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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Pague por la cama (también)

El Clínic de Barcelona y otros hospitales han ideado una nueva fórmula para afrontar los recortes: cobrar la estancia del acompañante

MARCOS BALFAGÓN

En materia de recortes sanitarios, creíamos haberlo visto todo, o casi todo. Los enfermos crónicos pueden contar cuánto les ha subido la factura farmacéutica. Los pacientes obligados a utilizar sillas de ruedas o a ser llevados en ambulancia a la diálisis van a empezar a pagar por ello. Los inmigrantes irregulares han sido expulsados del sistema en una decisión de constitucionalidad dudosa que ha roto la universalidad del acceso a la salud de la que podía presumir este país.

Hemos sabido de hospitales, en Cataluña y en otras autonomías, que cierran sus consultas externas y quirófanos por las tardes o algunos viernes para ahorrar a costa de la lista de espera. Hemos visto a pueblos movilizados porque el Gobierno de Castilla-La Mancha les iba a quitar sus servicios de urgencias, lo que ha parado la justicia de forma cautelar.

Hemos conocido la factura en la sombra, que no implica cobrar al ciudadano por acudir a la sanidad pública, sino mentalizarle de lo que cuesta (como primer paso, temen algunos). No hemos visto aún el tique moderador, como eufemísticamente se refieren a un cobro por consulta, o por visita a urgencias, que desincentive el uso, dicen que abusivo, de los servicios médicos. Un modelo que en Alemania, donde regía, está siendo desmontado.

Creíamos haberlo visto casi todo. Pero en el laboratorio catalán (la presidida por Mas ha sido la comunidad más adelantada en aplicar recortes al servicio sanitario) se siguen buscando fórmulas para sacar dinero al paciente o reducir los servicios que recibe, y su modelo de consorcios público-privados es propicio a que ciertos centros experimenten soluciones, más bien atajos, al límite de lo tolerable por el ciudadano.

Hace unos días se supo que el hospital Sant Pau permite que el paciente de pago se salte la lista de espera de los sufridos usuarios de lo público (respondió al revuelo admitiendo que busca “fórmulas jurídicas”). Y el Clínic de Barcelona, entre otros, ya ofrece una habitación privada (no compartida), por la que deberá abonar 40 euros si su acompañante tiene que dormir en una butaca o 70 si hay una segunda cama. “Volvemos a hablar de ciudadanos de primera y de segunda”, dicen los pacientes. La medida es “voluntaria”, alega el hospital.

Faltaría más.

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