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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La oportunidad

¿Hay quien sospecha que Convergència ha visto en la doble pregunta una vía de escape al proceso independentista?

Josep Ramoneda

El presidente del Gobierno había dicho que él solo movería ficha cuando el presidente de la Generalitat diera pasos significativos en relación con el proceso soberanista. Mas ya lo ha hecho, ahora le toca a Rajoy. Cuatro partidos catalanes, CiU, Esquerra, ICV y Cup, que suman una amplia mayoría parlamentaria y que representan un espectro ideológico que va desde el nacionalismo conservador hasta la extrema izquierda independentista, han anunciado pregunta y fecha del referéndum. Las discrepancias sobre la cuestión habían enrarecido el ambiente. La falta de avances políticos había desplazado la atención mediática hacia hechos colaterales como el congreso de historiadores España contra Cataluña y amenazaba con una lucha ideológica poco ejemplarizante. De pronto, el anuncio del acuerdo sobre el referéndum ha devuelto la política al primer plano.

La sorpresa ha venido de la doble pregunta o pregunta en rama: ¿quiere que Cataluña sea un Estado? En caso afirmativo, el elector tendrá una segunda opción: ¿quiere que sea un Estado independiente? Se podría pensar que la intención es garantista: asegurar que no hay ambigüedad alguna en el voto por la independencia. La realidad es que Esquerra tiene que aceptar en aras al consenso una fórmula que no es clara ni binaria como ha defendido siempre. La presión de Unió y de Iniciativa ha tenido éxito. ¿Hay quien sospecha que Convergència ha visto en la doble pregunta una vía de escape al proceso independentista? Muy probablemente, la clave del acuerdo es otra: se ha pensado en la acumulación de capital político, no en el referéndum que se sospecha que nunca será autorizado. En cualquier caso, el PSC queda en una incómoda tesitura: la condición para incorporarse al referéndum —que no fuera solo por la independencia— se ha cumplido. Si se mantiene al margen, se alinea definitivamente con PP y Ciutadans.

Rajoy tiene una propuesta sobre la mesa. Se da por supuesto que la rechazará. El acuerdo cierra una etapa, la de las discusiones previas entre los partidos catalanes, pero no cambia significativamente las expectativas. El enunciado de pregunta y fecha generará un gran revuelo en la política española y alta tensión mediática, pero no variará la hoja de ruta: no al referéndum, no a la consulta, por parte del Gobierno español, y elecciones anticipadas en Cataluña al final del camino. Sin embargo, es indudable que la pregunta formulada abre campo al Gobierno español. Porque el diferencial entre el primer sí, el del cambio en la relación con España, y el segundo sí, la independencia, será decisivo. Y si fuera favorable al primero, el referéndum abriría la vía de la negociación de un nuevo pacto constitucional, la tercera vía que nadie ha sido capaz de proponer hasta ahora. Pero el miedo y la ceguera de los políticos que deciden en Madrid hacen que el referéndum sea improbable. La pregunta ofrece una opción a Rajoy y a Rubalcaba que no sabrán aprovechar por razones de principios: el nacionalismo español también ensombrece la mente.

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