La huida hacia delante del jefe de Uber
Travis Kalanick, CEO de una plataforma de tecnología que ha puesto a la industria del taxi contra las cuerdas, parece sentirse cómodo al rozar los márgenes de lo legal
Si se dice que los perros se parecen a sus amos, en Silicon Valley la consigna es que las empresas debe ser el reflejo de sus consejeros delegados. El CEO es el líder que marca la pauta. Yahoo! cuida especialmente el diseño desde la llegada de Marissa Mayer. Google buscó inspiración en su lema Don’t be evil (no sea malo) de sus comienzos. Uber es todo descaro y crecimiento a cualquier precio. Así proyecta la personalidad de Travis Kalanick (Los Ángeles, 1976), un emprendedor de cara aniñada que roza los 40 y colecciona un polémico historial. Basta con teclear su nombre en Google para descubrir la etiqueta que le persigue. En el formulario del navegador aparece un adjetivo: “sexista”.
La historia de Travis comienza, como la de Mark Zuckerberg, en una residencia universitaria. Al igual que el cerebro de Facebook no terminó los estudios. En 1998, junto a seis compañeros de facultad, creó Scour.com, inicialmente un buscador que se terminó convirtiendo en una red de intercambio de archivos entre particulares. El éxito residía en el catálogo de 250.000 archivos que contenían música y películas. Ahí comenzó su periplo por los juzgados, los estudios le pedían 250.000 millones de dólares (200.500 millones de euros) por los derechos de autor vulnerados.
La huida hacia delante le llevó a crear Red Swoosh, un software diseñado por el mismo equipo que Scour.com, pero con una notable mejora en la rapidez de envío y descarga de documentos. Un brillante modelo de negocio que le sirvió para acercarse a los medios y conseguir aliados: fueron los reyes del streaming. En 2001 su sistema indexaba grandes archivos de vídeo con mayor celeridad que el resto. Con la primera startup se declaró en bancarrota pero con la segunda hizo caja y en 2007 Akamai pagó por ella 19 millones de dólares (más de 15 millones de euros). Parte de ese dinero lo empleó en una casa, con pista de tenis y vistas de toda la ciudad.
Amante de las redes sociales, vive la polémica de fiesta en fiesta, incluso con Gwyneth Paltrow
Dos años después volvió a la primera línea con Uber, en principio un servicio de vehículos de alto standing, pensado para rentabilizar los coches diplomáticos con usuarios esporádicos. En realidad, una plataforma de tecnología con trabajadores externos, valorada en 18.000 millones de dólares (14.584 millones de euros), que ha puesto a la industria del taxi contra las cuerdas.
Kalanick parece sentirse cómodo al rozar los márgenes de lo legal. En una salida nocturna con uno de sus mejores amigos, Sean Parker, el enfant terrible que asesoró a Facebook en sus inicios, y hoy promueve Spotify en EE UU, se enfrentó con la policía. En su afán por apurar la noche, se quedó en la acera del club que acaba de cerrar. Se negó a irse a pesar de la petición de los porteros. Su exnovia Angie You, que presenció el altercado, relata cómo insistía: “¿Cómo que me saltó la ley? ¿En qué me estoy saltando la ley?”. Hartos, llamaron a la policía, que le detuvo junto a Parker. Tuvieron que pagar 2.000 dólares de fianza. La actitud recuerda mucho a la postura de su aplicación frente a las peticiones de los taxistas y autoridades locales donde desembarcan.
Con Uber se ha propuesto transportar de todo, no solo personas. El día del gato ofrecían llevar un cachorro sin dueño a casa durante 15 minutos para jugar con él y, si se congeniaba, adoptarlo. El del helado, reparto a domicilio con sabores especiales. El 4 de julio, fiesta nacional de EE UU, todo lo necesario para celebrarlo con una barbacoa. Junto a Amazon están explorando un sistema de reparto rápido. Se convierten así en los aliados para llegar a la última milla, la más difícil en el negocio del comercio electrónico. A los conductores se les da una ruta con entrega de varios paquetes a una hora en la que apenas hay demanda de pasajeros. La mercancía también puede ser humana. Uber ofreció, cuando lanzaron el servicio en Lyon, un servicio encubierto de escorts junto a la empresa Avion de chasse, un juego de palabras que significa cazabombardero, como los aviones bélicos, y con el que en Francia se suelen referir a lo que en España sería una tía buena. Ahí comenzó la reputación machista de Kalanick. No hubo disculpa.
Sara Lacy, conocida periodista de tecnología, hizo saltar las alarmas al invitar desde su web, PandoDaily, a desinstalar la aplicación. Fue así como descubrieron la triquiñuela: aunque se borre del teléfono, la empresa mantiene el archivo con los viajes, de punto a punto. No hubo comentario al respecto, tampoco disculpa o rectificación.
La fortuna de Kalanick se estima en 3.000 millones de dólares (2.400 millones de euros) y Forbes lo coloca en el puesto 190 de hombres más ricos del mundo
En este tiempo Kalanick, cuya fortuna se estima en 3.000 millones de dólares (2.400 millones de euros) y Forbes coloca en el puesto 190 de hombres más ricos del mundo, ha vivido ajeno a esta polémica, de evento en evento, como estrella invitada. Sin dejar margen para preguntas complicadas en las escasas entrevistas que concede. Estrella en las redes sociales, le gusta compartir fotos, como en el pasado mes de mayo en una salida nocturna con Gwyneth Paltrow, con aire de bon vivant.
Su última novia conocida es Gabi Holzwarth, una joven violinista de 24 años, que hasta hace dos se ganaba la vida tocando en las calles de San José, al sur de la Bahía. Un día, actuando en la puerta del Trader Joe's, un supermercado de Palo Alto, un ejecutivo de NetApp se fijó en ella y le contrató para un evento de la empresa. De ahí a las fiestas de LinkedIn, Google y Samsung, hasta llegar a los brazos de Kalanick.
La última polémica surgió este lunes, cuando uno de sus vicepresidentes, durante una cena en la que estaban varios periodistas, incluida Arianna Huffington, desvelo la solución perfecta para tener a la prensa bajo control, especialmente a Lacy: emplear un millón de dólares contratando a cuatro periodistas de investigación y otros tantos detectives privados que buscasen y aireasen sus debilidades.
Lacy atemorizada al pensar que Uber no solo sabe dónde vive, sino también los lugares que frecuenta, ha decidido denunciarles por falta de ética. Kalanick no ha contestado a ninguno de sus 63.000 seguidores. Se ha limitado a una disculpa en 13 tuits donde explica que espera que el directivo aprenda la lección. La mayoría pide contundencia y el despido fulminante del directivo que promueve el espionaje. Kalanick, la leyenda viviente de moda en el valle, huye hacia delante.
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