Emergencia infantil
Washington debe resolver el drama de miles de niños hacinados en la frontera con México
Lejos de los escenarios habituales, en la frontera entre Estados Unidos y México se está produciendo una catástrofe humanitaria inédita tanto por su naturaleza como por el lugar donde sucede. Día a día aumenta el número de niños interceptados por las patrullas fronterizas estadounidenses mientras tratan —solos, en la mayoría de los casos— de cruzar el límite entre ambos países. Son más de 52.000 menores desde el pasado mes de octubre, la mayoría de los cuales se hacinan en centros de acogida cuya capacidad ha sido sobrepasada con creces y en unas condiciones que han sido denunciadas no solo por diversas organizaciones humanitarias, sino por el senador de Texas, John Cornyn, que tras una visita dijo que jamás habría imaginado la existencia de campos de refugiados en EE UU.
El vicepresidente de país, Joe Biden, también ha alertado de la extrema gravedad de la situación, ya que los niños detenidos son solo una parte de todos los que intentan pasar. Se desconoce cuántos mueren por el camino y cuántos logrando pasar terminan siendo víctimas de las redes de trata de menores. El Ejército de EE UU ha tenido que improvisar centros con un total de 3.000 camas, que apenas supone un mínimo alivio para los lugares de acogida. Esta semana el papa Francisco ha pedido que, como medida de urgencia, se proteja y acoja a estos niños.
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Hay dos factores que agravan la crisis. Por un lado, la paralización de la reforma migratoria en Washington, debido a un bloqueo republicano en el Congreso que está consiguiendo el efecto contrario al que se pretende: existe el convencimiento de que tarde o temprano EE UU procederá a una masiva regularización de inmigrantes indocumentados, lo que significa que, mientras ésta no se apruebe, todo aquel que logre ahora penetrar en territorio estadounidense terminará consiguiendo la residencia legal cuando se produzca dicha regularización. Con su actitud, los republicanos han generado un efecto llamada de proporciones gigantes.
El segundo factor es más de fondo y afecta a la naturaleza de la política migratoria de un país forjado desde sus inicios por inmigrantes que llegaron prácticamente con lo puesto y que ahora un sector de sus descendientes quiere convertir en una especie de fortaleza inexpugnable, algo que no ha logrado nunca ningún país. Mientras se dirime esta cuestión, miles de niños aguardan una solución. Y esa debería ser la prioridad.
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