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Columna
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Los apalabrados

Los diputados de la Asamblea de Madrid que juegan a ‘Apalabrados’ no deberían pedir disculpas ya que han hecho lo que se espera de ellos: ir a lo suyo

Manuel Rivas

Estimados diputados: Reciban esta carta como una muestra de asombro incondicional. ¡Qué nivel! Esa imagen entrañable de ustedes dos jugando en los escaños con sus cacharros a Apalabrados mientras en la Asamblea de Madrid se decidía el futuro del sistema de salud no debiera ser motivo de tanto escándalo. En realidad, es un acto más de la ilustración emprendedora en la que estamos embarcados desde que inició su andadura la pléyade de sabios que nos gobierna. Lo suyo es un ejemplo enciclopédico a la ciudadanía. Una metáfora del copón. Lo que ustedes nos dicen, como dos faros ilustrados, es que no importan los discursos, sino los juegos de palabras. El discurso que justifica la privatización de una buena parte de la sanidad de Madrid, como tal discurso, no vale un huevo. Es chatarra verbal, recogida en los vertederos de falsedades de fin de siglo. Se habla de un ahorro millonario. Lo que pasará con esos centros de salud y hospitales es que se convertirán en pozos sin fondo, negocios privados con financiación pública. Es algo sabido, experimentado. Apalabrado. De repente, ¡qué interés piadoso siente el capitalismo impaciente por nuestra sanidad, nuestra educación, nuestra agua! Ustedes dos han presentado sus disculpas como parlamentarios. ¡Al cuerno! No se rebajen. Creo que ningún ciudadano los ha malinterpretado. Lo que a día de hoy se espera de ustedes es lo que han hecho. Ir a lo suyo. Pasar el tiempo. Actuar como dos descerebrados. Es decir, sin criterio propio. Sin que aparezca en la mayoría una sola voz discrepante, un alma rebelde, heterodoxa, que salvaría la honra de la Asamblea. Una voz castiza que dijese en alto: “Hoy, víspera de los Santos Inocentes, nos estamos limpiando el pandero con la Constitución”. O si prefieren una versión más educada, pero más terrible, lo que dijo el vienés Karl Kraus cuando aventó la ascensión del monstruo: “La ausencia de ley prevalece de forma legal”.

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