Boxeadoras kenianas, heroínas de los suburbios
En los barrios más pobres de Nairobi, algunas chicas se hacen respetar gracias al boxeo. Y combaten así los estereotipos de género en una sociedad profundamente machista
Jean Attieno camina por la calle sudada, con las mallas de atletismo, los calcetines por encima de las rodillas, la capucha puesta y una pose digna de la versión femenina de Rocky Balboa. Son las nueve y media de la mañana, y sus compañeras llegan puntuales para el entrenamiento. Las calles de Kariobangi Norte, uno de los múltiples asentamientos informales de la zona este de Nairobi —a unos 15 kilómetros del centro neurálgico de la ciudad—, están en plena ebullición matutina: tráfico, tendederos, compradores, transeúntes, gallinas, cabras...
En este barrio pluriétnico y multireligioso —antaño, uno de los estercoleros de Nairobi—, la violencia entre las bandas de crimen organizado es un fenómeno cotidiano. Pero, tal como ocurre en todo el país de manera generalizada, la inseguridad es aún más palpable cuando se dirige la mirada a mujeres y niñas. Según datos del Nairobi Women's Hospital, cada media hora una mujer es violada en Kenia. Además, los índices de violencia machista en el país han disparado las alarmas en el último informe anual del Consejo Nacional para la Igualdad de Género. Y, si bien es cierto que en agosto de 2011, el gobierno keniano creó la Comisión Nacional para la Igualdad de Género, esta institución no recibe prácticamente ninguna atención por parte de las autoridades o los medios de comunicación, invisibilizando los casos de violencia doméstica y dejando a sus víctimas en total desamparo.
Ruth Mumbi, activista por la justicia social y defensora de los derechos de la mujer keniana, es una de las fundadoras de Bunge la Wamama Mashinani (BLWM) o Parlamento de Mujeres de Base, una organización que lucha para dar voz a las pobladoras de los asentamientos informales, frente a una dominante sociedad patriarcal. “Las mujeres de los slums, debido a las altas tasa de desempleo, están expuestas a muchos más riesgos que las de otras partes de Kenia. Están en el ojo de mira del crimen y la violencia. Las características físicas de estos barrios –caminos estrechos, canales de drenaje abiertos y zonas no iluminadas–, convierten las barriadas urbanas en lugares perfectos para las violaciones y los asaltos”, lamenta la experta. “El patriarcado keniano en el gobierno ha dejado un vacío legal que permite la humillación de las mujeres. La tendencia emergente en Kenia de desnudar a las mujeres en público es muy preocupante. A mi modo de ver, el poder masculino castiga a la mujer, degradándola y robándole la dignidad”, denuncia Ruth enérgicamente.
Planeta Futuro ya se hizo eco de las recientes protestas generadas en la capital a causa de la violencia machista, ahora reflejada en espacios públicos y exhibida en Youtube. Pero algunas chicas ya no van a estar más en la tesitura de víctimas.
Jean Atieno, que es conocida entre los suyos como Sonko, entra en la sala de entrenamiento, en la Kariobangi Social Hall: una pequeña habitación de diez metros cuadrados en medio de un campo de deportes de la comunidad. Sus alumnas, un grupo de niñas de 13 años, la están esperando mientras calientan los puños con un saco que cuelga de la pared. Con 26 años, y boxeando desde los 19, Jean se ha convertido en una inspiración para las benjaminas del barrio. “Nuestro lema es: 'Chicas fuertes, comunidades seguras'. Aunque no nos referimos a luchadoras. Somos boxeadoras, no belicosas, y si luchamos es para defendernos, no para pelear porque sí”, dice tímidamente. Sin embargo, su timidez se desvanece rápidamente al colocarse y atarse los guantes. Empieza a dar instrucciones con voz firme a sus alumnas, mientras diferentes sparrings masculinos (o parejas de entrenamiento) se mueven sudados por el pequeño espacio. Mientras tanto, por las ventanas del recinto se asoman miradas de curiosos de todas las edades.
Hace cuarenta años, cuando Muhammad Ali derrotó a Georges Foreman en el famoso combate Rumble in the Jungle celebrado en Kinshasa, era inimaginable encontrarse un ring africano con campeonas de boxeo como las Box Girls de Kenia. Sin embargo, gracias a esta organización sin ánimo de lucro fundada por Alfred Analo Anjere, alias Priest, se beneficia a un millar de mujeres en diferentes slums y localidades del país. Con ello, las boxeadoras kenianas lideran hoy el panorama regional femenino.
Priest, de 41 años, practica el boxeo desde crío. “Llevo quince años entrenando a mujeres, aunque registré Box Girls como organización hace solo siete. Lo hice, principalmente, porque percibí una amenaza constante hacia ellas, sobre todo en la parte este de Nairobi. Pero también, para destruir el imaginario colectivo y los estereotipos acerca de que son el sexo débil”, dice el coach del equipo. Insiste y subraya: “Las mujeres no son el sexo débil. Son líderes, porque el boxeo es liderazgo”. En esto, las chicas de la organización despuntan de manera extraordinaria.
Sarah Achieng, más conocida como Ángel de Guerra, es hoy la campeona de boxeo femenino del África del Este y Central en la categoría de peso pluma. Con ella, la perspectiva de género en este deporte se ha transformado. “Gracias a la organización, adquirí la disciplina necesaria y gané la confianza que se requiere para subir al cuadrilátero”, reconoce esta boxeadora profesional. “Pero intento que el boxeo no sea solamente mi modo de ganarme la vida, sino que trabajo para que la comunidad también se beneficie de sus virtudes. Kariobangi es un área muy deprimida. Las mujeres aquí viven una inseguridad altísima. Hay muchas violaciones y embarazos precoces. Bastantes chicas contraen el VIH a causa de estos abusos. Además, también sufren más desempleo y mayores niveles de pobreza que los hombres debido a que, a menudo, son madres solteras y tienen que hacer frente ellas solas a la economía doméstica. Pero la vida de muchas chicas está cambiando gracias al proyecto de boxeo. Ganan confianza en sí mismas e incluso pueden ganar algo de dinero. Son capaces de defenderse ante posibles agresiones machistas. También aprenden sobre sus derechos y la necesidad de ser asertivas con sus vidas o sobre su propia sexualidad; adquieren valores hacia la comunidad y forman parte activa de la cohesión social del barrio”, reconoce orgullosa la campeona mientras se coloca los guantes y las protecciones para realizar su entrenamiento.
Cuando sea mayor estaré entrenando a otras chicas, para que los slums se llenen de súper heroínas y no tengamos que tener miedo nunca más Teresa, boxeadora keniana de 13 años
En sus dos horas diarias de entrenamiento, el sparring no tiene compasión, aunque Sarah le hace sudar hasta empaparle de arriba a abajo. Él le da en la cara, le da en la barriga, mientras Priest le habla de cerca, para darle instrucciones. Los músculos de las mejillas de la boxeadora tiemblan, pero sus puños y su mirada siguen firmes como rocas. “El boxeo no es solo una lucha, ayuda a las chicas a focalizar su mirada hacia un objetivo y conseguirlo. Les ayuda a adquirir responsabilidades”, dice Priest.
El responsable de esta iniciativa está orgulloso del trabajo de las Box Girls. Entrena a las mejores de la nación y de la región, y consiguió que una de sus boxeadoras, Elizabeth Odhiambo, pudiese participar en los Juegos Olímpicos de Londres en 2012, cuando después de casi un siglo de disputas debido a los extendidos prejuicios de género en el mundo, el boxeo femenino consiguió ser incluido por primera vez en la historia como deporte olímpico.
Sin embargo, el entrenador no se relaja y subraya la necesidad de seguir luchando y recibir apoyos para poder continuar con la labor de la organización. Conseguir vidas dignas en comunidades seguras. “Tenemos que dar las gracias a nuestros socios y donantes, como Women Win de Holanda o Comic Relief de Inglaterra. Pero también a la comunidad, que nos cede el espacio para entrenar y que nos apoya para que esto sea posible. Movilizar a los vecinos es esencial, porque al involucrarlos en el proyecto, es mucho más fácil penetrar en el imaginario colectivo ya sea a través de charlas de sensibilización o de clases gratuitas de boxeo. La comunidad se ve empoderada cuando tiene a mujeres más fuertes y capaces de dirigir sus vidas. Al ser líderes, se hacen responsables de problemas que van más allá de sus propios derechos. Pueden afrontar otros retos cotidianos típicos de los slums como la gestión de los residuos o la falta de agua corriente”.
El papel femenino en la transformación social de los barrios más deprimidos es evidente. Y la educación para que sean reconocidas como líderes es básica para que la sociedad aprenda a respetar y valorar su aportación. Sin embargo, la sociedad keniana todavía parece estar muy lejos de hacerlo.
“Las prácticas culturales y las creencias arraigadas en la ciudadanía plantean retos enormes para la eliminación de la violencia machista en Kenia. Las mujeres aún no son conscientes de que sus derechos están siendo vulnerados. A menudo, los abusadores son los maridos, y ellas guardan silencio y no denuncian por miedo a romper su matrimonio o a convertirse en madres solteras. La mayoría opta por permanecer en matrimonios abusivos, porque temen el estigma que enfrentan las divorciadas ante sus propias familias. Pero otras veces, su silencio es consecuencia del difícil acceso a la justicia, que puede ser muy costoso, sobre todo para la población femenina más pobre y económicamente dependiente de sus maridos”, confiesa la feminista Ruth Mumbi.
“Desde BLWM denunciamos la vulneración de los derechos humanos y ejercemos presión al gobierno para que se persiga y castigue a los violadores. Además, conscientes del difícil acceso a la justicia por parte de las mujeres de los slums, les brindamos asesoramiento jurídico gratuito e intentamos darles cobijo cuando tienen que abandonar sus hogares”, revela la activista evidenciando los problemas económicos, políticos y sociales a los que se enfrentan las víctimas.
Su sueño es que, algún día, todas las mujeres de Kenia sean capaces de defenderse físicamente
Sin embargo, el sueño de las boxeadoras, que consiguen hacerse respetar por los hombres, es que algún día, todas las mujeres de Kenia sean capaces de defenderse físicamente. Así, no dependerán de ninguna institución que las ampare cuando ya se han convertido en víctimas. Sarah Achieng lo tiene claro: “Puede que yo sea la primera mujer campeona en la región, pero el movimiento de boxeadoras está creciendo”.
La benjamina, Teresa, representante de una nueva generación que liderará la vida política y social del país en el futuro, es una prueba de lo que este deporte puede significar. Mientras ella, campeona de 13 años camina a través del campo de fútbol de Kariobangi, los chicos de su edad se apartan y la miran con admiración. Después de una sesión de dos horas de entreno, que ha terminado con quince minutos de abdominales sin tregua, la joven camina erguida y con cara de satisfacción. Su cuerpo es delgado y aún no se ha desarrollado, pero esta chica es pura fibra. “Empecé cuando tenía 10 años y ya soy la campeona de Kenya en mi categoría. No solo me siento una campeona, sino que sé que soy una súper woman. Una súper heroína. No hay ningún chico que se atreva a tocarme en todo Kariobangi. Me respetan. Pero pase lo que pase con mi carrera, no me voy a ir de aquí. Cuando sea mayor estaré entrenando a otras chicas, para que los slums se llenen de súper heroínas y no tengamos que tener miedo nunca más”.
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