Abusar del ahorrador
Solo en Galicia hay más de 40.000 personas atrapadas con participaciones preferentes de las antiguas cajas
Las imprudencias cometidas por algunas entidades financieras no se refieren solo a su implicación excesiva en el ladrillo o las retribuciones absurdamente elevadas de altos directivos. Que una mujer de avanzada edad tuviera que firmar con su huella dactilar una orden de compra de participaciones preferentes en una oficina de Caixanova, que por este procedimiento se hizo con 6.000 euros ahorrados por la mujer, es el paroxismo del abuso. El hallazgo del documento confirma que un producto tan complejo como el de las preferentes se colocó incluso a analfabetos. Otros participantes tienen contratos suscritos sin firma alguna. Desde 2004 se presionó a los empleados para que los clientes aceptaran esta clase de producto.
Solo en Galicia hay 43.000 personas cuyos ahorros se encuentran atrapados en el particular corralito al que les ha conducido la política de Caixanova y Caixa Galicia, autoras de emisiones por un valor estimado de 1.000 millones de euros. A los clientes se les ofreció una elevada rentabilidad, pero no se les advirtió suficientemente de que el abono del elevado interés estaba condicionado a la obtención de beneficios suficientes. De las indicaciones dadas a los empleados, al menos en el caso de Caixanova, se deduce que la dirección nunca contempló la posibilidad de que dejaran de pagarse los intereses. Pues eso es precisamente lo que sucede desde hace meses a millares de desesperados clientes de las antiguas cajas gallegas.
Por el momento no se atisba solución alguna. Las dos entidades se encuentran fusionadas ahora en Novagalicia, ya controlada por el FROB y que, lejos de estar autorizada a convertir las participaciones preferentes en depósitos, necesita una inyección de 4.500 millones de dinero público, según ha revelado al Parlamento el subgobernador del Banco de España. Otras ideas, como la de canjearlas por acciones, implican el riesgo de pérdidas por caídas en la cotización.
No hay duda de que la crisis financiera, sobre todo la de varias de las antiguas cajas, han convertido a los pequeños ahorradores e inversores en víctimas propiciatorias.
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