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Gareth Bale, un hijo de mamá

Los secretos más íntimos y más sencillos del jugador galés. El fichaje más caro de la historia del fútbol solo bebe agua fría cuando sale y no da un paso sin consultarlo con su madre, Debbie, la matriarca de una familia numerosa.

Diego Torres
Gareth Bale en su presentación en el Bernabéu el pasado lunes.
Gareth Bale en su presentación en el Bernabéu el pasado lunes.Alejandro Ruesga

Podríamos imaginarnos sin esfuerzo al rubicundo Harry Redknapp paseando su hermoso corpachón por la cubierta de una corbeta del siglo XIX rumbo al estrecho de Malaca, dulcemente adormecido por el aliento embriagador del trópico y del ponche. El hombre se cuenta entre esos veteranos mánager del fútbol inglés que en otro tiempo habrían dado el pego en la Marina imperial. Astuto para los negocios, buen conversador y naturalmente dotado de una sensibilidad que le conecta con sus muchachos de un modo folclórico y digno a la vez, entrenó al Tottenham entre 2008 y 2012. Cierto día le preguntaron si daría vacaciones al joven Gareth Bale.

—Le di cuatro días de descanso y le invité a viajar al extranjero a buscarse alguna playa —dijo—. Pero el chico se fue a casa de su mamá.

Redknapp se encogió de hombros y añadió que eso lo explicaba todo.

Han transcurrido más de dos años desde aquella incitación a la aventura. Para un joven, casi una vida. Para Bale, tiempo suficiente de forjarse una reputación profesional. Porque Bale ha hecho 21 goles en 33 partidos en la última Premier y le han nombrado mejor futbolista de la temporada. Por el camino ha sido padre de una hija y se ha instalado junto a su mujer en un chalé en Essex. También se ha comprado un Range Rover y un Audi A8 descapotable y, puesto a cumplir con todos sus deseos, ha encontrado un hueco en su agenda para operarse las orejas que tantas burlas inspiraron en la escuela (le llamaban “jarro con asas”). Aprovechando el cambio en el perfil de su fisonomía, ha transformado su peinado, se ha rasurado los costados y se ha peinado el flequillo hacia atrás con efecto aerodinámico. Ahora su look está de moda y no se sabe si el impulsor fue él, pero él parece ser el más famoso, o el más novedoso de los famosos.

Se operó las orejas que tantas burlas inspiraron en la escuela. Le llamaban "jarro con asas"

Bale es más famoso de lo que era porque la semana pasada el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, resolvió pagar por él 100 millones de euros. El mayor precio jamás abonado por una empresa a otra para obtener los derechos sobre un deportista. Un récord absoluto. Unas cifras que invitan a fantasear con el valor añadido de un hombre que dice que su bebida favorita cuando sale por las noches es el agua fría. Un galés que reniega de la cerveza y que no concibe dar un paso importante sin consultar con Debbie, su madre.

Stephen, el tío materno, el que vive a la vuelta de la esquina del viejo chalé adosado de los Bale, en Cardiff, emite su opinión rebuscando en sus brumosos recuerdos.

—De pequeño era muy de su mamá. Siempre ha escuchado muchísimo sus consejos, dice.

La señora Debbie

La señora Debbie Bale encabezó la comitiva familiar que acudió al Bernabéu el lunes pasado a la presentación del jugador. A sus 55 años, esa mujer de melena rubia, plantó sus sólidas piernas en la retaguardia de Florentino Pérez, como un guardaespaldas. La foto se compuso a su alrededor. Delante, Pérez. A su derecha, Gareth con su novia Emma y su hija Alba.

La señora Debbie Bale, pues, encabezó la comitiva familiar que acudió al Bernabéu el lunes pasado al acto de presentación del jugador. A sus 55 años, esta mujer de portentosa melena rubia, coronada por un par de gafas de cristal amarillo, plantó sus sólidas piernas en la retaguardia de Florentino Pérez, a modo de vigilante guardaespaldas. La foto del evento se compuso a su alrededor. Por delante, Pérez. A sus flancos se desplegó la familia: a su derecha, el hijo Gareth con su novia Emma y su hija Alba, su consuegra Suzanne McMurray y su marido Frank Bale; a su izquierda, su hija Vicky, sus nietos Georgia y Max, su yerno Richard y su hermano Dennis.

Dicen los asombrados amigos del suburbio de Cardiff en el que se criaron que Gareth, a diferencia del resto de los miembros de la comunidad, puede prescindir de las bebidas espirituosas, pero no concibe la vida sin la familia. Tiene 24 años y los ha empleado en fabricarse una rutina sencilla: practicar todos los deportes a su alcance y volver a casa con mamá primero, y con Emma después.

Emma Rhys-Jones es la novia con la que comenzó a salir en el instituto Whitchurch, hace ocho años. La misma chica con la que convive y es madre de su hija, Alba Violet, que nació en octubre de 2012.

La existencia de Bale apenas deja huella fuera de los campos de juego. De pequeño fue uno de esos niños introvertidos que expresaban sus sentimientos derrochando energía. Hizo atletismo. Fue capaz de correr los 100 metros en 11,4 segundos. Jugó al rugby, al hockey, al fútbol. Su pierna zurda se ganó prestigio entre los detectores de talentos. El Southampton lo captó para su academia con nueve años. A los 16 se convirtió en el jugador más joven de la historia en debutar para el Southampton. En 2007 lo contrató el Tottenham. Allí, comenzando por el lateral izquierdo, dejó pocos carriles sin transitar. Primero destacó por su velocidad, por su potencia, por su recorte y por sus centros. Siguiendo el curso del roce competitivo, afinó el golpeo y a su ímpetu irrefrenable añadió el hábito del gol.

Los técnicos encargados de tasar futbolistas para el Madrid fijaron su precio en un abanico de unos 60 millones de euros. Los tasadores del Tottenham calcularon que valía 70. Pero el mercado es caprichoso porque las necesidades son inescrutables. Florentino Pérez creyó necesitar una contratación rutilante. La clase de ídolo capaz de identificar su figura con la suya, y devolverle ante los socios y ante la sociedad el aura de empresario triunfante. Un jugador llamativo. Alguien que hiciera goles, a ser posible con buena planta, digno de un comercial. Fotogénico. Lo ideal en estos casos es un joven británico, considerando la enorme difusión mercantil que consiguen los industriales ingleses de todos sus productos, incluyendo los jugadores de fútbol. Todos los caminos llevaron a Bale.

Fue uno de esos niños tímidos que se expresan derrochando energía: corría 100 metros en 11,4 segundos

El sobreprecio de Bale responde a causas psicológicas, empresariales, culturales y políticas de gran complejidad. Bale, sin embargo, es un hombre sencillo. Su estatura, 1,83, resulta acaso un poco por encima de la media futbolística. Físicamente podría pasar por un tipo corriente de no ser por la mandíbula prognática y el imponente cráneo en forma de globo.

Los futbolistas son animales callejeros. La picardía forma parte del oficio. Sin embargo, no hay atisbo de malicia en la mirada cristalina de Bale. Dicen sus allegados que es un muchacho noble, un poco ingenuo, tal vez despistado. Su representante, el sagaz Jonathan Barnett, ha dirigido sus negocios con extrema profesionalidad. Cuando comenzó a ingresar grandes cantidades de dinero, después de sus años de asentamiento en la Premier, fundó la empresa Primesure Limited y repartió su propiedad en un 80% para él y un 20% para sus padres. El diario The Mirror asegura que Frank y Debbie ingresaron un millón de euros cada uno como parte del acuerdo de traspaso entre el Tottenham y el Madrid.

Debbie trabaja como secretaria para una firma de abogados, y Frank es celador en un colegio. Bale no concibe unas vacaciones sin su compañía. Pero a la hora de tomar decisiones profesionales, en su entorno no lo dudan. La consejera es la matriarca. La señora Debbie le indicó que fichar por el Madrid no debía de ser una mala cosa, a pesar de que Barnett comenta que los directivos del club español, a la hora de negociar, se conducían “como turcos”.

La etiqueta, pensará Debbie, es una cuestión subsanable si los papeles están bien redactados. Y los papeles que les ha presentado Florentino Pérez han sido sencillamente maravillosos porque le ofrecen un sueldo fijo que roza los 11 millones de euros, y uno variable de otros dos millones que se aseguraría con poco más que ir a entrenar. Esto constituye el que probablemente sea el séptimo mejor salario del fútbol mundial, después del que cobra Ibrahimovic, Messi, Thiago Silva, Eto’o, Yaya Touré y Rooney. Para un muchacho de 24 años que no bebe más que agua fría, no está nada mal.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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