Menos jóvenes y más canosos
España ha perdido más de medio millón de extranjeros, cuya edad media es más baja que la general
La baja natalidad suscita cierto temor en la Europa envejecida, porque ¿quién cuidará de las generaciones canosas, quién trabajará para pagar sus pensiones? En España se quitaba importancia a esos miedos cuando la inmigración llegaba a borbotones para trabajar en la construcción u ocupar los empleos agrarios desertados por los españoles; menos mal, se decía entonces, que los extranjeros compensan los pocos hijos que tienen los nacionales. Pese a lo cual algunos partidos políticos empezaron a señalar, desde mediados del decenio pasado, que dónde íbamos a parar con tanto inmigrante.
El Instituto Nacional de Estadística (INE) acaba de comunicar un gran bajón en el número de extranjeros inscritos: 545.980 menos en un año. La población total se queda ahora en 46,7 millones. Es posible que una parte de la caída se deba a la depuración de padrones hinchados, si bien la destrucción de empleo explica el grueso de esa tendencia al éxodo.
El paro juvenil en España persiste en uno de los niveles más elevados de la Unión Europea, pero el retraso en la edad de jubilación y la reducción de las pensiones públicas tampoco parecen fenómenos coyunturales. Los que peinan canas o van en camino de hacerlo tendrán dificultades para mantener un buen nivel de vida sin un cambio de condiciones que les lleve a mantenerse más tiempo en activo, a fin de financiar mejor vidas más largas. Según Thomas Piketty, el economista de moda (citado por The Economist), desde los años 30 del siglo pasado nunca se había dado tanta diferencia media de riqueza entre un francés de 80 años y la de otro veinte o treinta años más joven.
No hay duda de que los mayores serán una parte cada vez más grande de la población en España. Es otra razón para lamentar la pérdida de inmigrantes, que empuja al envejecimiento global del país: la edad media de los extranjeros inscritos en el padrón (34,9 años) es claramente inferior a la de los españoles (43).
Por eso conviene alcanzar las edades provectas en activo y con la mayor formación posible. Lo de vivir de pensiones pagadas por los jóvenes tiene pinta de ser un bien escaso.
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