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don de gentes
Columna
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La gente no sale

El tiempo pasa sin que el Gobierno tome las medidas excepcionales para proteger a los niños

Elvira Lindo
Fotograma de la película italiana ‘La vida es bella’, dirigida por Roberto Benigni.
Fotograma de la película italiana ‘La vida es bella’, dirigida por Roberto Benigni.

Es urgente que todo periódico inaugure una sección dedicada a los Maestros del Humor. De esta manera, estableciendo un ranking en el que nuestros dirigentes pudieran concursar para decidir quién había soltado la tontería más grande, los lectores nos sentiríamos más aliviados que al ver, como ahora, unos entrecomillados en primera plana que nos dejan con los ojos a cuadros. Bien es cierto que como UPyD no se apresure a racionarle el Twitter a Toni Cantó, de la misma forma que a los niños les medíamos el tiempo con la play, lleva camino de colocarse en el número uno del ranking todas las semanas, y no es plan. Hay que dejar sitio a los demás, que también tienen su gracia. Un ejemplo al buen tuntún: el portavoz adjunto del Partido Popular en el Congreso, Rafael Hernando, ha dejado caer este Primero de Mayo (día que lleva camino de ser de los no trabajadores) que la gente, la gente… Voy a entrecomillarlo porque a mí no me sale tan bien: “La gente no sale a la calle porque sabe que el Gobierno hace lo que debe”. El señor Hernando hace aquí una lectura subjetiva de lo que él denomina una expresión colectiva de sensatez. Caramba, ¿qué es el humor sino subjetividad? ¿Qué es del humor español sin el absurdo? Hijo de Tono, de Mihura, de Poncela, el humorista Hernando ha asegurado que si no hay una revuelta popular en la calle es porque la gente, la gente… la gente sabe que está en buenas manos. A veces se impacienta, la gente, y eso es natural, siempre según Hernando.

Si los niños españoles no se sienten desamparados es por el alto nivel de heroísmo anónimo

Luego están los antipáticos datos que vienen a aguar este gran Festival del Humor. Los datos que ha proporcionado Unicef, por ejemplo, y que ha recogido con esmero anglosajón el amigo William Chislett en varios artículos de los que se alimenta este mío, porque prefiero que me den las estadísticas masticadas. En el año 2000, en un estudio que reflejaba el bienestar infantil de 21 países occidentales (tomando el primer puesto como el país mejor situado) España se colocaba en el puesto 13. En 2011, la crisis española, que está afectando con extrema dureza a los menos responsables y más vulnerables, ha hecho que España se desplomara a un puesto 19. Holanda es el país en el que los niños disfrutan de más bienestar, y Estados Unidos y Rumanía, los países en los que sufren con más dureza la desprotección del Estado. Son 760.000 hogares españoles aquellos en los que ni la madre ni el padre tienen trabajo, algo que suele acarrear una nefasta consecuencia: la retirada temprana de los niños de la escuela. El Estado, en contra de lo que algunos piensan, pone poco de su parte, o mucho menos de lo que hacen otros países europeos en los que la infancia y la maternidad cuentan con gran protección.

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Ya sé que hablé de este asunto en un artículo reciente, pero debo de estar comida —como señala Hernando— por la impaciencia, y advierto que el tiempo pasa sin que el Gobierno tome las medidas excepcionales que precisa este desastre en concreto, aunque sepamos ya de alguna comunidad autónoma que ha ofrecido desde los colegios comidas diarias y gratuitas para aquellas familias que no puedan pagar el comedor. En esta encuesta que aportaba datos objetivos sobre cómo la crisis está afectando a la infancia, había una sola pregunta que apelaba a la subjetividad infantil y que sería injusto no nombrar. Se les preguntó a los niños cómo percibían ellos su bienestar. La respuesta fue asombrosa. El país donde la infancia está más satisfecha con su vida es también Holanda, pero España asciende a un tercer lugar del 19 en el que la realidad la situaba. Los niños españoles no están, en general, sintiéndose desamparados, descuidados o no queridos. Cabe la posibilidad de que dada la tendencia de personas como Rafael Hernando a interpretar la realidad de una manera digamos imaginativa, haya quien concluya que el presente no será tan crudo cuando los niños parecen no estar sufriendo. Y es aquí donde conviene recordar el esfuerzo enorme de amparo casero que las familias están ejerciendo, sobre todo con los niños pequeños. Si ellos no perciben la ansiedad y el desconcierto que quita el sueño a sus padres o a sus abuelos es que hay un nivel muy alto de heroísmo anónimo que está evitando que el Gobierno se lleve peores ratos de los que debería. La manera en que los niños perciben la crisis está enmascarada por el cariño de los adultos que les cuidan. Su sentimiento de satisfacción es real, como lo era la manera en que el niño de La vida es bella conseguía salir inmune de los padecimientos del campo de concentración nazi gracias a cómo el padre disfrazaba la realidad hasta convertirla en un juego. No apelo a la comparación con el nazismo, entiéndaseme, sino a la metáfora de la película.

Esta paz social no se puede sostener por mucho tiempo

Creo que en estos momentos los únicos que tienen derecho a que se les proporcione una visión subjetiva de la crisis son los niños. Si sus padres son capaces de librarles de su padecimiento, adelante. Pero no así esos políticos que con sus bobas declaraciones nos ofenden y se burlan de aquellos que tienen mil razones para salir a la calle; si no lo hacen es ridículo pensar que es porque desean mostrar su acuerdo. Esta paz social no se puede sostener mucho tiempo. A lo mejor al señor Hernando le pilla de sorpresa el estallido. A mí no.

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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