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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Escalada en Ucrania

Yanukóvich se equivocó al subestimar la capacidad de reacción de la sociedad civil

Después de dos meses de parálisis, y en medio de una temible escalada de violencia, los acontecimientos se precipitan en Ucrania sin que por el momento se acabe de vislumbrar una salida clara a la crisis política que sacude el país. Asediado por una movilización ciudadana que se extiende ya por varias ciudades y presionado por los líderes europeos, el presidente Víktor Yanukóvich anunció ayer una remodelación del Gobierno y la modificación de una serie de leyes represivas que han incendiado las calles de Kiev. El anuncio, realizado tras entrevistarse con el comisario europeo de Ampliación, Stefan Füle, no deja de suscitar recelos dada la trayectoria de Yanukóvich, experto en ganar tiempo para luego enrocarse en sus posiciones.

Pero esta vez la situación parece desbordada. Lo que comenzó en noviembre como una protesta contra el portazo del presidente al Acuerdo de Asociación con la UE —que se vio sustituido por un convenio con Rusia y el desembolso de una cuantiosa ayuda del Kremlin— se ha convertido en una rebelión abierta contra un Gobierno que tiene sumido al país en la recesión y la corrupción rampante. La aprobación, por el nada ortodoxo método de la mano alzada, de unas leyes que restringen severamente el derecho de reunión y manifestación acabó por inflamar los espíritus. Justo cuando se cumple el noveno aniversario de la revolución naranja, la sociedad civil ucrania resurge en el Euromaidán con una vitalidad inusitada y dicta la agenda a los partidos de oposición.

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Se trata, sin duda, de una crisis muy compleja en un escenario frágil, dividido entre un Occidente proeuropeo y un Oriente rusohablante. Una eventual integración en Europa suscita en el este el temor a que los controles comunitarios y las represalias rusas acaben destruyendo muchos puestos de trabajo, mientras que la aproximación a la órbita exsoviética provoca el rechazo de un Occidente que apuesta por la modernización y el aperturismo.

En juego está también el poder político. Para Yanukóvich y quienes lo sostienen, es más tentador militar en la Unión Aduanera de Rusia y codearse con los dictadores de Bielorrusia y Kazajistán que formar parte de un club europeo con reglas estrictas en cuanto a la democracia y las libertades. En cualquier caso, y por lo que se está viendo, Yanukóvich hizo un mal cálculo al pensar que podía seguir la deriva autoritaria de Putin. Lo que está en peligro es la propia unidad del país.

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