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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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¡Vuelve la media!

Díaz ha hecho una declaración de principios enseñando piernas robustas y pies bien asentados, paso firme y tacón estable. Al igual que Cospedal, favorece la combinación blanco y negro, porque su política es un juego de damas.

Boris Izaguirre
Susana Díaz, en el Parlamento andaluz durante su investidura.
Susana Díaz, en el Parlamento andaluz durante su investidura.julián rojas

No hay nada que fascine más a la moda que el regreso de otra moda anterior. En la moda todo vuelve, las patas de elefante en los pantalones, los bolsos de Chanel con cadena dorada. Las décadas se reestudian cada 20 años, la ropa se reactiva a través del revival mientras seguimos sin saber cuál es la diferencia entre retro y vintage. Salvo las hombreras, que se resisten por alguna patología poco analizada, la moda es esa gran vampira que jamás se cansa de retroalimentarse. Y cuando creíamos que las medias correrían igual suerte que las hombreras, aparece Susana Díaz, la nueva heroína socialdemócrata, y en su puesta de largo como heredera del santo Griñán, baja las escaleras del Parlamento andaluz con falda corta y medias.

Son cosas de la primera semana de septiembre. Como los “visitantes” borrados del disco duro, durísimo, del ordenador del señor Bárcenas probablemente por otros visitantes del mismo partido. O los 31 parados que bajaron la tasa de desempleo en agosto, uno por día. Como la millonaria llegada de Gareth Bale, el segundo fichaje más caro del club, con su cara de niño bueno y su relamido gesto de ofrecer un corazón hecho con sus manos al marcar un gol hecho con sus pies.

O la petición de vestir chistera en la boda religiosa de Fran Rivera, cuando él luce una melena azabache sin ninguna cana al aire. Todo eso ha quedado turbado por las medias de la nueva presidenta de la Junta de Andalucía. Es cierto que a las mujeres profesionales les disgusta que se analice su vestimenta, pero es que Díaz ha hecho una declaración de principios enseñando piernas robustas y pies bien asentados, paso firme y tacón estable. Al igual que Cospedal, Díaz favorece la combinación blanco y negro, porque su política es un juego de damas. Y el estilo, un juego de detalles. Y allí están, protectoras, las medias transparentes gris claro con trama de topitos negros de Díaz, que muchos han querido comparar a salpicaduras de los ERE.

Una vez que arriesgas así, no necesitas paracaídas. Díaz las coordinó con unos zapatos peep-toe, que enseñan dos dedos del pie en su punta. Al vestirlos con medias, ha conseguido que se les llame Pepi-toes. “No hay nada más sorprendente que mostrar los dedos con media y, encima, con las uñas esmaltadas”, me comenta airada una anfitriona al teléfono. Pero eso a Díaz no la amilana. Ella se ha propuesto aniquilar la corrupción y devolverle a la media su santo y seña. “La media estaba prácticamente olvidada. Tanto aquí como en América. Salvo Beyoncé, que jamás se la quita. La tendencia es piel muy hidratada y la falda un poquito más larga cuando las rodillas hablan más de la cuenta”, agrega una conocida presentadora. Pero Díaz sabe lo que hace, como buena política asume que así enviará el mensaje correcto: lo preocupante no es el tren inferior sino lo que soportan los hombros desnudos bajo un blazer.

Ojo, Susana Díaz, la media es muy traicionera. ¡Cuidado con ella! Genera polémica y puede fastidiar, y mucho, la foto. “Cualquier rayito de luz las delata con brillos y queda poco renovadora”, explica una fuente que prefiere permanecer anónima. Por eso las damas de la lista de las más elegantes invierten horas y muchos cuidados en escogerlas y preservarlas. Es casi más complicado que formar un buen equipo de Gobierno autonómico. Pero todos entendemos que eso no es lo que más te preocupa ahora que debes plantarle cara a tu verdadera rival política y estética, la jueza Alaya. Ella, con sus trolleys justicieros. Tú, con tus pantys bien puestos.

Por un ratito, las medias de Díaz nos permiten alejarnos de esos otros topitos de atención. Es posible que el caso Urdangarin se traslade al Tribunal Supremo de Valencia a cambio de imputar a los excelentísimos señor Camps y señora Barberá, y terminar allí sus días mientras observamos en la tele la bella comodidad del achocolatado exilio de los Urdangarin Borbón en Suiza. Tal y como debe ser un exilio. Parece que verse rodeado de fotógrafos irritó al duque mientras pisaba los adoquines de su nueva ciudad, pero las imágenes ilustran que vivirán en una zona noble de la villa donde murió asesinada Sissy Emperatriz. En realidad no es un exilio, es como un premio. Van a vivir en la propiedad de los herederos de Ferdinand de Saussure, padre de la lingüística moderna, quien nos convenció de que la palabra, el signo lingüístico, tiene dos caras inseparables: el significante y el significado. Igual que los duques de Palma.

Llevarán, por fin, esa vida de ricos, comprando quesos orgánicos en los mercadillos, observando crecer los manzanos durante la primavera, acudiendo a los conciertos de la Filarmónica en el Victoria Hall. Caminando lento en las tardes de sol. Muchos en la televisión han declarado estupor ante estas imágenes, pero en realidad no habría que alarmarse tanto, hay un cierto ejercicio de transparencia en ellas. Constatan que aunque la justicia es igual para todos, los privilegios siguen siendo de unos pocos. Pasados unos meses de adaptación, a lo mejor el duque decide probar suerte otra vez con sus empresas y abre un pequeño despacho de quesos o chocolates suizos orgánicos y recupera sus sueños empresariales que en España, pues, no supimos entender. Un final sano y feliz para todos.

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