La nueva Ségolène se llama Najat
Ha sido la voz de un gobierno en caída libre. A pesar de ello, a sus 36 años, es una de las políticas mejor valoradas de Francia y recibe el premio de un superministerio Su marido, Boris Vallaud, es la mano derecha del ministro de Economía La pareja, como Royal y Hollande en los noventa, encarna hoy el futuro de la izquierda francesa
La entrada triunfal de Ségolène Royal en el nuevo Gobierno francés, con su excompañero François Hollande de presidente de la República, ha hecho inevitable recordar la particular historia de esta pareja, en la que la vida privada ha marcado la carrera de ambos. La propia Royal considera que no es hoy primera ministra por su pasado común con el mandatario. A la sombra de estos elefantes, reunidos de nuevo por pragmatismo político, otra pareja con futuro se va abriendo camino en el seno del Gobierno francés: la de la ministra de los Derechos de las Mujeres, Urbanismo, Juventud y Deportes, Najat Vallaud-Belkacem, y su marido Boris Vallaud, mano derecha del todopoderoso ministro de Economía e Industria, Arnaud Montebourg.
Portavoz del Gobierno en los dos últimos años y ya entonces ministra de los Derechos de la Mujer, Vallaud-Belkacem se ha convertido con tan solo 36 años en una de las políticas mejor valoradas en Francia, en momentos en que los ciudadanos han mostrado desapego por su clase política. No es sorprendente que el nuevo primer ministro, Manuel Valls, optara por mantenerla en el Ejecutivo. Si bien ha perdido la mediática tarea de ser la voz del Gobierno —sin duda una liberación y un alivio, aunque la interesada no lo acabe de admitir en público—, ha visto ampliado su ministerio, en una muestra de reconocimiento por su labor, incorporando las mencionadas carteras de Urbanismo, Juventud y Deportes: un superministerio de temáticas sociales y transversales.
Totalmente desconocido para el público, su marido, Boris Vallaud, de 38 años y con el que tiene gemelos, Nour y Louis, sigue por su parte su recorrido en las arcanas del poder. Fue director general de servicios del consejero general del departamento de Saône et Loire (este de Francia) cuando este estaba presidido por Montebourg. Dejó Lyon por París en 2013 cuando el mismo Montebourg lo nombró director de gabinete, entonces en el Ministerio de Industria. Con el cambio de Gobierno, en el que Montebourg gana peso al hacerse también con la cartera de Economía (aunque no de Finanzas), ha mantenido a su fiel colaborador como mano derecha.
Como la pareja Royal-Hollande, Vallaud y Belkacem se conocieron en los bancos de la facultad (según Paris Match, en la biblioteca del prestigioso Instituto de Estudios Políticos de París). Vallaud entró luego en la elitista Escuela Nacional de Administración (ENA), por donde ha pasado la mitad de la clase política. Belkacem se quedó a las puertas, pero preparando las pruebas de acceso conoció a una persona clave para su futuro, Caroline Collomb, la esposa del alcalde de Lyon, en cuyo equipo inició su carrera política.
Su historia es la de una mujer hecha a sí misma, que nunca saca provecho de sus etiquetas: mujer, joven y marroquí
La historia de Vallaud-Belkacem es la de una mujer hecha a sí misma. Siempre ha evitado sacar provecho de su triple etiqueta de mujer, joven y de origen marroquí, para no convertirse en un simple símbolo vacío de contenido. Pero aunque su representante de prensa se queje a menudo de que todos los perfiles de la joven empiezan por “nacida en el norte de Marruecos”, es imposible no destacar el recorrido personal de esta política, puro producto de la meritocracia y de la integración a través de la preciada escuela republicana.
Nació cerca de Nador, en la pequeña aldea de Beni Chicker, en una familia humilde, nieta de una española y de una argelina y la segunda de siete hermanos. La familia emigró a Francia cuando ella tenía cuatro años, a la periferia de Amiens, en el norte del país. El padre trabajaba como obrero mientras que la madre se ocupaba de los pequeños. Sus padres, quienes hasta hace poco “no podían votar porque no eran franceses”, son los primeros en los que pensó cuando colgó el teléfono aquel día de mayo de 2012 en el que Hollande le anunció su entrada en el Gobierno, según relató al semanario Le Point.
Licenciada también en Derecho, ejerció tres años como jurista en un despacho parisiense. Se afilió al partido socialista tras el terremoto político del 21 de abril de 2002, en el que pasó a la segunda vuelta de las presidenciales el candidato de la extrema derecha Jean-Marie Le Pen, en detrimento del socialista Lionel Jospin. Inició entonces su carrera política en la alcaldía de Lyon. El salto a la arena nacional lo dio de la mano de la misma Royal, quien hizo de ella una de sus portavoces durante su campaña presidencial en 2007 —junto al entonces desconocido Montebourg—, que perdió frente a Sarkozy. Cinco años después, Hollande hizo de ella su portavoz, primero de campaña y luego de Gobierno.
Si bien el papel en la sombra de Boris Vallaud, reservado y poco dado a aparecer en público, hace difícil calibrar su ambición y potencial recorrido, Vallaud-Belkacem es sin duda una de las grandes esperanzas del decaído partido socialista. Desde sus primeras intervenciones, la exportavoz ha ganado galones y seguridad y ha salido airosa de la difícil tarea de dar la cara por un Gobierno en caída libre en los sondeos. Como ministra, ha legislado por la penalización de los clientes de prostitución y ha promovido una de las grandes leyes sociales del Ejecutivo, la de Igualdad, que incluye la ampliación del derecho al aborto. No es casualidad que en su número futurista especial, fechado en 2053 y publicado el pasado mes de noviembre, el diario Libération la imaginara en lo más alto de la jerarquía política: presidenta de la República.
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