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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los Ferrari chinos no son rojos

El gusto por el lujo y el dinero de ciertos políticos comunistas del gigante asiático está sirviendo para frenar la carrera de algunas estrellas emergentes

SOLEDAD CALÉS

En los últimos meses, dos importantes dirigentes del Partido Comunista Chino (PCCh) que estaban a punto de entrar en los más altos círculos del poder se han visto obligados a abandonar y la policía ha impedido encontrar en los buscadores de Internet la palabra Ferrari. Aunque parezca mentira, todo está relacionado, si bien ninguno de los asuntos está del todo claro, como suele ocurrir en el país más poblado de la Tierra.

El primer dirigente que este año ha tenido que abandonar sus ambiciosas aspiraciones ha sido Bo Xilai. Su esposa está condenada a cadena perpetua acusada de haber asesinado al hombre de negocios británico Neil Heywood. Bo Xilai era una estrella emergente y uno de esos dirigentes alineados con la casta más enriquecida del país. La brecha entre ricos y pobres y la vida ostentosa de algunos políticos chinos se está convirtiendo, de hecho, en un importante problema para el antes austero gigante asiático. El hijo único de Bo Xilai y su esposa Gu Kailai tiene 24 años, vive en Estados Unidos y, por supuesto, conducía un Ferrari.

La semana pasada se ha conocido la dimisión de otro político llamado al éxito: Ling Jihua. ¿Por qué? Está vinculado a otro dirigente que se enriqueció ilícitamente, pero, además, su hijo también conducía un Ferrari (gris) en el que —ahora se ha sabido— murió en accidente el pasado marzo. Las redes sociales se incendiaron por aquel entonces difundiendo todo tipo de rumores que, esta vez, resultaron ser ciertos: el hijo de Ling sufrió el accidente en plena farra cuando viajaba en su imponente coche con dos mujeres; una de ellas, dicen algunas crónicas, fue encontrada desnuda. De ahí que la policía cibernética china, siempre tan activa y atenta a la hora de imponer la censura, impidiera durante días la búsqueda de la palabra Ferrari.

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Con censura o sin ella, lo cierto es que la lujosa marca italiana de coches ya es un símbolo de la nueva y desigual China. La política del hijo único está también generando una casta de niños ricos con gustos lujosos. Lo que no se conoce con tanta certeza y está cargado de sospechas es la razón real de esa criba de dirigentes en la antesala del XVIII Congreso del PCCh de noviembre.

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