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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Más café

Resulta que esta infusión alarga la vida: un 10% en los hombres y un 15% en las mujeres

SOLEDAD CALÉS

Desde que se demostró que el tabaco es bueno para la salud, todo el mundo ha dejado de fumar”, decía Woody Allen en El dormilón, su única película futurista. La predicción del cómico no va camino de cumplirse para el tabaco, pero tal vez sí para el café. Después de medio siglo de tabarra facultativa sobre los riesgos abominables que comporta ese brebaje, un estudio de Harvard con 400.000 personas, financiado por el Gobierno norteamericano y publicado el miércoles en el New England Jornal of Medicine, acaba de mostrar que el café alarga la vida. ¿Cómo es posible que los médicos te prohibieran el café al menor pestañeo de la presión sistólica y que ahora, de repente, te lo vayan a tener que recetar, o poco menos? Una razón técnica es que los beneficios del café se camuflaban hasta ahora bajo una hojarasca de trampas estadísticas. Los que toman café viven menos que los abstinentes, pero el culpable no es el café, sino la copa y el puro. Los aficionados al brebaje lo suelen ser también al tabaco, el alcohol y el chuletón, y tienden a ser alérgicos a toda fruta, verdura o aparato de gimnasia.

Cuando se descuentan los efectos perniciosos de todos esos hábitos, resulta que el café alarga la vida: un 10% en los hombres y un 15% en las mujeres. Hay que tomarlo con moderación. Los científicos sugieren dos cafés americanos al día, lo que no suena muy excitante. Y, de forma inesperada, da igual tomarlo normal o descafeinado. El café tiene un millar de compuestos, y sus efectos saludables no parecen deberse a la cafeína, sino a alguno de los otros.

El malditismo del café tiene también algo de manía histórica. Descubierto en Etiopía hace 1.200 años —gracias a una cabra propensa a experimentar con los estimulantes, según la leyenda—, el café se propagó por el mundo a la misma velocidad que su represión por las autoridades religiosas o de otro tipo. Un bebedizo que sabe bien, huele a gloria y despeja el ánimo se convierte de inmediato en un sospechoso, porque contradice el principio de que hemos venido a este mundo a sufrir. Pero nada teman los guardianes de la moral, que ahora vamos a tener que sufrir 10 años más. O dejar de tomarlo, como en El dormilón.

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