El futuro verde de los Rockefeller
Los herederos del magnate del petróleo quieren limpiar la imagen de su fortuna y la destinan a las energías renovables
De las seis fortunas familiares que construyeron las bases de los Estados Unidos de hoy en el siglo XIX, había una especialmente molesta para la sociedad: los Rockefeller. Su cabeza de familia, John D. Rockefeller, que empezó vendiendo pavos, se convirtió en el hombre más rico (y odiado) del mundo tras crear el negocio de las refinerías de petróleo con su compañía Standard Oil. Su ambición desmedida y monopolística y su iluminación divina (“El dinero me lo ha dado Dios”, decía) convirtieron a este magnate en una de las personas más controvertidas del cambio de siglo. Enfermo y desprestigiado, decidió legar su empresa a sus hijos y dedicarse a la filantropía, destinando su fortuna a universidades, investigación médica, la construcción del Rockefeller Center en Manhattan y la creación de su fundación.
Un siglo después, sus herederos siguen el ejemplo de su tatarabuelo. Acaban de anunciar que la Fundación Hermanos Rockefeller venderá sus inversiones en combustibles fósiles y las destinará a energías renovables. La sexta generación de los Rockefeller quiere abandonar el oro negro y apostar por un mundo verde, uniéndose a un movimiento que surgió en las universidades estadounidenses y a un fondo global filantrópico que tiene entre sus inversionistas privados al actor Mark Ruffalo (Iron Man y Begin Again).
“Estamos convencidos de que si estuviera vivo hoy, como el astuto empresario que vislumbraba el futuro, dejaría atrás los combustibles fósiles para invertir en energía limpia y renovable”, dijo sobre el tatarabuelo Stephen Heintz, el presidente actual de la fundación, en un comunicado.
El anuncio fue hecho horas después de la marcha mundial por el medio ambiente, que en Nueva York reunió a más de 300.000 personas y estaba encabezada por Leonardo DiCaprio; y coincidiendo con la cumbre sobre el clima que se está celebrando en las Naciones Unidas. La familia parece haber elegido el momento ideal y la ciudad perfecta para demostrar su compromiso con el mundo, la obligación moral que sienten de limpiar su fortuna y de continuar los pasos altruistas de todo el clan.
La Fundación Hermanos Rockefeller la crearon, en 1940, cinco nietos de John D. Rockefeller: Nelson, Laurance, Winthrop, John D. Rockefeller III y David, el único aún vivo, que celebró este verano sus 99 años envuelto en la tragedia, porque su nieto, Richard, murió en un accidente de avión. Richard era el Rockefeller más conocido por su labor humanitaria, miembro de Médicos Sin Fronteras y también presidente adjunto de esta fundación que nació con la idea de hacer buen uso del apellido ligado al petróleo, aprovechar su poder y sus recursos para crear un mundo más “democrático, sostenible y seguro”.
Cuando John D. Rockefeller abandonó la presidencia de su empresa petrolera para dedicarse a labores más generosas, no lo hizo con la intención de ganarse el favor y aprecio de los ciudadanos. No necesitaba lavar su cara, porque él estaba convencido de que había ayudado a construir una economía y una sociedad fuertes a laa que había dado energía barata. Y, simplemente, continuaba con esa labor desde otros campos. Lo mismo piensan sus herederos, orgullosos de un apellido que, un siglo después, aún conserva casi el mismo poder, que no perderán por comprometerse con el medio ambiente. Su fortuna no se verá dañada, dicen los expertos, y su imagen filantrópica se reforzará.
Según Valerie Rockefeller Wayne, tataranieta del magnate, “hay un imperativo moral para preservar un planeta saludable”. Ella, nieta de John D. Rockefeller III, uno de los creadores de la fundación de la que es fiduciaria, contaba en el New York Times que su hija de ocho años fue quien le descubrió la destrucción del hábitat del orangután en Indonesia para crear plantaciones de aceite de palma, utilizados en muchos cosméticos. “Si uso pintalabios, no me da besos”, contó como ejemplo de que el compromiso de la familia es intergeneracional y continuará en el futuro.
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