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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Vidas paralelas

Un breve recorrido sobre la experiencia profesional de Mary Shapiro, presidenta de la SEC, y de Elvira Rodríguez, de la CNMV, lo dice casi todo

SOLEDAD CALÉS

Mary Shapiro es presidenta de la Securities and Exchange Commission (SEC), la agencia reguladora cuasi judicial del mercado de valores estadounidense; Elvira Rodríguez es la presidenta, recién nombrada por el Gobierno español, de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). El papel de ambas en la crisis financiera presente es crucial; de sus aciertos o errores dependen la equidad en los precios de las acciones y activos, la confianza de los inversores y la persecución eficaz de la información privilegiada u otras perturbaciones de la transparencia financiera. Admitamos que las cualidades decisivas de un regulador son la preparación para la tarea, altamente especializada, y la imparcialidad, y apliquemos el criterio a las dos presidentas. Shapiro fue abogada de conflictos en el mercado de valores entre 1980 y 1988; comisaria de la SEC hasta 1994, cuando pasó a presidir la Comisión del Mercado de Futuros sobre Materias Primas; entre 1996 y 2009 ocupó diversos cargos, incluso la presidencia, en la asociación nacional de agentes de valores; desde 2009 es presidenta de la SEC. Shapiro ha desempeñado cargos, siempre próximos al mercado de valores, con Reagan, los dos Bush, Clinton y Obama. Hay quien supone que vota demócrata, pero nadie se lo ha preguntado.

Rodríguez es interventora del Estado. Fue directora general de Presupuestos, secretaria de Estado de Presupuestos, ministra de Medio Ambiente, consejera de Transportes de Madrid y presidenta de la Asamblea de Madrid. Senadora desde 2011 hasta que el Gobierno la desembarcó en la CNMV. No parece haber trabajado nunca en mercados ni con acciones o depósitos, y todos los cargos públicos citados se los debe al PP. No hay duda de a quién vota ni cuál es el color del cordón umbilical que le une al poder político.

El juego consiste en adivinar, en menos de 20 segundos, cuál de ambas presidentas tiene mayor probabilidad de desempeñar su función con idoneidad e imparcialidad. En esos 20 segundos hay tiempo suficiente para preguntarse por qué han fracasado las instituciones y la regulación independiente en España e incluso escribir un tratado sobre la causa. Las vidas paralelas de Shapiro y Rodríguez lo dicen casi todo.

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