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Ana Botella nombra al valenciano Fernando Villalonga concejal de las Artes de Madrid

El exconsejero de Cultura era cónsul en Nueva York y entra sin tener acta en virtud de la ley de Capitalidad

La nueva alcaldesa de Madrid, Ana Botella, ha sorprendido con el nombramiento del valenciano Fernando Villalonga, como nuevo concejal de las Artes. El exconsejero de Educación y Cultura no tiene acta de concejal (como tampoco la tenía su antecesora, Alicia Moreno, hija de Nuria Espert), y entra en virtud a la Ley de Capitalidad, que permite un 30% de independientes en la Junta local.

Las artes serán las competencias de Fernando Villalonga. En plural, como corresponde a la personalidad poliédrica de este nuevo concejal de 51 años, que abandona su consulado de Nueva York para pisar las calles de Madrid. Porque si hay un rasgo que distingue a este valenciano culto y dialogante, que pasó de la juvenil transgresión contra el conservadurismo casposo de las fallas a ejercer de secretario de Estado de Cooperación y para Iberoamérica con José María Aznar, es su capacidad para reinventarse. Sin quitarse el traje de liberal, como se suele decir de este diplomático de carrera. Dirigía el Instituto de Cooperación de Buenos Aires hasta que una llamada de Zaplana le dio la batuta de la consejería de Educación y Cultura en 1995 de la Generalitat. Allí tuvo que empastar su nacionalismo de corte catalanista con las partituras más reaccionarias de su partido, el PP, sin renunciar a nada. La sinfonía duró poco: fue tan polémica como desafinada para su perfil liberal.

Acudieron al rescate su amigo Aznar y su primo Juan Villalonga. Presidió la Fundación Telefónica y luego dirigió el estudio del arquitecto Santiago Calatrava en Valencia antes de reingresar al cuerpo diplomático en 2008. Nunca perdió los lazos. Desde Manhattan participó en un movimiento vecinal contra los "poderosos" que, en connivencia con el Ayuntamiento de Rita Barberá, pretendían derribar los muros del protegido jardín neoclásico de Monforte, antigua propiedad de su arraigada familia. En su manifiesto de protesta, Villalonga mostraba otra de sus caras: "(....) Nos encontramos inmersos en un gran debate cívico sobre nuestro patrimonio. No permitamos que la trifulca de los partidos políticos mayoritarios nos impida expresarnos con libertad. Que su guerra no nos acobarde en defender nuestra cultura". Los muros siguen ahí. Y las llamadas no cesan. Esta vez, ha sido Ana Botella.

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