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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Neandertales refinados

El análisis de los pigmentos de algunas pinturas rupestres indica que sus autores quizá no fueron 'homo sapiens'

SOLEDAD CALÉS

El ser humano, en su arrogancia infinita, se apresuró a sembrar una cierta mala fama a la especie inmediatamente anterior que más se le parece: el neandertal. Según la visión que tenían los científicos, el neandertal sería un ser rudo, bruto y lo suficientemente poco inteligente como para permitir que nosotros —el homo sapiens—, mucho menos robustos, pero más listos, acabáramos con ellos. Esto último puede que sea verdad. Los neandertales desaparecieron hace casi 30.000 años, fecha a partir de la cual ya solo hay vestigios de nuestra especie, que no solo colonizó Europa, sino el resto del mundo.

Con el tiempo se ha sabido que los neandertales eran mucho más refinados de lo que se suponía. Eran caníbales —eso parece seguir siendo cierto— y no hubieran ganado un concurso de belleza con los cánones actuales con su hueso saliente sobre los ojos y su frente huidiza, pero eran inteligentes, cocinaban, es probable que hablaran, enterraban a los suyos, cuidaban de ellos y utilizaban adornos.

Ahora, para terminar definitivamente con los prejuicios sobre esta especie, resulta que, a raíz de una reciente investigación, los neandertales podrían incluso haber estado dotados de la capacidad simbólica suficiente como para pintar las paredes de las cuevas que utilizaron. Se aventura que la huella de su arte puede estar en hasta 11 pinturas rupestres del norte español. No es un hallazgo que haya sorprendido mucho a los paleontólogos, pero este análisis es lo suficientemente amplio y solvente: demuestra que muchos de los pigmentos investigados son de hace más de 40.000 años, cuando los neandertales todavía no se habían extinguido. Incluso en las cuevas de Altamira podría haber estado la mano de los artistas neandertales. No se les adjudica el bisonte, pero sí siluetas de manos y un símbolo claviforme.

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Los nuevos datos conforman un panorama distinto del que habíamos imaginado y quizá pueden ser una nueva cura de humildad para los homo sapiens, el animal más predador de todos los conocidos. Cuanto más profundiza la paleontología más deberíamos admitir lo poco que ha evolucionado, en algunos aspectos, nuestra especie.

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