Hombre de acero, Twitter de oro

♦ Háblame, Twitter. Un par de veces al año se suma a Twitter un personaje tan famoso que el mero hecho de que se haya abierto una cuenta se convierte en noticia. Es un ritual informativo inevitable. Se desgrana el primer tuit como si se viniera del monte Sinaí, se mide el crecimiento de seguidores y se especula qué tipo de cuenta será. Pasó con Rupert Murdoch a finales de 2011, con Beyoncé en 2012 o con Hillary Clinton el año pasado. Este año, la red social se detuvo la noche del 11 de abril, cuando Robert Downey Jr. publicó su primer tuit. “Háblame, Twitter”, decía, ejercitando sabiamente la imagen chulesca que desprende. El alboroto fue considerable. En 48 horas había logrado su primer millón de seguidores: este hombre no es solo uno de los actores más queridos en Hollywood. También es uno de los más poderosos por protagonizar la saga de Iron man que cimienta casi todas las películas de Marvel. Fue el mejor pagado el año pasado y, como se ha sabido esta semana, lo vuelve a ser este. Hoy, el actor acumula la pasmosa cantidad de 32 tuits. Hay cinco en los que no promociona nada porque habla de su vida y sus cosas. El resto se divide entre selfies sacados en el rodaje de la secuela de Los vengadores; recordatorios del estreno de sus nuevos filmes y enlaces a trabajos de amigos suyos. Hay también uno sobre el Día de la Madre que no encaja en ninguna de estas categorías, pero las proporciones son tajantes: Downey Jr. ha venido a Twitter a vender.

♦ El medio es el actor. Esto casi era previsible. Al fin y al cabo, hoy a un actor de taquillazos le irá mejor con una buena cuenta de Twitter que con talento. Los estudios cuentan cada vez más con sus millones de seguidores —los 31 de Justin Timberlake en Twitter o los 72 de Vin Diesel en Facebook— para sus estrategias promocionales. Es la nueva moda: obligar por contrato a compartir material promocional y crear expectación.

♦ Ironía Man. Así, casi resultaba criminal que el protagonista de Iron man, la saga más taquillera de nuestro tiempo, fuera por la vida sin una cuenta en Twitter. A lo mejor nadie le obligó a hacérsela, pero tal vez sí. El caso es que la carencia se ha subsanado. No aporta mucho a Twitter tal y como está y es posible que nunca tuviera esa intención, ni siquiera al principio; pero subsanada está. Ahora solo resta que se pase la incómoda ironía de que el primer tuit, tan acorde con la imagen y personalidad con las que ha llegado tan alto, pidiera lo contrario a lo que buscaba: que le hablaran.