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Tribuna
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Conexión al futuro

En la nueva India, las comunicaciones se han convertido en el gran nivelador

Una de mis fotografías favoritas muestra a un hombre santo hindú (sadhu) inmediatamente después de un ritual —con el cuerpo desnudo, la barba y los cabellos largos y enmarañados, la frente manchada de ceniza, un collar de meditación (rudraksha-mala) alrededor del cuello, en sí todo lo característico— charlando por un teléfono móvil. El contraste dice mucho sobre la India de hoy en día, la tierra de las paradojas, un país que, como escribí hace algunos años atrás, se las arregla para vivir en muchos y distintos siglos al mismo tiempo.

Hay algo muy especial acerca del sadhu y su teléfono móvil, porque es en el ámbito de las comunicaciones donde la transformación de la India ha sido más dramática en los últimos años.

En 1975, cuando salí de la India para ir a Estados Unidos a realizar mis estudios de postgrado, posiblemente el país tenía unos 600 millones de habitantes y únicamente dos millones de teléfonos fijos. Tener un teléfono era un privilegio raro. Si usted no era un alto funcionario del gobierno, un médico o un periodista, probablemente estaba destinado a languidecer en una larga lista de espera y a nunca conseguir un teléfono. Los miembros del Parlamento tenían entre sus privilegios el derecho de asignar 15 conexiones telefónicas cada uno a quienes consideraran dignos de tenerlas.

Por otra parte, un teléfono, en caso de que se tuviera uno, no era necesariamente una bendición. Pasé mis años de secundaria en Calcuta, y recuerdo que coger el auricular del teléfono, no era garantía de que uno pudiese obtener un tono de marcado; y obtener un tono de marcado, no era garantía de que uno pudiese comunicarse con el número telefónico deseado; se escuchaban exasperados “¡número equivocado!” en más ocasiones que amistosos “hola”.

En 1975 había 600 millones de habitantes y solo dos millones de teléfonos fijos

Si quería llamar a otra ciudad, por ejemplo, Nueva Delhi, había que reservar una “llamada de larga distancia”, y luego sentarse al lado del teléfono todo el día esperando la conexión solicitada. Alternativamente, usted podía pagar ocho veces el precio habitual para obtener una “llamada relámpago” – sin embargo, hasta los relámpagos tardaban en la India en aquella época, ya que para hacer una de estas llamadas se tenía que esperar una media hora en vez de las habituales tres o cuatro (o más) horas de espera para obtener una conexión.

Incluso en 1984, cuando un miembro del Parlamento protestó por las frecuentes caídas de la línea telefónica y en general por el lamentable funcionamiento del monopolio del sector público, el entonces ministro de Comunicaciones, respondió de manera altiva: en un país en desarrollo, afirmó, los teléfonos eran un lujo, no un derecho; el Gobierno no estaba en la obligación de ofrecer un mejor servicio, así que si cualquier habitante de la India se sentía insatisfecho con su servicio telefónico, podía devolver su teléfono, ya que había una lista de espera de ocho años para obtener una línea telefónica.

Ahora trasladémonos de manera rápida a la actualidad. En la primera edición de mi libro The Elephant, the Tiger and the Cellphone (El elefante, el tigre y el teléfono móvil), informé que, en abril de 2007, la India alcanzó un nuevo récord mundial al vender siete millones de teléfonos móviles solo en ese mes, y al establecer más conexiones telefónicas que cualquier otro país en un mes. Hasta el momento se imprimió, encuadernó y distribuyó el libro en las librerías, la cifra citada ya era obsoleta. Es más, durante el año 2010, la India vendió 20 millones de teléfonos móviles por mes, durante tres meses seguidos.

Ahora, la India ha superado a EE UU. quitándole el título de segundo mayor mercado mundial de telefonía, ya que ha alcanzado la cifra de 857 millones de tarjetas SIM en circulación y unos 600 millones de usuarios individuales. China tiene un mayor número de usuarios, pero la India está a la cabeza en número de teléfonos por habitante, y la cifra va creciendo de manera rápida. Se prevé que se superará a China antes de que finalice este año.

El móvil ha apoderado a las clases inferiores en formas que no lograron 45 años de discursos sobre socialismo

No estoy meramente celebrando un triunfo de los capitalistas de la India. Lo que es maravilloso acerca del “milagro del teléfono móvil” (no me avergüenzo de llamarlo así) es que ha logrado algo que nuestras políticas socialistas pregonaban, pero que hicieron muy poco por lograr – el teléfono móvil apoderó a los menos afortunados. Los beneficiarios no sólo son los ricos, sino las personas que en los viejos tiempos no hubieran ni siquiera soñado con apuntarse en las temidas listas de espera para obtener una línea telefónica.

Es para mí una fuente de constante alegría  ver teléfonos móviles en manos de conciudadanos míos, quienes en el pasado hubiesen muy improbablemente accedido a servicios telefónicos: taxistas, paan wallahs (vendedores de betel), agricultores y pescadores. Si uno visita a un amigo en un suburbio de Nueva Delhi, notará en las calles laterales la presencia de un istri wallah, una persona dedicada al oficio de planchar; este personaje tiene un carro de madera que aparenta haber sido diseñado en el siglo XVI, utiliza una plancha de vapor a carbón que parece haber sido inventado en el siglo XVIII con la cual plancha la ropa de los habitantes de la zona. En la actualidad, sin embargo, este planchador tiene un instrumento del siglo XXI en su bolsillo, las llamadas entrantes en la India no cuestan en la mayoría de los planes, por lo que al planchador no tiene que pagar nada para informarse sobre dónde se requieren sus servicios.

Recientemente, visité la granja de un amigo en Kerala. Me preguntó si quería agua de coco fresco, le dije que sí, entonces sacó su móvil y marcó el número del destilador local de vino de palma. Una voz respondió: “estoy aquí”, miramos hacia arriba, y allí estaba él, en la parte superior del árbol de coco más cercano, con su lungi (falda tradicional) atada a sus pies, un hacha en una mano y un móvil en la otra.

Los pescadores llevan sus móviles a alta mar para así poder llamar a los mercados en los pueblos de la costa cuando están regresando a la orilla. Así averiguan dónde pueden obtener los mejores precios por su pescado. Los agricultores solían tener que enviar hasta la ciudad a un familiar con buen físico, que podía inclusive ser un niño de diez años de edad. Dicha persona realizaba una caminata agotadora bajo el sol ardiente con el fin de averiguar si el mercado estaba abierto, si la cosecha podía ser vendida, y en caso afirmativo, a qué precio. Ahora, los agricultores ahorran medio día con una llamada de dos minutos.

El teléfono móvil ha apoderado a las clases inferiores de la India, en formas que no lograron 45 años de discursos sobre socialismo. En la nueva India, las comunicaciones se han convertido en el gran nivelador.

Shashi Tharoor, ex ministro de Estado para Asuntos Exteriores de la India y ex subsecretario general de la ONU, es miembro del Parlamento de su país y autor de varios libros.Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.© Project Syndicate, 2012

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