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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

EE UU echa el cierre

Si el 17 no se llega a un acuerdo y EE UU deja de pagar sus vencimientos de deuda pública, habrá tensión en los mercados pero no es previsible que la sangre llegue al río

José Carlos Díez

La lucha política de cara a las elecciones legislativas del próximo año ha vuelto a bloquear la acción política en EE UU. Los Republicanos siguen dominados por una minoría de libertarios y los liberales, allí son los demócratas, se niegan a renunciar a su reforma sanitaria. Esta reforma fue la bandera electoral de Obama para su reelección y será su mayor logro histórico, algo que ninguno de sus antecesores demócratas no pudo lograr.

Desde fuera el ruido es ensordecedor y la sensación es de extrema tensión. Pero estamos hablando del país de Disney y Hollywood. Los que hayan podido ver la serie del Ala Oeste de la Casa Blanca entenderán mejor el ritual de Washington. Ahora toca convencer a la opinión pública. Lejos de la percepción distorsionada desde fuera, el votante mediano estadounidense es bastante moderado y pragmático.

Los Republicanos están en el filo de la navaja con el chantaje permanente, pero saben bien que si se pasan de la raya volverán a perder estrepitosamente las próximas elecciones. El cierre actual supone dificultar algunos servicios públicos. Por ejemplo, para escribir este artículo, este economista observador ha intentado revisar la última nota de PIB pero la web de la Oficina Estadística también ha echado el cierre temporalmente. Un gran drama que me ha obligado a buscar los datos en la Reserva Federal de San Luis.

El problema más grave vendría el 17 de octubre cuando se alcanzaría el techo legal de la emisión de deuda pública y el Tío Sam podría llegar a incumplir pagos. Esta regla refleja bien la demagogia de la revolución neoconservadora que lideró Reagan y que intenta abanderar ahora el Tea Party.

Los países emergentes verán este espectáculo con sorpresa y perderá sus complejos de inferioridad

El dinero pierde capacidad de compra por la inflación —como van a comprobar nuestros pensionistas y funcionarios— y la deuda pública crece por la subida de los precios. Por eso las reglas se fijan habitualmente sobre ratios en relación con el PIB nominal que incluye la inflación. Pero en EE UU se fija sobre la deuda en dólares. El límite se impuso hace décadas y es absurdo ya que cada vez que se llega a él se cambie, lo cual acaba con la credibilidad de la regla.

Esto parece lo más probable que va a volver a pasar. Si el 17 no se llega a un acuerdo y EE UU deja de pagar sus vencimientos de deuda pública, habrá tensión en los mercados pero no es previsible que la sangre llegue al río. Los inversores pensarán que acabarán recuperando su deuda y que el retraso es temporal.

Esto no significa que el sainete que han montado en Washington vaya a salir gratis. El mundo es cada vez más global y EE UU está perdiendo peso económico e influencia política. Los emergentes verán este espectáculo con sorpresa e irán perdiendo sus complejos de inferioridad. Especialmente los chinos, que por su negra historia de violencia y masacres tienen fobia al desorden y desprecio por países incapaces de tomar decisiones.

Paradójicamente, todo este lío dificulta la labor de la Reserva Federal y retrasa el horizonte de retirada de estímulos monetarios. Por esta razón, los tipos de largo plazo han caído, el dólar se ha debilitado y las divisas de emergentes han corregido la sobrerreacción de los últimos meses.

Habrá que seguir observando a EE UU pero el mayor riesgo de inestabilidad financiera mundial sigue estando en Europa. Aquí sí hay países varios países que van a necesitar arreglos en su deuda pública. Los europeos también tenemos neocon y Tea Party, y en Bruselas también hay un circo para las elecciones europeas. En Europa el votante es moderado en clave local pero nacionalista en clave europea, lo cual no pone un límite a los políticos para hacer sandeces, como hemos podido comprobar desde 2010.

José Carlos Díez es profesor de economía de Icade Business School

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