Un banquero en la picota
La manipulación de índices interbancarios provoca la dimisión del presidente de Barclays

Marcus Agius, presidente de Barclays, aceptó ayer que su cabeza sea ensartada en la picota (simbólicamente) tras reconocer el “golpe devastador” sufrido por su institución financiera, la cuarta de Reino Unido, tras descubrirse que ciertos empleados manipularon el índice británico líbor y su equivalente europeo, el euríbor; esto es, los índices de referencia para el precio de los préstamos a diferentes plazos. Barclays, una de las 16 instituciones británicas que participan diariamente en ese cálculo, ha reconocido haber mentido declarando un tipo bajo para ocultar el precio, en realidad elevado, al que adquiría liquidez, con la finalidad de aparentar una situación financiera más robusta de lo que en verdad era. Esos índices no solo definen el precio al que los bancos se prestan dinero, sino, indirectamente, el de los créditos a familias y empresas.
Humillaciones aparte, Agius no sufrirá demasiados problemas. Al borde de sus 66 años, y al frente del Consejo de Barclays desde 2007, ha acumulado una fortuna considerable tras casi 40 años de carrera en la banca.
Pero hay países en los que alguien tiene que hacerse responsable de los desastres financieros. El jefe de Barclays, el primero que cae, reconoce que el presidente debe admitir la responsabilidad última en una entidad ya castigada con multas por un monto equivalente a 362 millones de euros, impuestas por autoridades reguladoras de Estados Unidos y Reino Unido. La oposición laborista exige una renovación más completa de ejecutivos, y el primer ministro, David Cameron, ha anunciado una investigación parlamentaria del sector bancario, sin llevarla a la vía judicial.
Estas manipulaciones son distintas al asunto de las pérdidas en varias instituciones financieras españolas, que ha hecho necesario nacionalizarlas y pedir ayuda europea. En todo caso, tales prácticas no han llamado la atención del Congreso de los Diputados lo suficiente (o más exactamente de su mayoría, en manos del PP) como para abrir una investigación que no se limite a la llamada subcomisión del FROB, muy corta de alas y que funciona a puerta cerrada.
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