Mareas de protesta
La movilización en Madrid alerta del creciente divorcio de la ciudadanía con el Gobierno
Los numerosos españoles que convergieron ayer hacia la plaza de Colón en Madrid expresaron su falta de resignación a los recortes en gasto público, al paro creciente y a una incertidumbre con tantos frentes abiertos. Fue también una petición de que los sacrificios que se le están imponiendo a la sociedad española se repartan de modo equitativo. La protesta, dentro de una estrategia in crescendo de los sindicatos para este otoño, fue cívica, pacífica y serena. Pero no estamos al cabo de los recortes ni mucho menos. Irán a más, a comenzar por los Presupuestos de 2013, cuyo anteproyecto debe presentar el Gobierno a finales de mes, y previsiblemente después, si finalmente se solicita otro rescate.
Las distintas mareas —funcionarios, servicios sociales, sanidad, mujeres y educación— en que se organizó la manifestación reflejaron las principales preocupaciones de los ciudadanos, aunque por encima de ellas hay dos que sobresalen y lo llenan todo: el paro y el futuro de una juventud frustrada. Pese a una participación menor de la esperada, la movilización de ayer alerta del creciente divorcio de la ciudadanía con el Gobierno. A este distanciamiento contribuye la austeridad a ultranza, sí, pero también el poco acierto a la hora de explicar los recortes. Los ajustes que exige Bruselas, Alemania y la Eurozona son inevitables, de ahí la necesidad de hacer toda la pedagogía necesaria con los ciudadanos
Oposición y sindicatos deben presentan alternativas viables. Un referéndum sobre los recortes, como piden los sindicatos, no es el camino, por más que el PP haya incumplido su programa electoral. Un programa es un proyecto que la realidad puede modificar. La sospecha de los ciudadanos es que los populares plantearon sus promesas sabiendo que era imposible cumplirlas. Pero el coste político de esta manera de actuar se tendrá que dirimir, cuando corresponda, en las elecciones generales.
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