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Blake Lively se entrega al provocador

Él: mejor director en Cannes 2011 por 'Drive', un cineasta 'cool' y lenguaraz de halagüeño futuro Ella: actriz de 'Gossip girl', rubia de oro de Hollywood, un dechado de estilo y buenas maneras Hablamos con Blake Lively y Nicolas Winding Refn, unidos por el 'spot' del nuevo perfume de Gucci

GUCCI FRAGANCIAS

“A lo mejor me arrepiento de decir esto, pero nunca he conocido a tantas reinas en un solo sitio. Y hablo tanto de mujeres como de hombres. Para alguien ajeno al mundo de la moda esto es fascinante y emocionante, pero también hilarante”, cuenta Nicolas Winding Refn en una suite de un hotel de Venecia lo bastante luminosa como para que me resista a preguntarle por qué luce gafas de sol. Ganador del premio al mejor director en el festival de Cannes 2011 por su película Drive, este danés de 41 años, criado en Nueva York, extrañamente seductor, de afilado verbo y modernísimo aspecto –traje ceñido impecable, tres botones de la camisa desabrochados– es algo así como el cineasta de moda. Y, pese a lo que dice, exhibe una comodidad asombrosa en los lances promocionales que Gucci ha programado para él. Porque Refn ha sido elegido para realizar el spot de Gucci Première, la fragancia que la firma de lujo italiana presentó el 1 de septiembre en una espectacular fiesta en el marco de la Mostra. Un lanzamiento que homenajea el carácter más exclusivo y elitista de la firma (el perfume se inspira en su propia división de alta costura) a la vez que se nutre visualmente de su expresión más global y tangible: el glamour de la alfombra roja hollywoodiense. Blake Lively, la espectacular protagonista de la serie Gossip girl, es la imagen de la campaña, y hoy se reparte con el danés los compromisos promocionales. Durante la gala, la actriz posó en el photocall colocando sugerentemente la mano en el pecho del director, a lo que Refn, cual pez en el agua, correspondió lanzando a los fotógrafos una cómica mirada a lo Zoolander y elevando el puño en señal de fuerza. “Nadie va a promocionarte mejor que tú mismo”, razona durante esta entrevista al día siguiente.

“Pese a lo que Lars Von Trier opina de mí, siento mucho respeto por él. Es un chico de campo. Más bien un campesino. Yo tuve la suerte de crecer en Manhattan. Justo lo opuesto”

Desde luego, predica con el ejemplo. Con 24 años, Refn dirigió Pusher, una cinta ultraviolenta que triunfó en su país y que le granjearía cierto culto en el circuito de festivales, pero su debut en el mercado anglosajón fue un calvario. Pese a las entusiastas críticas, la pobre taquilla de Fear X, su primera película en inglés, les dejó a él y a su productora con una deuda cercana al millón de dólares. “Al principio de mi carrera solo estaba obsesionado con crear gran arte basado en mi ego y mi vanidad”, asegura. “Y entonces te colapsas, lo pierdes todo y te das cuenta de que eso es lo mejor que te ha pasado nunca. Porque así aprendes”. Desde entonces, el director ha hecho buen uso de su ingeniosa locuacidad para generar titulares. En la gala de la noche anterior epató revelando –ante su esposa, la plana mayor de Gucci y los periodistas invitados– que por dentro se sentía como una mujer. En otra ocasión en la que promocionaba Drive en un puritano programa matinal de la BBC declaró, ante el estupor de los presentadores, que “la violencia es un elemento muy fácil con el que trabajar porque es como follar”. “No busco el titular per se”, defiende hoy. “Los periodistas me cazaríais, de ser así. Pero si no tienes miedo a mostrar lo que piensas puedes ser percibido como provocador”. Sin embargo, sí admite que “es difícil darse a conocer cuando haces pequeños filmes de género como yo”. “Por eso, los festivales, las ruedas de prensa y los críticos son tan esenciales. Las películas de este tamaño vagarían por un paraje muy desolador si no existieran. Y, además, esta es una parte divertida de mi oficio”.

El arte de la autopromoción es uno en el que su paisano Lars von Trier también es un experto. En Dinamarca todo el mundo sabe que las familias de ambos directores se conocen desde hace muchos años. En 1996, el padre de Nicolas, Anders Refn, también cineasta, trabajaba como montador en Rompiendo las olas (el gran éxito de Trier), mientras su hijo ultimaba la posproducción de Pusher. Pese a la relación que les une, Nicolas no dudó en calificar públicamente de repulsivas las controvertidas declaraciones filonazis que el director de Melancolía realizó en rueda de prensa en Cannes en 2011. Trier respondió entonces: “Le he conocido desde que era un niño. ¡Que se joda!”. Hoy, Refn le contesta con palabras aparentemente más juiciosas: “Sé lo que opina de mí, lo hace constantemente. Aun así, siento mucho respeto por él. Pero somos de distintas generaciones. Él creció en los suburbios de Copenhague, y yo, en Nueva York. Él es un chico de campo. Más bien un campesino. Y su vida y su arte vienen, claro, de esa educación. Yo tuve la suerte de crecer en Manhattan. Justo lo opuesto”.

Nicolas se crió en un hogar culto, cosmopolita y burgués. “Mi madre [la fotógrafa Vibeke Winding] fotografió a Jimi Hendrix”, aduce como prueba. Pero tras una adolescencia frecuentando los círculos nocturnos más extravagantes de Nueva York (“a los 15 años era el único de la pandilla club kid que ni bebía ni se drogaba; y aunque todos tus entrevistados te digan lo mismo, yo soy el único que te dice la verdad”), se marchó en la veintena a Dinamarca, donde formó su familia: “Soy socialista. Creo en la seguridad social y en la educación gratuita. Copenhague es un buen lugar para educar a mis hijos. Es seguro y un poco aburrido. Lo interesante de Estados Unidos es que tiene tanta gente loca como muchos de los Estados fundamentalistas del mundo, pero por algún motivo es capaz de venderlo de una manera más glamurosa y divertida. Y sin que nadie se muera en el proceso. Pero es un país que no puede asumir más polarización política o se sumirá en el caos. Además, hay demasiadas armas”. Para Refn, el asesinato en masa del noruego Anders Breivik fue producto “de una enfermedad estadounidense que se extiende por el mundo”.

"Lo interesante de EE UU es que tiene tanta gente loca como muchos de los Estados fundamentalistas, pero por algún motivo es capaz de venderlo de una manera más glamurosa"

La serenidad escandinava resultó idónea para pasarse una vida pegada al aparato de vídeo. Como Tarantino, Refn es considerado un exponente de la generación VHS, tan devoto de subproductos violentos de los setenta como de las comedias adolescentes de John Hughes en los ochenta. Dice rechazar la violencia gratuita (“me interesa la que sale de una necesidad emocional, la pura, detesto la manufacturada”) y no sentir fascinación por los criminales (“no soy un groupie”), pero su cine está poblado de ellos. “Los ambientes criminales me interesan, porque el miedo a la muerte está en ellos siempre a la vuelta de la esquina. Y ese es el germen del drama: la pérdida de la vida. Shakespeare escribía sobre familias reales porque eran la élite, controlaban el mundo, y a eso siempre le acompaña el drama. Ahora, la monarquía es puro turismo, carne de tabloides, y los criminales la han reemplazado como foco de la atención y el interés”. Le comento que, pese a ello, sus historias también muestran relaciones de amor tan puras e inocentes como Pretty woman. “Esa película es una de las mayores trampas cinematográficas de la historia. Toma un mundo sórdido y triste, y a través del síndrome de Cenicienta es capaz de crear una ilusión que emociona a todo el mundo. Eso es único y fascinante. Poca gente es capaz de tomar algo vil y vomitivo y vendértelo como un anuncio de moda”.

Blake Lively: "Los personajes de 'Gossip girl' son despreciables"

Dos superestrellas por el precio de una. Blake Lively (Los Ángeles, 1987) se mostró tan feliz de ser la imagen de Gucci Première que decidió llevarse a su novio, el actor Ryan Reynolds, a la gala de su presentación en Venecia. Lo hizo extraoficialmente, sin que él se dejara fotografiar, pero no por ello tuvo menos valor simbólico. Y es que, pocos días después, la pareja de intérpretes sorprendía al mundo entero con una boda secreta en Carolina del Sur, lo que convertía el lanzamiento del perfume en una especie de despedida de soltero ante la prensa. Oro en términos mercadotécnicos. "Tanto dentro como fuera de la pantalla, Blake Lively tiene ese encanto único de las protagonistas más emblemáticas de la era dorada de Hollywood", comenta Frida Giannini, directora creativa de Gucci. "Demuestra un gusto exquisito en sus interpretaciones, así como en su estilo. Es la musa perfecta para Gucci Première".

La fragancia, una sensación de sofisticada madera y almizcle, está concebida, expli­­can sus responsables, como una invitación para que cada mujer pueda sentirse única sobre la alfombra roja. La protagonista de Gossip girl se doctoró como icono de estilo en 2010, cuando la edición estadounidense de Vogue la eligió como la celebridad mejor vestida del mundo. Un mérito que aumenta el hecho de que no tiene estilista. "Me encanta mezclar moda con hallazgos de mercadillo", argumenta la actriz. "Es como un trabajo a jornada completa, y muchas veces no le negaré que me siento estúpida y me pregunto: '¿Por qué hago esto? Podría dormir más horas, en su lugar'. Pero me gusta demasiado. Y es agradable que me lo reconozcan. Proclamar que para tener una buena imagen necesitas contratar obligatoriamente a alguien es poco alentador". Asegura que su sueño era trabajar con Nicolas Winding Refn, y que cuando le dijeron que él sería el director del spot de Gucci Première casi rompe a llorar. "Aunque teniendo en cuenta lo violentas que son sus películas, no estaba segura de si aparecería golpeando a la gente con el frasco o algo así", bromea. "Había mil posibilidades tratándose de él".

Lively confiesa que le "asusta" que los niños pequeños vean la serie que la ha hecho famosa. "Y espero sinceramente que no animemos a las adolescentes a actuar como nuestros personajes, porque estas chicas del Upper East Side de Nueva York que interpretamos son bastante despreciables". La sexta y última temporada de la serie se rueda estos días, algo que, asegura, le entristece tanto como le ilusiona, "por todo lo que viene después". Ya ha protagonizado grandes producciones (Linterna verde, junto a su ahora marido, y la recién estrenada Salvajes) y campañas de publicidad de prestigio, "pero no hay una nueva y una vieja Blake", aclara. "La gente sabe quién soy ahora, pero sigo paseando por las calles de Italia por la noche sin que nadie me reconozca, buscando el sitio más infecto en el que sentarme a cenar, como hacía la primera vez que vine de mochilera a Europa con 15 años y me colaba en la parte de atrás de un tren cuando me quedaba sin dinero. Colaborar con Gucci te hace sentir en las nubes, pero si todo esto desapareciera mañana seguiría igual de feliz. Preparar la comida para el colegio de mis futuros hijos se me antoja como una vida igualmente excitante".

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