Piratas (III)
VER LAS DOS PRIMERAS PARTES DE LA SERIE, PIRATAS (I) y PIRATAS (II)
Ayer a medio día, compartía un plato de Thiebou Diene (arroz con pescado y verduras), en el restaurante Touba Lamp Fall, con mi amigo Lamin, que es de Gambia. Él es (era) pescador, como lo ha sido toda su familia, desde que recuerda. Me contaba que en los últimos años cada vez tenían que ir más lejos para conseguir un poco de pescado que no cubría ni los gastos invertidos en su pesca. Por eso, un día decidió dejar su aldea y salir en busca de una vida mejor lejos de allí.
Pescadores senegaleses. Foto Fair Politics.
Esta conversación me recordó a lo leído en un libro que ha sido todo un descubrimiento: Las que aguardan (Colección Casa África, el Aleph Editores, Barcelona 2011), de la escritora senegalesa Fatou Diome. En él se cuenta: “Por aquel entonces, el mar estaba lleno de peces, la pesca artesanal era floreciente y quienes afrontaban las olas, aunque no fueran ricos, ignoraban por completo la verdadera pobreza (…) Esa serenidad se había turbado, luego había saltado a pedazos cuando los pesqueros occidentales comenzaron a saquear los recursos haliéuticos del lugar. Las sardinas que los niños asaban cantando acabaron en latas de conserva vendidas en los supermercados de los países ricos (…) En toda la costa senegalesa, los pescadores regresaban con las piraguas cada vez menos llenas. Las doradas y los peces espadas, que sus esposas aguardaban, eran birlados por los barcos europeos para más opulentas papilas”.
Las aguas de Senegal han sido unas de las más castigadas por los barcos extranjeros gracias a los acuerdos de pesca entre este país y la Unión Europea. La sobreexplotación llevó a una caída sustancial de las capturas, lo cual hizo que la mayoría de las compañías europeas perdieran interés por la zona y la abandonasen. Finalmente, a partir de 2006 no se volvió a renovar ningún acuerdo de pesca (FPAs) entre las dos partes.
Piragua en la playa de Saint-Louis, Senegal. Foto A lovely word.
La medida llegó tarde, como Action Aid denunció en su momento. Para entonces, como consecuencia del agotamiento de los recursos, el número de piraguas dedicadas a esta actividad cayó de un máximo de 10.707 en 1997 a sólo 5.615 en 2005. Por su parte, entre el 50% y el 60% de los senegaleses que trabajaban para compañías pesqueras extranjeras fueron despedidos. Y el mar estaba tan vacio que, como describe tan bien Fatou Diome, no había pescado para alimentar a la propia familia. "Un número récord de pescadores sin trabajo están tratando de viajar hacia Europa en sus pequeños barcos y piraguas, lo cual provoca que muchos mueran en el mar", como dijo Moussa Demba Dembele, un economista senegalés que coordina el Foro de Alternativas Africanas sobre desarrollo.
En Gambia, entallado dentro de Senegal, sucedió lo mismo, de ahí que Lamin, con la bendición de su familia, decidiera cambiar las redes por el largo y peligroso viaje.
Las consecuencias sociales de la pesca legal e ilegal europea en muchas partes de África son graves, como pone de manifiesto Celia Ojeda de Greenpeace, en el blog ¿Tiene el mar fronteras?
En el otro extremo de África, aprovechando la falta de gobierno existente en Somalia, los pesqueros europeos, en su mayoría españoles y franceses, se fueron a faenar allí. Algunos informes señalan que solo en 2005 pescaban en las aguas territoriales somalís unos 800 barcos y que los ingresos de la pesca ilegal ascendían a 450 millones de dólares. Esta sobrexplotación resultó en la rápida disminución de las reservas de pesca de la zona.
Captura de piratatas somalies. Foto The Australian.
Los pescadores locales vieron como desaparecía su forma de vida y una de las salidas que idearon fue la de defenderse de los que robaban su principal fuente de alimento. Así surgió la leyenda de los piratas somalíes. Tema muy discutido, como se ve en este video de hace un año que se pregunta, como tantos otros, quién son los verdaderos piratas.
Hoy las cosas no han cambiado mucho como se desprende del informe que Global Policy Forum (GPF) acaba de publicar. Se titula Fishermen, Pirates and Naval Squadrons: The Security Council and the battle over Somalia's Coastal Seas. En él se habla de piratas y de los esfuerzos que se hacen para terminar con ellos. Pero también se pone de manifiesto que no se toman acciones para poner fin a la pesca ilegal o a los vertidos tóxicos en las aguas de Somalia.
Si alguien quiere conocer más sobre este tema, puede leer un interesante artículo del periodísta Javier L. Noriega donde se explica cómo los armadores han "militarizado" sus flotas o el blog de Fernando Ibáñez, Una de piratas.
Expansión de las operaciones piratas en las costas de Somalia, según la BBC.
Muchos de los pesqueros que faenan en esas aguas son españoles, por eso nuestro gobierno participa en la llamada Operación Atalanta de la UE, con el objeto de “proteger los buques del Programa Mundial de Alimentos, los de la misión de Naciones Unidas en Somalia (AMISOM) y otros buques vulnerables; la disuasión, prevención y reprensión de los actos de piratería y robo a mano armada entre la Península Arábiga y las Seychelles; y supervisar las actividades pesqueras frente a las costas de Somalia”.
Según el Real Instituto Elcano: “España ha asumido una cuota de responsabilidad importante en una misión que beneficia al prestigio de la UE pero que se costea a cargo de los participantes (unos 5 millones de euros mensuales en gastos corrientes más el desgaste del material) salvo en los gastos de funcionamiento de los cuarteles generales (8,05 millones de euros en 2011). Además, es el único país que ha desplegado permanentemente a un avión de patrulla marítima en la zona y es el primer donante a Somalia (31 millones de euros) y hasta agosto de 2011 ha liderado la misión de entrenamiento de las fuerzas de seguridad somalíes (EUTM Somalia) que la UE está desarrollando en Uganda con 105 instructores de los cuales 36 son españoles”.
Fragata Canarias, participante en la Operación Atlanta. Foto Del acontecer marino.
Aquí la pregunta que me surge es: ¿a cuánto me sale (de verdad) la latita de atún que compro en el supermercado? Y para que yo me pueda hacer una rica ensaladilla rusa, con sus patatitas y su atún ¿a cuántas personas hemos tenido que condenar a la miseria, a la emigración o a la muerte con nuestras políticas pesqueras?
Los resultados obtenidos, siempre según el Real Instituto Elcano, son, hasta diciembre de 2011: “Se ha mantenido abierto el tráfico marítimo por el Corredor del Golfo de Adén, se han proporcionado escoltas a buques del Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas permitiendo la entrega de alimentos (674.000 toneladas hasta la fecha), lo que ha permitido alimentar a 1.600.000 personas cada día y se han detenido piratas (más de 1.300 aprehendidos de los que se han condenado 56) así como la destrucción (unas 90) o confiscación (unas 20) de embarcaciones y de armamento”.
Es decir, simplificando mucho la cosa, nuestros barcos les roban la comida y, luego, nosotros montamos una operación para llevarles comida. Aquí habría mucho de qué hablar, pero por ahora me quedo con las dudas que me genera todo el mundo de la pesca en aguas africanas, la sospecha de que el negocio que se mueve es de mucha envergadura y que por tanto fomenta todo tipo de prácticas ilegales con el apoyo de los gobiernos occidentales (muy especialmente el de España), los cuales, evidentemente, no tienen ninguna voluntad política de poner fin a tanto beneficio.
Como os iba contando, Lamin y yo dimos fin a nuestro Thiebou Diene y, al salir del restaurante, se me ocurrió preguntarle si el pescado que nos habían servido se parecía en algo al que él pescaba. Me miró, sonrió y sus ojos se llenaron de nostalgia en medio del frío que inundaba el barrio de Lavapiés, en Madrid. Pero no hubo mucho tiempo para el recuerdo. Alguien que bajaba por la calle del Amparo nos dijo que allí cerca, en la plaza, como casi todos los días, había policías “identificando” a “sin papeles”, así que nos despedimos y cada uno se fue por donde había venido.
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