_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Señor Snow

La idea de usar la ciencia en el área de derechos humanos comenzó en la Argentina. Los países europeos tienen ahora sus equipos. Pero los argentinos fueron pioneros

Leila Guerriero

Fumaba mucho, bebía con gusto, usaba un sombrerito raro, mezcla de Humphrey Bogart e Indiana Jones. Había nacido en Texas, en 1928. Era antropólogo forense. Había participado de la identificación de los restos de Josef Mengele, y hecho lo propio con los de personas acribilladas en masacres generosas: Croacia, el Congo, mi país. Vino a Argentina por primera vez en 1984 y conoció a un estudiante de medicina —Morris Tidball-Binz—, a quien pidió ayuda para exhumar siete cuerpos de posibles desaparecidos. Tidball-Binz, para ayudarlo, le presentó a un puñado de estudiantes de antropología —Douglas Cairns, Mercedes Doretti, Patricia Bernardi, Luis Fondebrider—, a quienes el hombre explicó las condiciones del trabajo: deprimente, peligroso, sin paga. Los estudiantes dijeron que sí, lo acompañaron a hacer esas exhumaciones, aprendieron de él una profesión que, en un país que salía de una dictadura, muchos miraban con sospecha y, en 1987, formaron el Equipo Argentino de Antropología Forense. Desde entonces, el EAAF trabaja identificando restos de víctimas del terrorismo de Estado en Argentina y en más de treinta países. "La idea de usar la ciencia en el área de derechos humanos comenzó en Argentina. Los países europeos tienen ahora sus equipos. Pero los argentinos fueron pioneros", dijo de ellos, con orgullo, aquel hombre que fuera su maestro. Hace unos días, Patricia Bernardi me escribió desde Georgia diciendo que el 16 de mayo había muerto aquel hombre, el maestro de todos: Clyde Snow. En la página del Equipo puede leerse, desde entonces: "Familias de personas desaparecidas y asesinadas en conflictos alrededor del mundo encontraron en Snow la posibilidad de una investigación forense independiente, la identificación de los restos de sus seres queridos y el aporte de pruebas a la justicia”. Muere mucha gente. Y a veces muere un hombre indispensable.

 

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Leila Guerriero
Periodista argentina, su trabajo se publica en diversos medios de América Latina y Europa. Es autora de los libros: 'Los suicidas del fin del mundo', 'Frutos extraños', 'Una historia sencilla', 'Opus Gelber', 'Teoría de la gravedad' y 'La otra guerra', entre otros. Colabora en la Cadena SER. En EL PAÍS escribe columnas, crónicas y perfiles.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_