Un incordio
El Congreso de los Diputados como útero. Las informaciones televisivas que nos llegan de allí parecen, cada día más, ecografía
Los líderes, ocupados en sus cuestiones intestinas, deslideran, que viene a ser como si los panaderos despanaran, los escritores desescribieran y los guardias desguardiaran. Los líderes y sus intestinos. He ahí la cuestión. Obsesionados por el tránsito del bolo alimenticio, aquejados de colon irritable, rota la regularidad con la que acudían al baño, viven dentro de sí, dentro del Parlamento, cabe decir, donde tienen a mano todo lo que necesitan con apenas desearlo. ¿Un despacho? Un despacho. ¿Un restaurante? Un restaurante. ¿Un aseo de caballeros o señoras limpio? Un aseo de caballeros o señoras limpio. ¿Una ración de protagonismo? Una ración de protagonismo. Todo a tiro de piedra. Si les dejaran, vivirían allí de forma permanente, pues hasta las butacas poseen esa cosa ergonómica que invita al sueño.
El Congreso de los Diputados como útero. Las informaciones televisivas que nos llegan de allí parecen, cada día más, ecografías. Mira qué bien se conserva Fulana. Observa cómo le ha crecido la barba a Mengano. Ahí los ves, flotando en el líquido amniótico de un trabajo tranquilo, seguro, convenientemente remunerado. ¿Qué razones tendrían para salir a la calle, para bajar a nuestros barrios, para echar un vistazo a nuestra lista de la compra, para ponerse al frente, en suma, de las iniciativas que la ciudadanía se ve obligada a montar por cuenta propia, sin apenas medios y con la amenaza de una ley de orden público pensada para desanimarnos?
Entonces, no es ya que seamos una china en su zapato, es que empezamos a constituir un verdadero incordio para sus intereses, centrados ahora en el reparto de puestos para las elecciones europeas. De ahí que estén atravesando la barrera de la pasividad y penetrando en el territorio de la actividad inversa. En eso, más o menos, consiste desliderar: en liderar al revés.
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