La devaluación interna lleva a España a sumar 33 meses con menos inflación que Europa
Las ganancias de competitividad prácticamente coinciden con el periodo de creación de empleo
La comparación de los precios entre España y Europa es un arduo relato de sacrificios y ganancias de competitividad. Según los datos del IPC Armonizado facilitados por el INE, España acumula 33 meses consecutivos con la inflación por debajo de la media de la zona euro. Y estos datos prácticamente coinciden con el periodo de creación de empleo. La devaluación interna, o rebaja de costes laborales, ha dado un vuelco a la tónica arrastrada desde la entrada en la moneda única, cuando los precios nacionales siempre subían más que la media europea.
Aunque se han dado otros periodos durante la crisis en los que la inflación era más baja que en la zona euro, en septiembre de 2013 el Índice de Precios de Consumo español caía por debajo del europeo en seis décimas. Desde entonces, España siempre ha mantenido la evolución de los precios un paso por detrás del conjunto de la eurozona. En opinión de muchos analistas, esto ha desempeñado un papel crucial a la hora de reactivar el mercado laboral.
De ordinario, la moneda sirve para atenuar las diferencias en precios al recogerlas en la cotización de la divisa. Es decir, si la inflación sube, la moneda normalmente lo refleja bajando y, por lo tanto, reduciendo su poder adquisitivo. Pero dentro del euro no existe una divisa que sirva de barrera. Cualquier alza de precios resta competitividad a la economía respecto al resto de países. Por eso, los 33 meses con la inflación más baja implican que España ha ganado competitividad, lo que a su vez le ha permitido aumentar las exportaciones a la zona euro a una tasa del 3% en los últimos doce meses. Un área que supone algo más de la mitad de las exportaciones españolas.
Estas ganancias en competitividad han tenido un reflejo casi inmediato en el mercado de trabajo. De hecho, prácticamente coinciden con el inicio del periodo de creación de empleo, según los datos desestacionalizados de afiliación a la Seguridad Social. En opinión de los expertos, se trata por tanto de que los precios pueden subir, pero siempre por debajo de lo que lo hagan en la zona euro para poder preservar la competitividad lograda a costa de grandes sacrificios. Además, incluso en un contexto de elevada moderación salarial, la contención de precios está brindando una mayor capacidad adquisitiva y, por ende, más renta disponible. O lo que es lo mismo, la combinación de unos menores precios del crudo, unos tipos de interés bajísimos y unos precios congelados está liberando recursos que, a su vez, se destinan al consumo. De ahí buena parte del extraordinario crecimiento registrado en España durante 2015.
Sin embargo, esta historia también conlleva un alto coste social. Como explica el economista José Carlos Díez, el reverso de la moneda es el gran agotamiento de una población que ve cómo los salarios por lo general se estancan o caen. “La inflación en negativo es un enfermo que no reacciona. Ni siquiera con el BCE aumentando la dosis se acerca al objetivo del 2%. Y eso es una señal de que algo no funciona en la economía europea”, sostiene el profesor de la Universidad de Alcalá.
Entre otras cosas, unos precios en terreno negativo desincentivan las inversiones porque erosionan las cuentas de las empresas y permiten que el dinero se pueda guardar bajo el colchón sin que pierda valor. Tampoco ayudan a diluir el peso de la deuda en una economía altamente apalancada como la española. Y para mayor inri, penalizan el proceso de consolidación fiscal al disminuir los ingresos del Estado.
El retroceso de los precios también suele afectar al consumo. Se trata de la temida deflación, que provoca que los consumidores pospongan sus compras a la espera de que los precios bajen todavía más. Sin embargo, eso no está ocurriendo en España, donde la economía se está expandiendo a tasas del 3% tirada por la demanda. Por eso, algunos académicos hablan de una 'desinflación competitiva'.
A costa de otros
Un informe de Natixis elaborado a finales de 2015 concluye que España ha aprovechado esa desinflación para robar crecimiento de otros países. “Hemos observado que los incrementos en inversión, empleo y especialmente exportaciones, empleo fabril y capacidad de producción industrial han coincidido con un deterioro de esas variables en Alemania, Francia e Italia. Lo que apoya la hipótesis de que el crecimiento de España ha ocurrido a costa de otros”, reza el documento del banco francés.
“El objetivo de inflación del BCE se sitúa en el 2% para el conjunto de la eurozona. Lo ideal sería que la inflación estuviese en el 3% en Alemania y en el 1% en España, de modo que se siguiesen corrigiendo los desequilibrios sin contraer los márgenes empresariales y, en consecuencia, sin tener que bajar los salarios. Una inflación en territorio negativo deja muy poco margen para que el banco central pueda reaccionar en el caso de que ocurra una nueva recesión”, comenta Alberto Matellán, profesor de Cunef y socio fundador de la consultora Matpinal.
El impacto de rebajar salarios
Desde el minuto uno de la crisis soberana, Alemania impuso su receta para atajar los desequilibrios entre el sur y el norte de la zona euro. Nada de quitas de deuda. Nada de crear una inflación rampante que diluya el peso del endeudamiento. El diagnóstico se resumía en que los costes laborales se habían disparado en la periferia, y eso tenía que corregirse a través de una devaluación interna.
Casi siete años más tarde, el Banco de España ha analizado los resultados de la terapia de devaluación, y destaca que el efecto de unos salarios más bajos se neutraliza porque en el conjunto de la economía hay más personas trabajando. Es decir, aunque los sueldos hayan bajado, al contar con más ocupados las rentas suben, y eso tira del consumo con fuerza, máxime cuando los nuevos trabajadores tienen una mayor propensión al consumo al disponer por fin de ingresos. A su vez, este proceso está empujando la inversión en bienes de equipo. No obstante, hay que seguir vigilantes: los precios de los carburantes encadenan tres meses seguidos de alzas, lo que podría acabar lastrando estas ganancias competitivas.
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