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Una exconvicta de éxito

El amor llevó a Piper Kerman a prisión por traficar con drogas Su experiencia de 15 meses la contó en un libro, que se ha convertido en un ‘best seller’ y en una aclamada serie Hoy vive más relajada y trabaja para ayudar a las mujeres

Toni García
Piper Kerman y, a la derecha, Taylor Schilling, la actriz que protagoniza su historia como presa en una cárcel de mujeres en 'Orange is the new black'.
Piper Kerman y, a la derecha, Taylor Schilling, la actriz que protagoniza su historia como presa en una cárcel de mujeres en 'Orange is the new black'.GETTY

Piper Kerman (Boston, 1969) sufrió en 1993 una mala racha: su relación con una traficante de drogas acabó con ella ejerciendo de mula para el transporte de dinero y estupefacientes por el planeta. Kerman dejó el mundillo tras comprobar lo volubles que resultaban los sentimientos en un universo tan nocivo. Y puso pies en polvorosa. Pero el pasado se empeñó en volver mordiendo, y en 1998 fue declarada culpable de dos cargos de tráfico de drogas y uno de blanqueo de dinero y condenada a 15 meses de prisión (aunque la condena solicitada fue de seis años). La estadounidense, viviendo de forma completamente distinta por entonces, asumió la pena y entró en una cárcel de mínima seguridad en 2004. De su experiencia surgió en 2011 el libro Orange is the new black. Crónica de mi año en una prisión federal de mujeres (que la editorial Ariel publicará en España en febrero), que se convirtió en un best seller tan pronto como pisó la calle y en una serie de televisión con el mismo nombre que se ha convertido en la revelación catódica de este año. Por el camino, Kerman ha pasado de exconvicta a una de las personalidades más solicitadas en los círculos de celebrities comprometidas.

“Por supuesto, la cárcel me cambió, pero no solo por perder la libertad, sino porque cambió mi perspectiva sobre un buen número de cosas. El éxito del libro fue una sorpresa, y creo que si llegó a tanta gente es porque contaba algo que está absolutamente escondido”, cuenta Kerman en conversación telefónica desde un tren que la devuelve a Nueva York después de una semana dedicada a sus colaboraciones con diversas ONG. La novelista vive ahora una rutina muy distinta de la que sufrió a mediados de la década de los 2000: “Cuando entras en la cárcel, lo único que tienes es miedo, no hay curiosidad porque el pánico lo ocupa todo. Lo último que esperas es que la gente empiece a preocuparse por ti, pero eso es lo que me pasó a mí: las presas me ofrecían una taza de café, una manta o un cepillo de dientes. Así que, durante ese proceso, todo lo que te habían metido en la cabeza desaparece y da paso a una época de observación donde lo único que intentas es no meterte en líos. Finalmente, te integras y pasas a ser parte de una familia. Sé que suena a tópico, pero así es como es”, explica Kerman, que acaba de cumplir 44 años y disfruta de la vida relajada de alguien que ha triunfado sin pedirlo.

Su libro autobiográfico no tardó en ocupar el número uno de gran parte de las listas de ventas de EE UU, incluyendo la más prestigiosa: la del New York Times. La crítica reconoció el valor de un testimonio sobre un tema tan poco manido como el de las prisiones femeninas: “Somos una parte muy pequeña de la población carcelaria y eso nos hace aún más invisibles”, reconoce.

“Lo más difícil fue cuando se confirmó que entraría en la cárcel y tuve que esperar seis años”

Para Kerman, la escritura fue algo más que liberar demonios: “La época más difícil de mi vida fue de 1998 a 2004, cuando se confirmó que iba a entrar en prisión, pero tuve que esperar seis años a la ejecución de la sentencia. Escribir el libro fue simplemente dejarme ir y no me generó ningún trauma, más bien fue un alivio, una manera de lidiar con la presión del vacío que sentí después de aquella época”, dice quien hoy aboga por un cambio en el sistema penitenciario: “Las prisiones deberían ser la última opción y nadie debería acabar allí por un delito menor. El gran problema es la sobrepoblación, que hace inútil cualquier intento de reinserción. EE UU tiene la población carcelaria más grande del mundo y es por donde se debería empezar a trabajar”.

La serie, también alabada de forma unánime por la crítica, ha servido para que Kerman tenga ahora una vida mucho más relajada: “No tengo ningún motivo para quejarme, llevo unos años muy buenos, mis finanzas funcionan y estoy contenta de que la serie haya funcionado tan bien. La adaptación se toma muchísimas libertades, como mi relación con los guardias o algunos presos, momentos que son pura ficción, pero es comprensible”. La escritora no tiene planes para repetir aventura literaria y se encarga de definir la estrategia de diversas ONG que ayudan a mujeres en situaciones de riesgo. “El pasado siempre vuelve para ajustar las cuentas, y por eso es tan importante resolver cualquier problema en tiempo presente. Así evitas que, años después de meter la pata, unos agentes federales se presenten en tu casa y te digan que quedas detenida y que vas a ir a la cárcel. Créeme, lo sé de primera mano”, concluye Kerman.

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