Céramicas sin patrones
La fábrica de cerámicas Zanon era una de las principales de Argentina, quebró en la crisis de 2001 y desde entonces es administrada por 430 obreros que cobran el mismo salario básico
Se llama FaSinPat, Fábrica Sin Patrones. Es el nombre de la cooperativa de obreros que se hizo cargo en plena debacle de Argentina de 2001 de una de las principales fábricas de cerámica y porcelanato del país, Zanon. En una planta de ocho hectáreas, que incluye el predio donde han ofrecido conciertos benéficos desde Manu Chao hasta Ska-P, trabajan 430 obreros que ganan el mismo salario básico —entre 660 y 750 euros mensuales, según lo que produzca la planta— y solo se distinguen por las pagas adicionales por antigüedad o por trabajo nocturno o en días no laborales. Llevan 13 años en marcha, pero su producción está cayendo por la obsolescencia de las máquinas y reclaman al Gobierno de la peronista Cristina Fernández de Kirchner créditos como los que ha otorgado ya a grandes multinacionales como Fiat o General Motors.
Fuera de la fábrica situada en las afueras de Neuquén (989 kilómetros al sudoeste de Buenos Aires), sobre la ruta provincial 7, aparcan algunos coches pequeños, varios Ford Ka, y otros todoterrenos. Al traspasar el portón de entrada, a la derecha hay un salón de ventas y a la izquierda lo que los obreros llaman El Pentágono, no por su forma sino porque allí están las oficinas administrativas donde antes se desempeñaban los gerentes cuando la empresa pertenecía al inmigrante italiano que la había fundado en 1979, Luigi Zanon. Frente a El Pentágono está aparcado un autobús que el sindicato español Comisiones Obreras donó a FaSinPat. La leyenda bajo gestión obrera está pintada en el vehículo. Más atrás, el cartel Zanon es del pueblo enmarca la entrada a la nave industrial de 900 metros cuadrados cubiertos donde hasta la crisis mundial de 2008-2009 producían 400.000 metros cuadrados de cerámica y donde ahora elaboran solo la mitad.
La fábrica lleva 13 años en marcha, pero su producción está cayendo por la obsolescencia de las máquinas
La fábrica, que había quebrado en 2001 y que entonces fue tomada por los obreros, iba bien entre 2002 y 2008, al compás de la recuperación económica de Argentina, pero a partir de la gran recesión global sus competidores locales redujeron las exportaciones y volcaron su producción al mercado interno, según explica uno de sus trabajadores más antiguos, Jorge Bermúdez, que a sus 67 años se desempeña aún en el área de laboratorio. FaSinPat, que ha mantenido la marca Zanon para sus productos después de un fallo judicial de 2005, solo ha exportado en forma ocasional a Chile porque las desgastadas máquinas, que datan de entre 1980 y 1994, impiden una producción constante como la que se requiere para garantizar el abastecimiento a un cliente del extranjero.
“Otras empresas competidoras enfrentaron la crisis mundial con despidos, pero nosotros no podemos hacer eso”, advierte el secretario general del Sindicato Ceramista de la provincia de Neuquén, Marcelo Morales, obrero y portavoz de FaSinPat. “Desde 2008 ya no tenemos casi presupuesto de mantenimiento, se nos cayó la producción y hoy tenemos más demanda de la que podemos abastecer”, se lamenta Bermúdez. Además, a partir de entonces comenzó a importarse más porcelanato de China.
Como jefe del sindicato, Morales es el encargado de pedirles a las autoridades un préstamo para renovar la tecnología. “Esa es ahora nuestra gran lucha”, explica este operario de 48 años. Para ello, FaSinPat solicitó primero créditos al Banco Provincia del Neuquén (BPN), que depende del gobernador Jorge Sapag, del Movimiento Popular Neuquino (MPN), el partido que administra el distrito desde hace 52 años, y al cooperativo Banco Credicoop, que preside el diputado kirchnerista Carlos Heller. Ninguno de los dos bancos le prestó. “En el Credicoop dijeron que ellos no accedían a créditos y que nuestros balances no cerraban”, admite Morales mientras camina al lado de un horno a 1.135 grados de temperatura. Después, la fábrica recurrió al Gobierno de Fernández, que ofrece desde 2010 préstamos con bajos tipos de interés. “A las otras empresas, el Gobierno nacional les da créditos. Nosotros no pedimos otra cosa”, añade el sindicalista, que se reunió en 2012 con Axel Kicillof, entonces secretario de Política Económica y actual ministro de Economía de Argentina. “Él vio necesario el crédito para mantener los puestos de trabajo, pero por ahora no hay nada. Nosotros pedimos 70 millones de pesos, pero con la devaluación (del peso) de enero ahora necesitamos 119 millones (10,4 millones de euros)”, cuenta Morales, que ganó la elección interna del sindicato con una alianza de izquierdistas independientes y el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS), trotskista y opositor al kirchnerismo. El Gobierno de Fernández les otorga, no obstante, unos 130 euros mensuales por cada trabajador como parte de un programa de subvenciones a empresas con empleo en riesgo que creó ante la crisis mundial.
FaSinPat también reclama a la provincia de Neuquén un préstamo de 1,7 millones de euros para mantenimiento de equipos. El Parlamento local lo está analizando.
En 2001, Zanon tenía 550 empleados, pero no todos resistieron el cierre de la fábrica. No lo hizo ni el personal administrativo ni los obreros que tradicionalmente habían dirigido el Sindicato Ceramista de Neuquén sino los operarios que ganaron las elecciones internas en 2000, encabezados por Alejandro López, de la izquierda independiente, y Raúl Godoy, del PTS. Fueron 240 los que con el apoyo de buena parte de la sociedad neuquina primero acamparon frente a la fábrica cuando cerró y después la pusieron en marcha. Solo en 2004 los 550 despedidos de la fundida Zanon recibieron algo de indemnización por el cierre. De los 240 que armaron la cooperativa ahora quedan 170, pues en los últimos 13 años algunos fallecieron, otros se jubilaron o se retiraron del proyecto. En este periodo también se han ido incorporando unos 260 porque cada operario pudo sumar un familiar y además se han integrado militantes de partidos trotskistas y del Movimiento de Trabajadores Desocupados (parados) que los acompañaron en la protesta de 2001.
“No hicimos la lucha solos”, aclara Morales. “La comunidad nos apoyó: los sindicatos de docentes y (empleados) estatales nos acompañaron en el acampe, los vecinos de los barrios marginales que nos rodean nos trajeron comida, los presos de una cárcel de al lado nos donaron tres días sus raciones. El país estaba en otras circunstancias”, contextualiza Bermúdez recordando aquella Argentina con un paro del 21%, frente al 7,5% actual. Rockeros argentinos también han ido a tocar a FaSinPat, como León Gieco, Attaque 77, Rata Blanca y La Renga. “La idea es dar a la comunidad un espectáculo con entradas ‘accesibles’ (asequibles)”, argumenta Bérmúdez.
El reto para la empresa
Uno de los desafíos iniciales de los obreros era poner en marcha las máquinas sin la ayuda de los supervisores que habían desistido de involucrarse en la cooperativa. Pero ingenieros de la Universidad del Comahue, con sede en Neuquén, y de la distribuidora de gas local los ayudaron. El acuerdo con esa casa de estudios continúa y se ha ampliado a la Facultad de Ciencias Económicas para que coopere con el sector administrativo de FaSinPat. “Vienen a trabajar jóvenes ingenieros, pero se van pronto a la industria del petróleo, que les paga más”, dice Bermúdez refiriéndose a la principal fuente de ingresos en la provincia de Neuquén.
“En la administración siempre ponemos a compañeros con secundaria terminada, algunos que la hicieron con orientación contable”, explica el antiguo operario mientras recorre el área de matricería, donde la fábrica “socialista” arma los moldes de acuerdo con lo que necesita el mercado.
Para mejorar la capacitación de los obreros, FaSinPat abrió en sus instalaciones en 2012 una escuela secundaria nocturna. Hasta ese momento solo el 40% de ellos había acabado el nivel medio. En los últimos dos años se han graduado unos 15. El proyecto cuenta con el apoyo de la Universidad del Comahue y está abierto también a adultos que no trabajan en la cooperativa. “La secundaria completa es indispensable para la autogestión porque si no, caemos en la dictadura del conocimiento”, opina Bermúdez.
Otro reto radicaba en convencer a los empresarios proveedores de insumos, como arcilla, feldespato y pigmentos –éstos se importan de España y Brasil–, que la cooperativa obrera iba a cumplir con los pagos. “Incluso hubo competidores nuestros que los presionaron para que no nos vendieran, pero algunos confiaron en nosotros y, como vieron que pagábamos, volvieron otros y sumamos nuevos”, recuerda Bermúdez. Cuando aún la cooperativa no se había constituido como tal, la Asociación de Madres de Plaza de Mayo, que encabeza Hebe de Bonafini, le prestó las facturas para que compraran las materias primas. En la actualidad venden a pequeños comercios de toda Argentina y a una cadena regional de hipermercados, Tehuelche.
“Otras empresas enfrentaron la crisis mundial con despidos, pero nosotros no podemos hacer eso”, advierte un obrero
En 2009, el Parlamento neuquino votó la ley que ordenaba al Ejecutivo provincial la expropiación de la fábrica, de modo que pasara a manos de los trabajadores y dejara de formar parte del proceso de quiebra de la empresa Zanon, y en 2012 el gobernador Sapag puso en vigencia esa norma con un decreto que dio así por terminado el largo proceso judicial para que FaSinPat tuviese los papeles que certificaban el control de las instalaciones que de hecho ejercía desde 2001.
La fábrica se ha organizado con parámetros distintos de los de una empresa capitalista, incluso del de muchas cooperativas que imitan ese modelo. “Para no copiar a la patronal, dejamos de tener encargados en cada sector de la organización y tenemos coordinadores”, explica el secretario adjunto del Sindicato Ceramista de Neuquén, Natalio Navarrete, otro operario de FaSinPat. “Lo que nos diferencia de una fábrica sin patrones es la horizontalidad: los compañeros deciden lo que se hace en su sector”, cuenta Bermúdez. Una vez por semana se reúnen los coordinadores de los sectores y se plantea cómo están la producción y las ventas de la cooperativa, pero las decisiones clave, como los niveles del salario y de fabricación o las manifestaciones políticas, se adoptan en la asamblea mensual de todos los trabajadores. Por eso, los cargos dentro de la cooperativa, como el de presidente, son solo una formalidad para responder a requisitos legales. El poder real está en la asamblea, según Navarrete. “No todos son militantes políticos. Algunos empezaron a militar a partir del conflicto de 2001”, aclara Bermúdez. En las elecciones generales, “algunos votan a la izquierda, pero otros al peronismo o al MPN”, añade Morales. Uno de los dos líderes de la protesta de hace 13 años, Godoy, fue elegido diputado provincial en 2011.
La asamblea también decide las expulsiones de trabajadores. “Hay normas de convivencia que debemos respetar”, explica Morales. “Esto no puede ser una anarquía. Hay horarios que cumplir”, complementa Bermúdez. “Lo que hace daño a la gestión no puede seguir. Nadie puede chorear (robar) ni faltar el respeto”, añade Morales.
En Argentina hay más
Los cooperativistas, a su vez, rotan cada dos años de sector en esta planta que trabaja las 24 horas, en tres turnos. La idea es que nadie se anquilose en su sitio, sobre todo, aquellos que se desempeñan en las áreas de “cuello blanco”, las de ventas, administración y compras. “La idea es que todos los compañeros vean los problemas de esos tres sectores y que no haya burocratización”, argumenta Bermúdez. El Sindicato Ceramista de Neuquén también estimula la rotación. Nadie puede permanecer más de seis años en su comisión directiva ni ocupar un cargo de ese órgano por más de tres. “Si soy malo, tendré un recorrido corto y si soy bueno, voy a enseñar a las generaciones nuevas”, dice el secretario general. Una vez que pasan los tres o seis años como dirigentes, vuelven al trabajo de operario, como le sucede ahora a Godoy, después de haber encabezado el sindicato y de haber sido diputado.
“Los patrones se quedan con las ganancias, pero no con las pérdidas. Acá se reparte todo”, se enorgullece Bermúdez que lleva 30 años en la fábrica y no quiere jubilarse. Además, cada año regalan hasta 1.500 metros cuadrados de cerámica y porcelanato a escuelas, hospitales y compañeros humildes que viven en condiciones muy precarias.
Al lado de FaSinPat está la fábrica de Cerámica Neuquén, que en marzo pasado cerró y que en julio fue puesta en marcha por 75 obreros, a imagen y semejanza de Zanon. Otros 30 prefirieron retirarse. Desde 2010 otra fábrica de cerámica en la misma provincia, Stefani, en la ciudad de Cutral Có, ha seguido el mismo camino que FaSinPat. “No somos un caso único. Hay una fábrica con gestión similar en Brasil”, cuenta Morales. “En Argentina hay más de 300 empresas recuperadas por sus empleados, que son cooperativos con diversos modelos de gestión. Hay casos así en Bolivia y España. De Grecia vinieron a vernos. También de Alemania, para una fábrica de bicicletas, pero no les fue bien”, cuenta Bermúdez, con la esperanza de que a FaSinPat le vaya mejor. “Si no nos dan los créditos, habrá que cortar la ruta”, advierte, combativo.
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