo: fármacos de bajo costo para reducir los ataques cardíacos; vacunas para prevenir el cáncer de cuello de útero; y los mismos impuestos y normas publicitarias en relación con el tabaco que han reducido drásticamente su consumo en toda Europa y Estados Unidos. Hay experiencias piloto que han integrado con éxito estos elementos a los programas de donaciones referidos al VIH/SIDA y otras enfermedades infecciosas en países de ingresos bajos y medios.

Si a lo largo de la próxima década los países de ingresos bajos y medios pudieran mejorar la prevención y el tratamiento de ENT al mismo ritmo que lo hizo el país rico promedio entre 2000 y 2013, se evitarían más de cinco millones de muertes. Ese rendimiento es comparable al de las inversiones internacionales más exitosas en VIH y vacunación infantil, y es una inversión que merece hacerse por la misma razón: una economía global pacífica e inclusiva presupone vidas más sanas y productivas.

Traducción: Esteban Flamini

Mitch Daniels, exdirector de la Oficina de Administración y Presupuesto de los Estados Unidos durante la presidencia de George W. Bush, es presidente de la Universidad Purdue. Tom Donilon fue asesor de seguridad nacional del presidente Barack Obama entre 2010 y 2013. Ambos copresiden la Fuerza de Tareas Independiente sobre Enfermedades No Transmisibles en Países de Ingresos Bajos y Medios, iniciativa patrocinada por el Consejo de Relaciones Exteriores. Tom Bollyky, investigador superior en temas de salud mundial, economía y desarrollo en el Consejo de Relaciones Exteriores, fue director de proyecto de la Fuerza de Tareas Independiente.

Copyright: Project Syndicate, 2014.

www.project-syndicate.org

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