Nadia cambia de armas, pero sigue en la lucha
La ideóloga de Pussy Riot es ya un símbolo de la lucha por la libertad No hay consenso en la idoneidad de sus acciones, como el rezo punk del que se cumplen dos años y que ella misma califica de “error ético”; pero sí en la desmesura del castigo La estudiante de Filosofía ya es libre y ultima una fundación para defender a los presos rusos
Pelo negro, mirada lánguida, labios carnosos y, para deleite de los hispanos y revolucionarios de cualquier país, una camiseta que tiene estampado un puño en alto y el lema “¡No pasarán!”, en español. Esta es Nadezhda Tolokónnikova, que se ha convertido, según quien la mire, en un símbolo de la lucha por la libertad de expresión sin fronteras, en una provocadora sacrílega o, incluso, en un símbolo sexual, como lo demuestran las encuestas realizadas entre la población masculina: el año pasado estuvo entre las cien mujeres más deseadas del mundo, según la revista online Askmen, y entre las veinte primeras de la versión rusa de la revista Maxim.
Esta estudiante de Filosofía de 24 años es considerada por algunos observadores como el cerebro, la ideóloga, del grupo Pussy Riot. Toloknó, como le dicen abreviadamente, demostró su rebeldía ya antes de formar parte de la banda punk que saltó a la fama a principios de 2012, después de escenificar en el altar de la catedral del Cristo Redentor una plegaria en la que le pedían a la Virgen María que expulsara al presidente Vladímir Putin del Kremlin.
El 29 de febrero de 2008, como miembro del grupo Voiná (Guerra), Tolokónnikova participó en una performance realizada en el Museo de Biología bajo el lema “Folla por el Osito Heredero”, una protesta por el traspaso de la presidencia de manos de Putin a Dmitri Medvédev, cuyo apellido se traduce precisamente como osuno. Varias parejas, entre las que se encontraba Tolokónnikova en avanzado estado de embarazo (daría a luz a una niña, Guera, en marzo), se desnudaron y comenzaron a practicar sexo (o a simularlo) ante el público y las cámaras.
Su primera ‘performance’ provocadora fue practicar sexo en un museo para protestar contra Medvédev
La explicación de esa performance, que sus participantes consideraban arte conceptual, era sencilla: “El poder nos jode, y parece que al pueblo le gusta; jodamos, pues, por el Osito”.
Aquella fue la primera acción provocadora de Tolokónnikova que saltó a las primeras planas. Pero su activismo artístico-político no cesó después del nacimiento de su hija: en 2010 estuvo entre los que dibujaron un enorme falo en la sección del puente basculante de Liteini de San Petersburgo que, al levantarse en la noche para dejar pasar a los barcos, quedó frente a la Gran Casa, la sede del Servicio de Seguridad de la ciudad. También participó en el “juicio de las cucarachas” ese mismo año —el día en que dictaban sentencia contra los organizadores de la exposición El arte prohibido: 2006 soltaron 3.000 insectos gigantes africanos en el juzgado moscovita de Taganka— y en otras performances, generalmente acompañada de su pareja, Piotr Verzílov, que también había formado parte del grupo Voiná.
La razón de este activismo, explica, está en su deseo de cambiar el actual régimen: “Lucho para que mi hija pueda crecer en un país libre”, ha dicho, y “amo a Rusia, pero odio a Putin”. Tolokónnikova considera que su combate es más amplio: “Somos parte de movimiento anticapitalista mundial, que lo forman anarquistas, trotskistas, feministas, autonomistas”, declaró en una entrevista a la revista alemana Spiegel.
Sin embargo, su paso por la cárcel parece haberla cambiado. Al menos, dice que ahora no participaría en una orgía como la del museo y considera también que el rezo punk en la catedral de Cristo Redentor fue “un error ético”, porque no tenía “la intención de ofender a nadie”, pero millones de personas se sintieron profundamente heridas. Además, incluso entre los liberales, prácticamente nadie apoyó propiamente tal acción. Sí defendieron a las Pussy Riot por considerar que la condena era demasiado dura, desproporcionada con lo que habían hecho. Mijaíl Jodorkovski, a quien Nadia ha dicho que le gustaría ver en el puesto de Putin, declaró que no podía justificar lo que las jóvenes habían realizado en la principal iglesia del país.
Todos con Toloknó
Tras la condena a prisión de las Pussy Riot fueron muchas las caras conocidas que expresaron su apoyo. Madonna pidió su liberación tras un concierto en Moscú; Paul McCartney escribió una carta en su propia web, y los Red Hot Chilli Peppers se vistieron con camisetas de apoyo a las jóvenes. U2, Adele, Radiohead, Bruce Springsteen o Sting también firmaron la carta de Amnistía Internacional que pedía su excarcelación.
El problema, según Tolokónnikova, es que la mayoría de la gente “no comprendió la performance, entre otras cosas, porque no entiende el arte contemporáneo”. “A mí no me gusta herir a las personas, sobre todo cuando ellas no se lo merecen”, sostiene.
¿Significa eso que se arrepiente de lo que hizo? De ninguna manera. “Tengo como regla no renunciar a nada de lo que forma mi pasado, considero que absolutamente todo lo que he hecho ha sido necesario y forma los ladrillos con los que está construida mi vida. Por eso, los errores son también parte ella, y creo que la gente inteligente aprende de sus propias equivocaciones”, explica.
Por lo demás, el arte moderno es siempre un salirse de los marcos establecidos, opina, “incluidos los morales”. Y en cuanto a la orgía en la que participó, no teme que su hija cuando crezca le haga preguntas incómodas sobre el tema. “Creo que es superguay, porque los padres deben ser progresistas. Mi papá es así”, sostiene desafiante.
Sí, Tolokónnikova sigue siendo una provocadora, pero sus objetivos primordiales ahora son otros. Lo más urgente para ella y su colega María Aliójina es ultimar los detalles para concretar la fundación que quieren crear para defender los derechos de los presos en Rusia.
Esta labor, Tolokónnikova la comenzó en Mordovia, en el penal donde cumplía dos años de prisión por gamberrismo e incitación al odio religioso. Allí denunció las condiciones inhumanas, prácticamente de esclavitud, en las que se encontraban las reclusas y se declaró en huelga de hambre para exigir que las autoridades tomaran cartas en el asunto. Al final, optaron por enviarla a Siberia, a la región de Krasnoyarsk, desde donde fue liberada gracias a una amnistía general el pasado mes de diciembre.
Desde prisión denunció sus condiciones: 4 horas de sueño, 17 de trabajo y patatas podridas para comer
En la carta abierta que escribió en septiembre del año pasado afirmaba que las reclusas, entre las que ella misma se contaba, deben trabajar 16 o 17 horas al día, desde las siete y media de la mañana hasta las doce y media de la noche y que, con suerte, pueden dormir cuatro horas diarias. Las autoridades penitenciarias utilizan “el sistema de castigos informales” para quebrar la voluntad de las detenidas. Por ejemplo, les prohíben entrar en la barraca después del trabajo, independientemente del tiempo que haga (como consecuencia de ello, a una mujer, según Nadia, tuvieron que amputarle un pie y los dedos de las manos), o ir al baño, además de no permitirles acceso a los alimentos y bebidas que les han enviado, mientras que la comida que les ofrecen se reduce a pan duro, leche aguada y patatas podridas.
En la fundación de defensa de reclusos participarán abogados y activistas de derechos humanos, además de políticos como Alexéi Navalni, principal opositor al actual régimen. La financiación, subraya Tolokónnikova, se hará con las aportaciones de la gente y no utilizarán para ello la marca de Pussy Riot. En general, Nadia se niega a recibir dinero por lo que hace. Así, su reciente actuación como modelo para TrendsBrands la hizo gratis, con el fin de apoyar la labor social que realizan: esa tienda de Internet, por ejemplo, enviaba ropa a la prisión donde se encontraba.
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