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Bruselas rediseña la política económica y pide un estímulo de 50.000 millones

La UE pide una inyección económica que impulse la mediocre recuperación con inversiones o recortes de impuestos

Claudi Pérez
El ministro francés de Asuntos Exteriores, Jean-Marc Ayrault (d), es recibido por el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker en Bruselas. EFE/Stephanie Lecocq
El ministro francés de Asuntos Exteriores, Jean-Marc Ayrault (d), es recibido por el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker en Bruselas. EFE/Stephanie LecocqStephanie Lecocq (EFE)

“No soy un fanático de la austeridad”, aseguró ayer Jean-Claude Juncker. Su Comisión Europea consumará hoy el mil veces retrasado viraje en su política económica: tras la austeridad recetada entre 2010 y 2013 (una máquina perfecta de contracción económica en esos años) y la política fiscal neutral desde 2014, el Ejecutivo de la UE recomienda un estímulo del 0,5% del PIB, algo más de 50.000 millones en la eurozona, para impulsar la mediocre recuperación continental. Bruselas pide reformas para acompañar inversiones o recortes de impuestos. Reclama que gasten más los países con mayor margen, con Alemania y Holanda a la cabeza. Y recomienda cautela en España, Francia e Italia: los países con mayores déficits y deudas.

En EE UU, tras casi una década de políticas monetarias y fiscales expansivas, Donald Trump propone el estímulo del billón de dólares y ha provocado con el mero anuncio de esa política una formidable sacudida en los mercados. Europa reacciona a su manera: Bruselas recomienda una expansión fiscal mucho más tímida, de algo más de 50.000 millones.

Apenas medio punto de PIB. No es el estímulo soñado por los keynesianos. Pero sí un guiño con densidad política respecto a la austeridad a machamartillo impuesta al inicio de la crisis del euro. Tras un lustro con Berlín pisando el freno, la Comisión admite ahora que hay que combinar “la sostenibilidad presupuestaria a largo plazo con medidas de estabilidad macroeconómica a corto plazo usando todo el margen que da el Pacto de Estabilidad”, según el borrador de la propuesta, al que ha tenido acceso EL PAÍS.

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El brazo ejecutivo de la UE cifra ese margen en un mínimo de 30.000 millones y un máximo de 85.000, pero se decanta por esos poco más de 50.000 millones, una cifra que considera “prudente y pragmática” y que deberá ser validada por el Consejo. Reclama que los países que cumplen sus metas fiscales y los que tienen grandes superávits por cuenta corriente se pongan manos a la obra de inmediato con inversiones y estímulos de la demanda interna, en lo que supone el enésimo llamamiento a Berlín.

Bruselas no se queda ahí: la recomendación permite usar la política fiscal —con cautela— a países con dificultades en sus cuentas públicas. En un mensaje telegrafiado para Italia —y en menor medida Francia y España—, permite el uso de “colchones fiscales” a esos países en caso de “circunstancias imprevistas”. La Comisión, además, mirará hoy hacia otro lado en su examen de los presupuestos, incluidos los de países que incumplen con claridad el déficit. Y tampoco congelará los fondos europeos a España y Portugal, para consumar ese viraje de política fiscal, que pasa de ser “neutral” a “expansiva”.

“La recuperación continúa, pero es frágil”, admite Bruselas para justificar el cambio; “la política fiscal debe contribuir positivamente a equilibrar el mixde políticas económicas”, añade un texto muy medido, que no satisface al Sur pero tampoco desatará las iras en el Norte. Bruselas hace suyas al fin las recomendaciones del FMI, el G20, el G7 y hasta el BCE, que reclamaban un estímulo fiscal por tierra, mar y aire. El riesgo de estancamiento secular y los límites en las políticas expansivas del Eurobanco —que ha traspasado casi todas las fronteras— obligan a redefinir la política económica para darle un poco de alegría a una recuperación frágil y desigual.

Alemania, señalada

Europa necesita estímulos para crecer y tratar de limpiar el horizonte de nubes: un abultado endeudamiento (privado y público), una banca que aún genera dudas y, en fin, todo tipo de vulnerabilidades que dejarían a la eurozona a los pies de los caballos si llega otro capítulo de la Gran Crisis.

Bruselas hace un llamamiento para acabar con la paradoja de que los países que tienen margen no lo usan, mientras que los que presentan mayores apreturas (Italia) lo hacen. La Comisión remata esa propuesta con la necesidad de continuar con las reformas y seguir adelante con la unión bancaria, con un fondo de garantía de depósitos común que sigue bloqueado por Alemania. Berlín sigue con el nein a casi todo. Pero Alemania está cada vez más señalada: si París, Roma y Madrid solo pueden hacer estímulos excepcionalmente, a Berlín le correspondería activar una inyección de un 2% del PIB para que la eurozona cumpliera con la recomendación de Bruselas. Eso no va a pasar. Pero el mensaje está ahí.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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