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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un 'hacker' para la ficción

España también tiene su pirata informático al que fichar para reforzar la seguridad del Estado con sus conocimientos informáticos

MARCOS BALFAGÓN

Con los medios hoy existentes para indagar en la vida de los demás, los modos detectivescos de Sam Spade y Philip Marlowe ya no sirven para una novela negra. La reciente red de compra-venta de datos confidenciales desarticulada en España demuestra hasta qué punto es fundamental la habilidad para moverse en el ciberespacio. Hoy, un detective privado sin la ayuda de un buen pirata informático no se comería una rosca. Y, aquí sí, como en la ficción, la línea entre lo lícito y lo ilícito no siempre está clara. De hecho, uno de esos supuestos hackers que formaba parte de la red de venta de datos realizaba trabajos también para la policía y la guardia civil. El supuesto hacker tiene 36 años y se llama Matías Bevilacqua. Su empresa, CFLabs, acaba de ser distinguida como una de las firmas que participará en el futuro Centro Nacional de Ciberseguridad al servicio del Estado español, que a su vez cuenta con la subvención de la Comisión Europea.

Es verdad que la historia de Matías Bevilacqua no es del todo original. Los piratas informáticos son muy codiciados en las empresas y los gobiernos y no es la primera vez que un hacker se pasa, podríamos decir, al enemigo. Hace tres años, la segunda compañía de telecomunicaciones de Nueva Zelanda contrató a un adolescente (con síndrome de Asperger) llamado Owen Thor Walker; con el seudónimo de Akill en Internet, había ayudado a una red de delincuentes a infiltrarse en 1,3 millones de ordenadores, logrando un desfalco de 20 millones de dólares. Fue condenado cuando solo tenía 18 años, a pesar de lo cual la firma TelstraClear le fichó.

Sobre Bevilacqua no pesa ninguna condena y su expediente es casi modélico. Ha sido incluso profesor de magistrados y fiscales. Su pyme entrará ahora en las entrañas del Estado y su caso es un exponente de la calidad de los informáticos: capaces y, además, fuente de inspiración de nuevas historias de ficción. Gente como Bevilacqua demuestran la necesidad de que en este país se tome un poco más en serio lo de la confidencialidad de los datos. Suerte que este experto ya se ha cambiado de bando.

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