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Columna
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Osos

No hay más que ver los documentales de naturaleza y compararlos con el Parlamento

Julio Llamazares

Las autoridades de Asturias y de Castilla y León están muy contentas porque esta primavera se han contabilizado más de 50 hembras con crías en los territorios oseros de la cordillera Cantábrica, lo que certifica la recuperación del oso. Yo también me congratulo de ello, cómo no, pero, en su caso, me preocuparía más de que hubiera 50 mujeres con hijos en esos mismos territorios, que no las hay ni de lejos. Tanto ocuparnos del oso y del urogallo y al final va a resultar que la verdadera especie en extinción en muchas zonas de España es el hombre.

En el lugar en el que paso mis vacaciones viven en el invierno menos de 20 personas (hace 10 años había tres veces más) y lo mismo sucede en todos los pueblos y hasta ciudades de alrededor. Año a año la población disminuye de manera galopante en muchos lugares sin que a nadie parezca preocuparle lo más mínimo como sí sucede con el oso, el urogallo o el lince ibérico. Eso sí, los políticos continuamente hablan de la despoblación como un problema para el que anuncian medidas que nunca llegan. Lo único que llegan son los recortes de servicios y de inversiones que se justifican precisamente en lo que se denuncia: el bajo número de beneficiarios. Que es como decir que el oso desaparece porque no hay bosques mientras se talan los existentes porque cuesta mantenerlos.

La única esperanza que les queda a las personas que viven en esas regiones es que, cuando los osos estén recuperados del todo, cosa para la que ya falta poco según parece, las autoridades empiecen a preocuparse de los humanos, que al fin y al cabo nos diferenciamos poco de aquellos, sobre todo puestos de pie y gruñendo. No hay más que ver los documentales de naturaleza y compararlos con el Parlamento.

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