Los CIE son realidades paralelas

Esta entrada ha sido escrita por Belen de la Banda (@bdelabanda).
Fotografía: Pueblos Unidos
Uno de los clásicos en las películas de terror, y en las pesadillas, es ese momento en que se cierra una puerta tras de ti, y todo lo que eres repentinamente no importa y no vale nada. Nadie te cree, no sabes por qué estás allí, no puedes comunicarte con tu familia, con tus amigos. Alguien te agrede, o caes enfermo, y nadie hace nada. Has entrado en una realidad paralela donde todo es amenazador y kafkiano.
Ayer, en la presentación del informe CIE 2013: Criminalizados, Internados, Expulsados, me parecía escuchar uno de esos relatos de terror y ficción. Pero Cristina Manzanedo, Ángel, Daniel Izuzquiza, hablaban de realidades. De la realidad paralela del barrio de Aluche, en Madrid, o de la Zona Franca de Barcelona. Los miembros de Pueblos Unidos y MigraStudium que visitan estos centros han recogido durante 2013 información valiosa sobre las situaciones impropias del siglo XXI que se viven en los CIE.
El encierro: Privar a una persona de libertad es una medida excepcional, de último recurso, en las leyes españolas y europeas. A los CIE se llega por una simple falta administrativa, y durante el encierro no se garantizan los derechos fundamentales, ni la integridad física.
La información: Las personas que llegan a un CIE no son informadas de su situación legal. Ni tampoco sus familias o las ONG que los apoyan, aunque tengan autorización escrita. No saben en qué momento pueden ser expulsadas. No se les permite usar móviles, Internet, o correo electrónico, fotocopiar, o incluso papel y bolígrafo.
La vulnerabilidad: En los centros hay posibles refugiados, menores, mujeres víctimas de trata de seres humanos, personas enfermas que requieren protección. No son identificadas ni protegidas.
La salud: Si alguien cae enfermo o sufre una agresión, no se les presta una atención sanitaria adecuada. No hay enfermería. Quienes tenían tratamientos crónicos o por enfermedades mentales dejan de recibirlos. Se proporcionan sin indicación adecuada ansiolíticos y calmantes.
La disciplina: el internamiento en régimen policial produce situaciones graves, ya que los conflictos se castigan con la celda de aislamiento o con la entrada de Unidades de Intervención Policial. Hay comportamientos racistas y xenófobos, e incluso algunas agresiones aisladas por parte de ciertos policías, y se obstaculizan las denuncias.
La expulsión: se encierra y expulsa a personas arraigadas en nuestro país, que son el único sustento de sus familias, que tienen pareja e hijos aquí, o que corren peligro en sus países de origen. Se reportan agresiones policiales cuando las personas se resisten a la expulsión y son devueltas al CIE.
Podríamos pensar que esa realidad paralela no mejora porque quienes la sufren no pueden hacer valer sus derechos. El nuevo reglamento no termina de resolver muchos de estos problemas. Quizá pensamos que nunca entraremos en esa realidad paralela porque no somos inmigrantes. Pero ya está afectando a las parejas y los hijos, españoles, de personas que no han cometido ningún delito. Si esto no es un relato de terror, los derechos humanos deberían cumplirse para todos.
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