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tormentas perfectas
Columna
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Aléjense de nosotros

El mensaje del guerrero canibal sirio es nítido: este combate va más allá de vuestras mentes

Lluís Bassets

Sorprende la parsimonia de Abu Sakar, jefe de la Brigada Omar al Faruq, uno de los grupos que combaten contra el régimen de Bachar el Asad. Asombra la calma con que despanzurra al soldado hasta sacarle la víscera y profiere las amenazas contra sus enemigos: “Juro por Dios que comeremos vuestros corazones y vuestros hígados, soldados del perro Bachar”. El acto repugnante de canibalismo queda bien acreditado en el vídeo, aunque se trate de un breve mordisco.

Profanar y devorar el cadáver del enemigo es una de las prácticas más ancestrales en la historia de la guerra, como lo es el secuestro y violación de sus mujeres. Es ancestral, pero compatible con la actual época de guerra tecnológica, en la que los guerreros se filman unos a otros con sus móviles y luego cuelgan las imágenes de YouTube.

En su versión más auténtica y primitiva, un acto así exige una voracidad auténtica y el desenfreno de una violencia sin límites en el descuartizamiento. El guerrero caníbal se comporta como un animal depredador que identifica el combate a muerte con la nutrición. No es el caso de Sakar, cuya profanación del cadáver parece el fruto criminal de un cálculo racional y frío.

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La escena salvaje se da en una hondonada en la que yacen los despojos del soldado muerto, al que despelleja sin gestualidad ritual ni ceremonia, a excepción de los gritos con que profiere sus amenazas antropófagas. Con ellas quiere demostrar ante sus seguidores y reclutas su determinación, hasta el límite de romper el tabú del canibalismo, en la guerra de exterminio étnico en que se ha convertido el levantamiento armado, a la vez que con ello amedrenta a los soldados enemigos y a quienes les apoyan.

Es nítido el mensaje que nos llega: no os acerquéis a nosotros porque este combate sectario va más allá de lo que puedan concebir vuestras mentes. Estamos en la era digital, pero los sirios combaten como neandertales. Esta guerra en la que los musulmanes se matan entre ellos, suníes contra alauíes principalmente, no es para vosotros. Si pensamos que es malo lavarse las manos y dejarles que se maten entre ellos, las imágenes nos señalan que peor puede ser meternos donde nadie nos manda. Desde las fronteras vecinas atiborradas de refugiados y desde las cancillerías colmadas de argumentos contradictorios, todos asentimos: no es para nosotros, alejémonos de este infierno.

El vídeo colgado esta semana es todo lo contrario de las imágenes del mercado de Sarajevo (Bosnia) tras el bombardeo en el que murieron 68 civiles bajo el fuego serbio en 1994. En aquella ocasión fue el detonante mediático para la intervención aérea de la OTAN que terminó con la guerra en Bosnia, mientras que las imágenes de ahora son un estímulo para que siga la inhibición occidental ante el descuartizamiento de Siria. Y, como en todo, hay que detenerse un momento para preguntarse a quién aprovecha.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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