El legado envenenado de la familia Banús
Una herencia millonaria enfrenta a los descendientes de Juan Banús dueño de la inmobilaria más poderosa del franquismo
Seguro que usted conoce Puerto Banús y el Valle de los Caídos. Ambas construcciones tuvieron detrás al mismo clan de promotores: los hermanos Juan y José Banús. Una familia que amasó mucho dinero en obras, en una España en plena posguerra. Todavía hoy los descendientes de Juan, que como su hermano murió hace 30 años, se enfrentan por su herencia. Un legado que, teniendo en cuenta el patrimonio familiar, se tasa en decenas de millones.
José murió sin descendencia, pero Juan tuvo cinco hijos, dos varones, Juan y Antonio, y tres mujeres, Dolores, María Pilar y Elvira. Viven Antonio y Elvira, pero están enfrentados. Las últimas voluntades de Juan Banús incluían una cláusula poco común, conocida como Socini, que obliga a retirar parte del dinero recibido a aquel que inicie un proceso judicial que cuestione el testamento. Tal vez el deseo del patriarca al añadir este punto era que su familia no acabara como tantas otras que nadan en la abundancia. Anhelaba evitar que su descendencia se enfrentara en los juzgados. Pero si era ese su deseo, no lo logró.
Las hermanas consideraron que la cantidad que recibían los varones era más jugosa y solicitaron que la revalorización de las acciones de la empresa familiar se incluyera en el tercio legítimo (la parte de la herencia que debe cobrar obligatoriamente un descendiente directo). Y decidieron poner el tema en manos de los abogados para exigir a sus hermanos 33 millones de euros. La batalla judicial dura ya dos décadas. La herida provocada por tantos años de litigios es tan profunda que los dos bandos no se dirigen la palabra. “Es una familia dividida”, según explican fuentes cercanas a los Banús. A un lado está Antonio; al otro, Elvira.
Hoy Antonio, el hijo que ha resultado vencedor en esta última contienda judicial y un premiado bodeguero, está envuelto en el caso Emperador, una de las mayores tramas de contrabando y blanqueo de dinero destapada en España. Su nombre aparece en el sumario del caso por haber blanqueado supuestamente 400.000 euros. A principios de junio declaró ante el juez y quedó en libertad con cargos.
La desconfianza entre ambas partes de la familia es tal que el portavoz de Elvira y sus hijos recalca la coincidencia de que la sentencia sobre la herencia se haya hecho pública casi al mismo tiempo que la cita de Antonio con el juez por el caso Emperador. “Este tipo de procesos no contribuyen a la paz familiar evidentemente”, explica escuetamente un discreto Fernando Castedo, letrado de Antonio.
El legado de José Banús, que murió sin hijos, ha llevado otros derroteros. Falleció en 1984 en una clínica de Madrid, con 80 años; su esposa lo hizo en 1992. La viuda de este hermano Banús legó su patrimonio (4,6 millones de euros) a una fundación —constituida en 1998 por sus cuatro albaceas y personas de confianza— destinada a la promoción cultural, deportiva y turística de Marbella. La Fundación José Banús Masdeu y Pilar Calvo y Sánchez de León ha promovido desde entonces miles de acciones: teatro, ópera, exposiciones, premios culturales y becas en los ámbitos artístico y deportivo.
José puso rumbo a la Costa del Sol en la década de los años sesenta para escribir una de las páginas más destacadas del turismo de calidad del país y dar un giro de 180 grados a su carrera. En Marbella urdió una completa ciudad de servicios enfocada a la diversión de los visitantes adinerados de la que sería la infraestructura estrella del proyecto, el puerto deportivo que lleva su nombre, inaugurado en 1970 y sinónimo aún de lujo y glamur. Una plaza de toros, varios hoteles, un casino, dos campos de golf (uno de ellos diseñado por Robert Trent Jones, una eminencia internacional en este trabajo) y un largo etcétera.
Antonio, el hijo que ha ganado la última batalla judicial, está implicado en el 'caso Emperador'
Mientras José rediseñaba el perfil de Marbella, Juan proseguía edificando en un Madrid con verdaderos problemas de alojamiento debido a la inmigración masiva del campo. La visión inmobiliaria y vital de ambos divergía demasiado como para prolongar una unión que hasta el momento había sido más que fructífera. Juan cumplió su sueño de levantar en la capital una inmensa ciudad jardín: el barrio de Mirasierra, y otro más popular: el de la Concepción.
Como detalle del poderío de esta familia, un compañero de escuela recuerda que los Banús eran los únicos que tenían un futbolín en casa, un lujo que no muchos domicilios españoles en los años cuarenta se podían permitir.
La historia de la familia Banús tiene un origen mucho más humilde que el que envuelve las disputas por un legado millonario. El impulso constructor de este clan nació en La Masó, un pequeño pueblo de Tarragona del que son originarios. El abuelo Banús tenía objetivos ambiciosos para su carrera y decidió sembrar la geografía española con sus obras. Suyos son el puerto de Bermeo (Bilbao) y un tramo de ferrocarril en Zamora. Bajo el régimen de Franco, la empresa comenzó a nutrirse de obras públicas. El decano de los arquitectos de Madrid, José Antonio Granero, destaca el papel fundamental de estos constructores en aquella España que comenzaba a remozarse. La mayoría de su fortuna se generó por las “privilegiadas relaciones” de los Banús y la Administración pública, apunta Granero.
A José Banús se le otorga siempre en el ámbito turístico el calificativo de “visionario” y “pionero”. “Sembró los pilares de Marbella junto a Alfonso de Hohenlohe”, apunta un conocido de la familia. La diferencia entre ambos, añade, es que el ambiente del Marbella Club, la gran obra del príncipe alemán, estaba limitada a un grupo reducido de personas. Puerto Banús se convirtió en un valor añadido para el desarrollo económico y social de la ciudad. El recinto es su escaparate más vistoso, y en la década de los noventa pudo sortear un intento de control por parte de Jesús Gil.
Pilar Calvo y Sánchez de León, casada con José, es para muchos “el alma” de la idea de su marido de convertir ese rincón del litoral malagueño en un reclamo de la jet set internacional. “Se movían mucho por Montecarlo y eran conscientes de que un centro turístico no se sostiene solo con equipamientos y buen clima, sino que hay que ofrecer espectáculo”, comenta este allegado. Festivales de ópera, cenas de postín y campeonatos internacionales de golf. De los contactos que tenía Banús dejó evidencia la inauguración del puerto deportivo el 18 de mayo de 1970, que no se perdieron Gracia y Rainiero de Mónaco, los entonces Príncipes de Asturias (don Juan Carlos y doña Sofía), Liza Minnelli y el magnate Onassis. Tiempos dorados en los que el legado de los Banús aún no estaba envenenado.
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